
Para equipos como los Thunder o los Suns, o en menor medida los Pacers o los Hornets, el no haberse clasificado para los playoffs esta temporada es un fracaso. Ya sea por lesiones, por la fuerte competencia de la Conferencia Oeste o por fichajes que no han dado fruto, la verdad es que el palo para todos ellos ha sido amargo. Sin embargo para una franquicia como los Jazz las eliminatorias por el título quedan todavía lejos, y el objetivo fijado al empezar la campaña se ha conseguido con creces. Tanto directiva como cuerpo técnico o los propios jugadores querían crecer a lo largo del año y sin duda que el plan de Utah sale muy reforzado tras una gran segunda mitad de campeonato donde no solo fueron la gran revelación al otro lado del Mississippi sino que además han demostrado que pueden hacer frente a las adversidades como nadie.
«Sufrimos un par de palizas al principio, simplemente por el hecho de que no podíamos entrenar, el grupo es nuevo para todos; el grupo es extremadamente joven».
Añadía el general manager de los Jazz, Dennis Lindsey, en la rueda de prensa de cierre de curso hace dos días, que los de Quin Snyder habían finalizado con un quinteto inicial más joven que el de la universidad local de Brigham Young. Con una plantilla que solamente incluía un puñado de veteranos como Trevor Booker o Steve Novak (luego traspasado a Oklahoma City junto con Enes Kanter) y que además tenía un desequilibrio fuerte en su construcción, Utah parecía haber estancado su reconstrucción a la llegada del invierno, con una defensa sospechosa y un ataque sin patrón claro. Al parón del All-Star registraban el mismo parcial de 19-33 que un año antes, y ni los más optimistas podían aventurar que finalizarían con 13 victorias más.
«Creo que a principios de año era una experiencia de aprendizaje para todos. Aprendimos mucho de ello».
Estas palabras de uno de los referentes del conjunto, Derrick Favors, resumen a la perfección la situación de inicio para los Jazz. A pesar de haber añadido a un base como Trey Burke en el draft anterior decidieron seleccionar a otro director de juego, el jovencísimo talento australiano Dante Exum en 2014. Detrás de Alec Burks y Hayward había un erial en las alas, y en el interior había simplemente overbooking de hombres grandes que necesitaban los minutos. Nadie podía adivinar hacia dónde querían ir.
Pero lo importante, y es que con lo que se quedan en Utah es la experiencia de haber superado estos baches y algunos más (el descontento de Kanter, la lesión de Burks, la frustración con Burke o la escasísima contribución en ataque de Exum) y haber madurado en el camino. Favors, Gobert, Hayward se han hecho grandes y han tomado responsabilidades en ambos lado de la pista, dotando además al equipo de una identidad que no tenían desde que Jerry Sloan marchó hace ya unos cuantos años. Como admitía Lindsey los Jazz no iban a mover el balón como en los tiempos gloriosos de John Stockton, pero sí habían conseguido crear química de nuevo con los aficionados alrededor de su remozada defensa y además habían dejado atrás cualquiera de los fantasmas que acechan a las franquicias en reconstrucción, que a veces olvidan cómo se gana.
«La segunda parte de la temporada creo que jugamos como un equipo de playoffs. Mejoramos».
Gobert simplemente repetía algo de lo que todo el mundo había sido testigo desde la vuelta del parón de febrero. El traspaso de Kanter había terminado de encender la mecha del cambio en el EnergySolutions Arena, permitiendo a Snyder formar un plantel mucho más coherente a las cualidades de sus jugadores. Proteger el aro propio, aprovechar sus puntos fuertes (capacidad atlética, envergadura) y de esa manera mantenerse siempre con opciones de disputar los partidos. Pasaron los Jazz de ser prácticamente el equipo con peor defensa de la NBA a liderar la liga en rating defensivo en la segunda parte del curso.
«El proceso de mejora por el que pasamos esta temporada y la volatilidad de nuestra plantilla es por definición lo que es una temporada de la NBA. Creo que la cosa que más me motiva es la perfecta perseverancia que nuestro equipo ha encontrado durante el proceso».
El entrenador de primer año Quin Snyder también primaba ese camino recorrido por el que Utah ha pasado de ser mirar a la lotería a visualizar cotas mayores en futuros cercanos. Y es que no podemos minimizar el gran salto dado por los Jazz en 2014-15, donde no solamente han puesto las bases para lo que va a ser un destino muy posiblemente más brillante sino que además lo han hecho con un conjunto de imberbes y piezas de relleno procedentes de la D-League, como Elijah Millsap, hermano del All-Star de los Hawks y muy querido por la afición de Salt Lake City. Pero todos han asumido su papel, y una vez establecida la nueva dirección del equipo todos lo han representado prácticamente a la perfección.
Hayward ha liderado en ataque y se ha transformado en un jugador franquicia en el trayecto; Favors ha dado un paso adelante y ha sido dominante en la pintura contraria; Gobert se ha convertido en uno de los mejores protectores del aro de toda la liga; Hood ha destapado su potencial como tirador ayudando a tapar la baja de Burks; Burke se ha reciclado en el encendedor de la segunda unidad; Ingles ha ayudado a mantener el equipo compacto, unido y ha defendido prácticamente las cinco posiciones en la pista; Booker ha aportado energía y entrega desde el banquillo; Exam ha sabido encontrar cositas en las que aportar a pesar de haber sido casi siempre invisible en ataque.
«El grupo se mueve en la dirección correcta», en palabras de Lindsey.
Los Jazz no han entrado en los playoffs y no importa en absoluto; han puesto los cimientos de un futuro con más brillo y el límite se lo pondrán simplemente ellos.