Pat Riley: «Podría irme si gano otro campeonato»

El presidente de los Heat repasa su vida

Fuente de la foto: MGalves 519 (CC)
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MGalves 519 (CC)

Una vida llena de triunfos, derrotas, traspasos, campeonatos… El actual presidente de Miami Heat, pero también ex-jugador y ex-entrenador de la NBA repasa toda su carrera con Ethan Skolnick, de Bleacher Report.

Ethan Skolnick – Con todo el vaivén de jugadores, pérdida de estrellas, llegada de otras… Todo parece hecho a propósito. En ningún momento perdiste la fe?

Pat Riley – No, sólo decepcionado. Decepcionado por Spo, Micky Arison y los fans. Muy decepcionado.

E.S. – Estáis sufriendo gran cantidad de lesiones y contratiempos, lo que os llevó a estar debajo del 50% y luchar por la octava plaza.

P.R. – Obviamente recibimos un mazazo con LeBron que nos dejó tocados. Sin embargo, supuse que especialmente la llegada de Josh McRoberts y Luol Deng junto con Bosh, Wade y Chalmers podríamos tener un equipo bien completo. A partir de ahí, tendríamos la base para un buen plan para 2016. De hecho, con lo que no contaba fue conseguir a alguien como Goran [Dragic].

Nuestro plan siempre fue movernos con la mayor brevedad posible, pero haciéndolo bien. No obstante, el mayor golpe de todos, el más duro, más allá de cualquier cosa, fue ver la enfermedad de Chris. Fue lo más devastador para mí por lo personal. Por su salud, pero también por el equipo, fue un duro golpe.

Por eso mismo sería increíble, dice emocionado, clasificarnos para los playoffs y sacar algo positivo de ellos. No obstante, pase lo que pase, en la fase o ronda que sea, será suficiente, pues en la Conferencia Este nunca sabes que pueda ocurrir, por eso me encanta.

Pat, haciendo gala de su carácter, quería más guerra, más preguntas siempre desafiante.

No se puede contar cómo ha llegado a ser quien, no se puede entender su carácter, sin antes volver al principio, a su juventud. Pat empezó su carrera deportiva en el Linton High School en Schenectady (NY). De allí, dio el salto a la Universidad de Kentucky, donde siguió jugando a baloncesto y fútbol americano. Si bien fue elegido por San Diego Rockets en la primera ronda del draft de 1967, los Dallas Cowboys a punto estuvieron de llevarle a la NFL, pues también le draftearon para la posición de receptor.

En la NBA, Riley fue un jugador de segundo plano, con mucho menos prestigio que las estrellas que ahora consigue fichar para sus Heat. Bajo las órdenes de Fred Schaus en Lakers, su cometido era claro: ser el jugador más en forma de la plantilla, para hacer que las estrellas – Jerry West, Gail Goodrich y Elgin Baylor – sufrieran un poco en los entrenamientos. Finalmente, culminaría su objetivo.

«Jamás perdí en un sprint», dice Riley.

También recordó la dificultad de conseguir un puesto tras poner punto y final a su carrera como jugador:

Durante quince años, desde el instituto hasta mi carrera de profesional, estuve en una burbuja la cual nos protegía. Ésta te cuidaría siempre que tú hicieras lo que tenías que hacer. Yo hice todo lo que tenía que hacer durante quince años y después, fin. Estaba expulsado, estaba fuera de ella.

Al principio, era incapaz de conseguir un trabajo en la NBA o en la universidad. Ya no era bienvenido ni en el Forum, donde había ganado un anillo sólo tres años antes.

«No fue fácil por aquel entonces», recordaba Pat. Y el tiempo acabó dándole la razón. En cada sitio en el que estuvo, se ganó el pan bien merecidamente. Desde las nueve temporadas con cuatro títulos ganados con los Lakers del showtime que él dirigió, pasando por los Knicks, de quienes fue «head coach» y logró llegar a las finales, y las dos décadas en Miami, ya fuera como entrenador o presidente, con otros tres títulos.

Su manera de entender los entrenamientos siempre fueron bastante comentados por su dureza. Él pedía a todos los jugadores, incluídas las estrellas, que si iban a pedir descanso lo hicieran vestidos para entrenar, pues deberían hacer algo igualmente, aunque fuera hacer bici para que sus compañeros le viesen hacer algo. También admite la dureza de sus entrenamientos, si bien asegura que sus jugadores estaban en perfecta forma y que el duro trabajo les reforzaría física y mentalmente. Así, serían «más duros que nuestros rivales en el último cuarto».

Hoy en día es precisamente todo lo contrario. Se consideraría demasiado severo, demasiada sobrecarga. Te echarían la culpa por todas las lesiones.

Para Riley, antes todo era mucho más sencillo. Hay que remontarse a sus comienzos como entrenador, a 1981. De aquella, ya entrenando a Lakers, se iba a un Coffe Shop en el Sepulveda Boulevard con su ayudante, Bill Bertka, donde repasaban el encuentro anterior y organizaban el siguiente entrenamiento. Después, se reunían con los jugadores para picar algo y se iban todos a Loyola Marymount a entrenar. «No había duchas, no había vestuarios, nada; sólo una camiseta limpia para cambiarse».

Ahora, todo es diferente y mucho más complejo. Algunos de estos cambios también han generado conflictos. Los entrenadores personales y nutricionistas privados, las restricciones y límites que se autoimponen los jugadores, que los agentes libres se nieguen a entrenar hasta haber firmado… Los jugadores no son tan diferentes para él, pero sí cree que «las condiciones bajo las que juegan han cambiado enormemente». Muy especialmente las distracciones.

Sencillamente, antes no había nada, por lo que entrenar era más sencillo. Vivimos en la era digital, en el mundo de las redes sociales. ¿Es esto una distracción? Yo creo que sí.

Ahora, los jugadores se hacen notar en todo momento del día. «Todos creen que cuanto más se les siga y salgan en las redes más beneficios habrá para su marca. «Antes no había nada de eso. Sólo baloncesto. El baloncesto era entorno a lo que todo giraba. Así que sí, ha habido cambios, pero hay que vivir con ellos y seguir trabajando.

 Su forma de entrenar y de motivar, admite, creó mucha tensión con algunos jugadores. No obstante, considera que mientras que algunos aún le tienen cierta reticencia, siente que muchos otros le tienen un gran respeto.

«Creo que la única cosa que un entrenador quiere de sus jugadores es que cuando les vean años después, le den un abrazo. Cualquier roce que haya habido, fue por la noble causa de la victoria, algo que ambos deseábamos».

En las tres franquicias que ha estado desde que se retiró, Pat Riley ha desempeñado dos roles por lo general. Incluso, de 1995 a 2008 con una excepción de dos años, combinó ambos puestos en los Heat.

E.S. – ¿Eres mejor ejecutivo que entrenador?

P.R. – No. Era mejor entrenador, es lo que mejor sabía hacer.

Dice echar de menos entrenar sólo cuando está enfado, lo cual ocurre sólo porque ve el baloncesto en la forma en que lo ven Spoelstra y otros entrenadores. Desde dentro hacia fuera, desde el vestuario a la pista de entrenamiento, la sala de vídeos o la cancha. No obstante, hay algo que se encuentra hoy en día los entrenadores que él no envidia: la sobrecarga de trabajo debido a la informatización del juego.

«Antes era muy sencillo».

Solía hacer pequeñas tarjetas en las que planeaba los entrenamientos, las cuales aún guarda en cajones de oficina. Ahora, ve a veteranos como Popovich o George Karl y «puedo ver en ellos lo que vi yo cuando estaba en su posición. Entrenar me llevó a un oscuro lugar cuando se complicó todo en 2003 y otra vez en 2008. Cuando veo lo que hacen, los viajes, dormir tan poco… Cuando veo todo eso recuerdo que no quiero volver. No es una vida sana. Es una vida, sin más. La vida de competición es muy intensa, y para nada normal.

Como ejecutivo, lleva una vida mucho más equilibrada. Tiene su propia filosofía, diferentes roles… Ya no está a pie de cancha, pero sigue moviendo los hilos, lo cual el denomina «decisiones e ideas realmente coherentes que tienes que tomar para conseguir grandes jugadores, algo con lo que he estado relacionado de alguna forma toda la vida».

«No hace falta ser un premio Nobel para saber cómo de inmenso es«. Eso responde cuando se le recuerda la lista de jugadores con los que se ha visto las caras de alguna forma. Por citar sólo unos pocos, jugó al lado de West, Baylor y Wilt Chamberlain, entrenó a Magic Johnson, Kareem Abdul-Jabbar y James Worthy, se enfrentó a Larry Bird, Kevin McHale y Robert Parish como entrenador, y así una enorme lista…

Respecto al draft, en referencia a otros equipos, discrepa enormemente con ellos en cuanto a la forma de enfocar un posible periodo de transición.

«Para mí, no es algo que se deba hacer a través del draft, pues la lotería es pura miseria. Esta temporada es miserable. No puedo asimilar estar tres o cuatro años seguidos yendo a por los picks. Si tuviera que hacerlo yo acabaría loco, al igual que los fans. ¿Quién quiere eso?

Él no. Él quiere ganar a lo grande, y ganar ya. Eso es lo que quiso hacer en la etapa de LeBron en South Beach. Cuatro años con él y cuatro finales de la NBA, además de dos campeonatos. El equipo marchaba como Riley quería, hasta que de repente, dejó de estarlo.

«Una de las cosas que más me impresionan es ver como esos equipos generacionales se mantienen unidos. Los jugadores se mantienen unidos, como un bloque. Saben lo que hay, saben lo que han ganado. Saben que habrá pequeños retoques, y ellos no quieren dejar el barco, pues quizás no vuelvas a conseguir algo así nunca.»

«Hoy en día quizás los agentes libres no tengan la misma mentalidad, ¿pero te imaginas a Magic, Kareem o Worthy? Siendo agentes libres no se hubieran ido a otro sitio. ¿Acaso crees que Magic abandonaría a Kareem? ¿Acaso crees que Kareem abandonaría a Magic? ¿O que Worthy, Byron Scott o Michael Cooper se habrían ido? No. Ellos sabían que tendrían la oportunidad de ganar cada año. Este equipo también habría tenido la oportunidad de ganar cada año, por eso me chocó lo que ocurrió [la marcha de LeBron] «.

«No tengo duda alguna de que si se hubiera quedado seríamos el mejor equipo del Este, especialmente por lo que tenía preparado para él. Yo no tengo duda alguna, pero nunca lo sabremos con certeza. Aun así, con los movimientos que hicimos y los que esperamos hacer, esperamos asaltar la conferencia Este en 2016 de nuevo».

Cuando una franquicia pierde a su jugador estrella, más aún si es de la calidad de LJ, suele haber cierto resquemor hacia la dirección. Sin embargo, Pat ha recibido en todo momento el apoyo de los aficionado, quienes le han denominado «The Godfather» y dedicado el hastag #InRilesWeTrust. Preguntado sobre esto, reconoce sentirse «orgulloso y enormemente agradecido a la ciudad»

E.S. – ¿La vida dedicada al baloncesto es una buena vida?

P.R. – Una gran vida.

E.S. – Hablas de marchar. De viajar más, mucho más incluso que ahora, para despejar de escribir, hablar… Sobre libertad.

P.R. – Me refiero a «ser libre de…». De dirigir, de responsabilidades, de tener que ganar, de todo lo que hay dentro de esta burbuja.

Riley y Anthony Mason tuvieron sus problemas, pero también mucho amor, debido a lo cual se le hizo muy difícil acudir a su funeral.

Cuando uno de tus jugadores, al cual has entrenado tan intensamente durante cinco años, deja este mundo antes que tú… Es como si lo hiciera un hijo. Es muy duro.

Por otro lado, Pat ha visto como varios de los suyos debían atravesar duros problemas de salud, desde Brian Grant hasta Magic, Alonzo Mourning o, ahora, Chris Bosh. «Cuando Earvin cayó, nos temíamos lo peor, al igual que con Zo. Con Chris también, te afecta mucho». No obstante, las noticias sobre Bosh no podían haber sido mejores, dentro de la enfermedad: los coágulos se han eliminado correctamente y podrá jugar la temporada que viene.

El día del trade de Dragic, no hicimos la llamada para el traspaso hasta las 19:30 [el «deadline» era las 20:00]. A las 17:30, nos llamó el Dr. Selesnick para contarnos lo que padecía Chris. Antes del trade, Nick y yo ya sabíamos lo que pasaba. Estábamos en shock, y mucho más centrados en él que en cualquier traspaso.

Hace cuatro años, pasaron por algo así con Udonis Haslem. Ello les dio fuerza, al igual que a CB4, que está descansando y recuperándose para estar de vuelta lo antes posible. Aunque reconoce que aun así fue un golpe muy fuerte, un nuevo golpe a la franquicia y a los aficionados.

Lleva casi 48 años en la NBA, donde ha ganado 9 campeonatos en total como jugador, asistente, entrenador jefe o ejecutivo. ¿Podría haberse dejado algo por hacer en este casi medio siglo dedicado al baloncesto? Para el de NY, no se ha dejado nada, ni para sí mismo ni para otros.

Sobre su motivación para continuación, «Riles» lo tiene claro: el deseo de seguir ganando. Querer darle a Erik Spoelstra todo lo que sabe para ayudarle a aprender. Quiere que crezca junto a él como entrenador. Asegura además, que están trabajando en una ideología mixta, entre la manera en la que solía entrenar él y la forma en que él quiere jugar, un estilo que impulsa Spo basado en correr, mover el balón y darle vital importancia al triple.

Ya no soy tan impulsivo como solía ser antes, pero quiero que la organización siga siendo lo que es. Mientas esté aquí, haré todo lo posible por traer todo el éxito que pueda a Micky y a los fans. Es por ello que me siento mal ahora mismo, por lo que podríamos ser ahora mismo y lo que realmente somos.

También recordó sus últimos campeonatos, los logrados con los Heat en 2006, como entrenador, y en 2012 y 2013.

«Nunca lo olvidas, pero es algo que va muy rápido. Son 10 minutos de euforia absoluta para todos, baja la familia a verte, todos en la cancha… Ganar juntos es lo más puro que puede haber en el deporte, una emoción de verdad.

E.S. – ¿Y si llega otro anillo?

P.R. – Si llega ese momento otra vez, mientras esté aquí, me iré del pabellón. Chris [su mujer] y yo nos iremos juntos del arena. Cogeremos un coche, iremos al aeropuerto y ¡allá vamos! No necesitaremos celebrarlo allí o contarle a ESPN lo increíble que es… Como mucho lo celebraría en el vestuario.

 Lo veo posible, pero un par de años. Ahora estamos bien, pero seremos mucho mejores en el futuro.

E.S. – ¿Acabaría así tu carrera, verdad?

P.R. – (Ríe). Si consigo ganar otro, posiblemente sí. No quiero tener que volver para intentarlo de nuevo. Todo tiene el momento perfecto. No sabes cuando será. Es ese momento en el que no sabes cuando vas a ganar, cuando no sabes cuando va a llegar ese momento, cuando te vas. He tenido una gran carrera y he estado con gente genial.

No hay nada de lo que me pueda quejar o arrepentirme.