La carta con la que Steve Nash se despide del baloncesto
Traducida completamente al español
Era un secreto a voces, sí. Todo el mundo sabía que no volveríamos a verle vistiendo de corto. Que la magia con la que inundaba pabellones no volvería a ser vista. Se retira Steve Nash y, aunque todos lo esperasen, sigue siendo el adiós de un genio del baloncesto.
Pero queda una última cosa. El propio jugador anunciaba de forma oficial su retirada ayer, sábado 21 de marzo, con una carta publicada en The Players Tribune. Titulada ‘La vida después del baloncesto’ (Life After Basketball) aquí, en SomosBasket, os traemos la traducción al completo de la despedida de Steve Nash.
Me retiro
Escuché una vez a alguien decir que llega un día en el que nos dicen que no podemos jugar más. No somos lo suficientemente buenos. No cumplimos los requisitos. Demasiado lentos, quizá. Cuando eres adolescente con sueños sin límite y una obsesión creciente, y alguien te dice que esto no va a durar para siempre, es aterrador. Nunca lo olvidé.
Así que, ¿qué hice? Mantuve esa obsesión. Fijé objetivos. Trabajé. Soñé. Me preparé. Me impulsé hacia más allá de lo normal o lo esperado. Miraba a mi héroe, Isiah Thomas, y pensaba, “OK, estoy totalmente lejos de ese jugador pero si mejoro cada día durante 5 o 10 años, ¿por qué no puedo ser igual de bueno que él?”
El regalo más grande ha sido el poder haber estado completamente inmerso en mi pasión y luchar por algo que me encanta tanto — visualizar una escalera, escalar hasta mis héroes. La obsesión llegó a ser mi mejor amiga. Hablé con ella, mi querida, peleé con ella y me golpeó en el trasero.
Y eso es a lo que más agradecido estoy en mi carrera. En mi vida entera, de algún modo. Obviamente, valoro a mis hijos y a mi familia más que el juego, pero de algún modo tener a este amigo — esa persecución permanente — me ha hecho lo que soy, me ha enseñado y me ha puesto a prueba, y me dio una misión que es irreemplazable. Estoy tan agradecido. He aprendido tantas lecciones incalculables sobre mí y sobre la vida. Y por supuesto todavía tengo mucho que aprender. Otro increíble regalo.
Hay demasiadas personas que tuvieron un profundo impacto en mí y que comparten mis éxitos. No puedo nombrarlos a todos, pero me gustaría reconocer algunos.
Don Nelson insistió en que anotase. Siempre quise pasar pero me dijo: «Es egoísta cuando no tiras.» O, «Si eres un maldito jugador dominante – ¡domina!» Insistía en que fuese agresivo. Ese crecimiento fue un punto de inflexión en mi carrera.
Mike D’Antoni cambió el juego del baloncesto. No hay mucha gente que pueda hablar sobre esto. No me extraña que haya tenido mis mejores años jugando para él. Su inteligencia lo guió hasta donde ningún otro entrenador. Se merece un campeonato.
Cuando driblaba por nuestro banquillo como novato en los Suns, Danny Ainge dijo: «Cójanlo!» con intensidad y desprecio en su voz. Ese fue un gran voto de confianza para un rookie.
Recuerdo cuando Dirk y yo no éramos nadie. Solía decir en alguna cena, “¿cómo vamos nosotros dos a ser alguien en esta liga?” De algún modo hicimos algo de nosotros mismos. Después de todas las victorias y todas las grandes ocasiones que hemos tenido juntos por todo el mundo, lo que realmente tiene más importancia para mí son las largas noches al inicio de nuestras carreras cuando teníamos que volver al Landry Center en Dallas, para jugar más partidos de entrenamiento. Dirk y la gran ciudad de Dallas tuvieron su campeonato, y no podía estar más felices por ellos.
Michael Finley fue dos veces All-Star en su mejor momento, cuando Dirk y yo éramos chicos jóvenes en los Mavs. Michael nunca jugó en otro Partido de las Estrellas, pero nuestro equipo fue del último puesto a las finales de Conferencia bajo su vigilancia. ¿Sabes lo raro que es el altruismo en nuestro juego? Encontrar un verdadero amigo y compañero de equipo.
Miré hacia Jay Triano, un guard estrella del equipo nacional canadiense, como un niño. Él me reclutó en el instituto y me entrenó en los Juegos Olímpicos de Sydney. Su amor por el juego y competitiva naturaleza siempre fue infecciosa. Nunca fue más divertido jugar para alguien que para Jay. Representar a Canadá en los Juegos Olímpicos fue la mejor experiencia de mi carrera, y él nos llevó allí.
Rick Celebrini tuvo un impacto tan grande en mi carrera como pocos. Fisioterapeuta, caja de resonancia, cómplice, entrenador, hermano mayor. Clase mundial.
Alvin Gentry entrenó a los diablos de nuestros equipos. Infravalorado y agudo, encontró la escurridiza línea entre entrenador, amigo y disciplina. Fue un placer jugar para él.
Mi hermana es increíble. Ella tiene toda la clase y la humanidad que jamás podría soñar un hermano. Su apoyo es interminable.
Mi hermano y yo luchamos en todos los deportes, en cualquier espacio, en cualquier momento. Teníamos recuerdos increíbles creciendo y emulando a nuestros héroes en todos los deportes, mientras que tratamos de superar al otro en cada partido. Nunca serás tan buen atleta como yo, pero estuviste muy cerca, amigo.
Mi madre me apoyó sin cesar. Ella me animó y no podía hacer nada mal cuando se trataba de deportes. Ella es muy resistente y creo que me lo contagió. No todo el mundo tiene una madre como la mía, y espero que nunca sienta como que yo la he tomado por sentado..
Mi padre era un atleta que jugaba al fútbol amateur. En el patio o después de los partidos cuando era pequeño, siempre aplaudía el juego creativo. Siempre apreciaba el no ser egoístas. Nunca decía, “¡Vaya, tres goles!” sino que decía “brillante visión para ver a tu compañero venir por detrás en esa jugada” o “qué poco egoísta al pasarla cuando pudiste disparar. Eso me hace estar orgulloso.” Sé que no es normal y estoy agradecido.
Jenny Miller ha llevado mi fundación desde hace más de 10 años, y ella nunca me ha abandonado a mí o nuestra misión a lo largo del camino. Somos amigos de la infancia y su inmenso talento coincide con la confianza que tengo en ella.
Mis entrenadores de secundaria, Lanny y Sheffield, vieron esta bola de energía y pasión por el juego que hay en mí y hacían todo lo posible para fomentar esa pasión mientras me frenaban un poco. Empezaron algo.
Ian Hyde-Lay, mi entrenador de high school, es tan buen entrenador como cualquier otro para el que haya jugado. Él me enseñó disciplina, atención al detalle y la preparación. Todavía me sorprende cuando me envió un correo electrónico sobre un partido 20 años después de la escuela secundaria diciendo que fallé un box out cuando restaban 8 minutos de un encuentro contra Memphis. Cuando vuelvo a ver el cuarto cuarto más tarde, estaba en lo cierto. Detalles.
Ken Shields me dio la oportunidad de practicar con el equipo nacional de Canadá cuando tenía 16 años porque vio algo en mí. Cuatro años después, yo era su base titular en el Campeonato del Mundo. Se lo debo.
No lo sabía al principio, pero mi entrenador de Santa Clara, Dick Davey, me presionó tan duro sólo porque pensaba que yo tenía algo en mí. Me hizo mentalmente fuerte. Esa tenacidad me permitió mantener la superación y me enseñó a nunca rendirse.
Bill Duffy ha sido mi agente todo el camino. Mi hermano mayor. Siempre le tenía en mi espalda.
¿Qué es lo que dicen de los hombres con las manos grandes? ¿Tienen pies rápidos? A’mare Stoudemire tuvo ambos – y él me hizo ver como un artista cientos de veces. Gracias, big man.
Siempre va a doler que los fans de Phoenix Suns no obtuviesen el campeonato que se merecían durante nuestra carrera. Sí, tuvimos un poco de mala suerte, pero yo siempre miro hacia atrás y pienso en ello, podría haber hecho un tiro más, o no forzar una pérdida, o hacer un pase mejor. Pero no me arrepiento de nada. El campo siempre estuvo lleno y animando. Fue el mejor momento de mi vida. Gracias, Phoenix.
Cuando firmé por los Lakers, tenía grandes sueños de hacer levantar a los fans y hacer brillar en fuego a esta ciudad. Rechacé ofertas más lucrativas para venir a L.A. porque quería estar en el fuego, y jugar con alto riesgo y alta recompensa en mi último capítulo en la NBA. En mi segundo partido aquí, me rompí la pierna y nada volvió a ser lo mismo.
La primavera pasada, cuando volví a la pista, me dieron una enorme ovación en el Staples Center. Era una época oscura de mi carrera y ese gesto será uno de mis mejores recuerdos. Había mucha negatividad al respecto, pero en mis tres años en L.A., nunca he conocido a alguien que no me mostrase otra cosa que no fuese apoyo por mi esfuerzo. Hay mucha elegancia y señorío en la afición de los Lakers, y la organización y cuerpo técnico me han dado apoyo incondicional.
Los aficionados de todo el mundo me han demostrado tanto aprecio lo largo de los años, es increíble. Salir a tirar hora tras hora, día tras día cuando era niño, nunca busqué o soñé con la cantidad de apoyo y amor que la gente me ha demostrado. Ha sido una gran fuente de motivación e inspiración. Gracias eternamente.
Mi novia, Brittany, se ha pegado a mi lado sin descanso a través de los momentos más difíciles de mi vida. Sé que la volvía loca internacionalmente, como ella me perdió en mis batallas. Sin su amor las cosas seguirían siendo bastante oscuras.
Probablemente nunca volveré a jugar al baloncesto. Es agridulce. Pierdo la esencia del juego, pero también estoy realmente emocionado para aprender a hacer algo más. Esta carta es para cualquiera que haya tomado nota de mi carrera. En el corazón de esta carta, hablo a los niños de cualquier parte que no tengan idea de lo que el futuro depara o cómo hacerse cargo de lo que trae. Cuando pienso en mi carrera, no puedo dejar de pensar en el niño con su pelota, enamórandose. así es con lo que todavía me identifico e hice durante mi historia entera.
Por último, Lola, Bella y Matteo, sois el centro de mi universo. Toda mi atención está aquí para vosotros, chicos, y siguiendo hacia adelante no puedo pensar en nada más emocionante o satisfactorio.