El pasado miércoles todas las miradas se centraron en el jovencísimo número uno del draft, Ben Simmons, debido a sus polémicas declaraciones para un documental acerca de su trayectoria deportiva.
El alero nacido en Melbourne no dudó en aprovechar la ocasión para denunciar su situación y la de muchos atletas de élite que ingresan en la NCAA (National College Athletic Association). Advierte sobre la voracidad de los agentes deportivos y las grandes marcas de moda, dispuestos a ofrecer cantidades disparatadas de dinero a cambio de un contrato publicitario: “Todo lo que desees. La gente te ofrece todo tipo de cosas”. Además, explicó cómo fue casi forzado y colmado de ofrendas por la Louisiana State University a cambio de jugar una temporada: “Bentley, un Rolls-Royce, relojes, joyas, una casa… cualquier cosa”. Por último, expresó el compromiso de dar a conocer el negocio reinante tras las ligas universitarias y la voluntad de convertirse en la voz de todos los jugadores.
El documental recoge también aspectos de gran interés acerca de la vida del australiano; la brillante etapa que vivió como prodigio en el baloncesto australiano antes de dar el salto a USA, los continuos rifirrafes con su familia sobre su futuro y su postura pasota frente a los estudios: “No digáis que soy un jugador amateur y me hagáis sacar fotos, firmar contratos millonarios, salir en programas de televisión, es decir, ganar dinero a mi costa. No tiene sentido estudiar este año y al siguiente irse a la NBA. Es inútil tratar de sacar una carrera en un semestre.”