Es el hombre del momento, el único sobreviviente de los llamados a brillar en la noche de un Draft en el que ya se posiciona como la apuesta más segura. Por estos días la fama de Buddy Hield crece como la espuma y es precisamente este el momento donde decide demostrar aquella madurez tan deseada en los jóvenes prospectos, publicando una carta que repasa su camino personal hasta llegar al Final Four de la NCAA.
Sin más preámbulos dejamos que Buddy sea quien nos cuente su historia en el portal The Players Tribune para recordar todo aquello que lo mantiene anclado a sus principios, allí en su Bahamas natal, junto a los recuerdos familiares de comidas caseras, partidos con sus amigos y porque no también, junto a aquellas duras experiencias que acompañan la vida de todo luchador:
Yo desarrollé un talento extraño cuando chico: era bueno caminando en puntas de pies.
Si, caminando en puntas de pies por toda la casa.
Me gustaba, era bueno, realmente bueno. Me gusta pensar que yo era uno de los 10 mejores de las Bahamas, allá donde yo crecí.
Lo digo en serio, era un chico pequeño y sigiloso, que podía cruzar por un sueño crujiente de madera y que nunca nadie oyera nada. Caminar en puntillas se trata sobre el juego de pies y yo era bastante decente en el juego de pies (pero el secreto estaba en mantener la respiración en los momentos adecuados).
Cuando creces con seis hermanos y hermanas que duermen todos en el mismo cuarto, tu aprendes como desarrollar aquellas pequeñas habilidades. Cualquier persona en mi familia sabe sobre lo que estoy hablando. En una familia grande, todo trata sobre una competición. Incluso la rutina de cada mañana. Para mí, se trataba de conseguir el primer baño del día.
En los tiempos de la escuela, me transformaba en un comando en las rutinas de la mañana. Me despertaba antes del amanecer cuando la casa todavía estaba oscura y silenciosa. El tiempo era lo esencial.
Sólo tenía que llegar a la cocina sin que despertara nadie. Es más fácil decirlo que hacerlo. Entre yo y la puerta de la habitación estaban mis seis hermanos durmiendo, todos habían dormido conmigo, cabezas junto a pies en la misma habitación. La habitación era quizás un poco más grande que la de mi primer año en la Universidad de Oklahoma (OU). Nuestra “cama” eran dos colchones grandes puestos juntos en el suelo, por lo tanto no había espacio fácil para moverse. Lo bueno es que yo era un profesional.
En la oscuridad me gustaba navegar sobre mis hermanos y hermanas. Las almohadas y mantas parecían brazos y piernas. Algunas veces pisaba el pelo de mi hermana o el pie de mi hermano:
“Owwww, todavía es temprano, vuelve a dormir”
Y normalmente lo haría, sin que la misión se haya visto comprometida. Una vez que llegaba a la cocina la victoria estaba cerca. Encendía dos quemadores de la cocina para juntar 5 litros de agua. Verán que crecimos sin agua caliente en nuestra casa. No podíamos permitírnoslo, por lo que hervíamos el agua. Me gustaba hacer algunas flexiones mientras esperaba. Entonces me llevaba el agua caliente para el baño. Victoria finalmente.
Si esto pareciera ser mucho trabajo para tomar el primer baño caliente, imaginen las alternativas. Son las 8:00 de la mañana y estás quinto en la fila para calentar agua. Estas esperando afuera del baño con tu toalla y es tarde para ir a la escuela.
En vez de eso yo era siempre el primero en la bañera. Esa era mi parte favorita del día. Me gustaba relajarme con el agua caliente, con los brazos colgando fuera de la bañera. La casa estaba en silencio y yo me sentía como un rey. En esos momentos es cuando pienso en algo que mi madre siempre nos decía mientras crecíamos:
“Puede que no tengamos un montón de cosas, pero esto es suficiente”
Suficiente, ella tenía razón. Nosotros teníamos suficiente.
* * *
Al crecer yo era consciente de que éramos pobres. Incluso siendo muy jóvenes, yo lo sabía. Tuvimos otras tres habitaciones en nuestra casa que estaban llenas de parientes – mis dos tías y sus hijos en dos de ellos, además de mi abuela en otro. Nunca tuvimos ropa nueva, sólo las mismas prendas pasaron entre mis hermanos y hermanas. Es curioso pensar de nuevo acerca de mi estilo de moda cuando niño, era justo la camiseta que mi otro hermano había decidido no usar ese día. O unos jeans que eran un par de pulgadas más cortos. Mi madre nunca hizo un gran cambio con eso, así que nosotros tampoco lo hicimos.
Mi madre es la persona más trabajadora que he conocido. Ella paso sus días limpiando las casas de familias ricas de los barrios vecinos sólo para poner comida en la mesa. A veces ella trabajaba en un segundo trabajo de catering de bodas. Cuando eres un niño, no sabes que pensar acerca de tener dinero o sobre no tenerlo. Es sólo tu vida y encuentras la manera de adaptarte. Claro, quieres los juguetes que los otros niños tienen. Pero se aprende a aceptar lo que tienes.
A pesar de lo duro que trabajaba mi madre la risa estaba en todas partes en nuestra casa. Cuando llegue a la Universidad de Oklahoma, la gente decía: “Buddy, tú siempre estas sonriendo ¿Por qué eso?”. Y yo siempre les decía de donde viene, nuestra casa era pequeña, pero siempre lleno de ese olor de la cocina increíble de mi mamá. Todavía se me hace agua la boca al pensar en todos los platos locales, desde el pollo estofado al curry de Jamaica o las caracolas (mis favoritas), la comida nacional de las Bahamas.
La hora de la cena también era competitiva, siempre había suficiente comida para los siete niños, incluso si nuestra madre tenía que compartir algo de lo suyo. Todo el mundo compartía. Me di cuenta de una simple lección: si compartía un pedazo de pollo hoy, quizás obtendría un muslo de pollo a la mañana siguiente.
Nunca tuvimos mucha comida, pero era suficiente, al igual que el dicho de mi mamá. Y éramos felices, eso hizo feliz a mi madre.
* * *
Crecimos en un barrio peligroso. Hay una gran cantidad de pequeños poblados en las Bahamas y el mío era llamado la Eight Mile Rock. Dentro de la casa, no había nada más que sonrisas y amor. Pero afuera, siempre oíamos discusiones. Chicos más grandes estaban drogados en las esquinas, todos sabíamos quiénes eran. Era difícil encontrar un trabajo, por lo que la gente simplemente merodeaba en las calles durante el día.
Nunca tuvimos una cancha de basketball de verdad en el vecindario hasta cuando cumplí 12 años.
Así que cuando tenía como 11 años decidí construir mi propio aro. Déjame decirte, yo no estaba destinado a ser un carpintero. Sin embargo estaba decidido, me dedicaba a explorar las casas abandonadas en busca de materiales. Estaba rompiendo todo tipo de maderas de las casas, pero ellas nunca tenían el tamaño o la forma correcta. Así que tuve que conseguir una sierra y tratar de cortar, pero era demasiado pequeño para mantenerla firme. Mis primeros tableros eran una locura cuando los veías, todo tipo de formas extrañas. Viendo atrás tenían algo de artístico y fresco.
Pero los niños se quejaban:
“Hey Buddy, como se supone que metamos tiros en ese triangulo invertido? Hombre Buddy, el tablero se está pudriendo”.
Mis amigos me trataron duro por un tiempo, pero en secreto yo creo que lo apreciaron. Porque era nuestra cancha.
Me encantó la sensación de crear algo de la nada. No me refiero sólo al aro de baloncesto. Me refiero a la libertad que el aro nos dio. La libertad para jugar cuando quisiéramos. Podía oír la voz de mi mamá “puede que no tengamos mucho, pero es suficiente”.
Como sea, conseguí la mejor sierra y pronto supe las dimensiones exactas del tablero. Podía tener hecho uno en un par de horas como máximo.
A veces los traficantes de drogas de la esquina me preguntaban qué es lo que estaba haciendo cuando caminaba por ahí.
“He Buddy, que demonios haces con ese cajón de leche?”
“Va a ser un aro de baloncesto” yo decía sonriendo.
Obviamente (estaba robando los cajones de leche de mi abuela. Disculpas abuela).
Los traficantes eran chicos que la mayoría de los niños querían evitar, pero fue divertido, nunca me empujaron a las drogas o me dieron algún problema ¿Por qué? Debido a que sabían de mi mama – todos en la Eight Mile Rock sabían quién era mi madre – y nadie quería tener problemas con ella. La gente llegaba a mi casa respetando a mi madre porque ella abrió sus puertas a los niños que necesitaban una comida. Eso significaba menos comida para mí y mis hermanos, pero eso nos hizo trabajar, siempre hemos escuchado a nuestra madre.
Uno de esos traficantes usualmente venía cuando todavía era un niño. Yo era demasiado joven para recordarlo, el nombre del niño era Miko. Te voy a contar todo sobre Miko en un segundo.
Mis aros de baloncesto eran decentes (había progresado de cajones de leche a aros de bicicletas a lo largo de los años), pero no duraban. Lloramos algunos días – con un mate de molino o cuando alguien estúpidamente se quedaba colgado en el aro. Es por eso que siempre estaba construyendo otros nuevos.
Al cabo de unos años la Eight Mile Rock consiguió un parque nuevo. Era como la navidad, fue algo grandioso, nueva pista, nuevos aros. Fue uno de los días más memorables de mi infancia. Finalmente tuvimos nuestra propia cancha completa para jugar, y todo el mundo quería venir a jugar.
Durante la noche venían algunos de los mejores jugadores iban ahí. Y esto me lleva a Miko.
Miko era una leyenda en el parque, era uno de esos tipos que saca “oohs” y “aahs” cuando estaba en la pista, era el tipo de jugador del que todos se juntaban para verlo cuando estaba jugando. Lo vi jugar todo el tiempo ahí, era una leyenda. Era tal vez 10 o 15 años mayor que yo, cuando lo conocí tenía unos veinticinco. Y él sólo dominaba, su tiro en suspensión no podía fallar. Su movimiento de balón era una locura y era un finalizador sobre el aro. Un competidor completo. Miko no perdía.
Y Miko se mostraba en las canchas siempre usando un equipamiento atractivo. Él más caro y ostentoso nuevo equipamiento. Te lo digo, yo quería ser Miko.
Pero Miko era un dealer de droga, estaba atrapado en esa vida.
Cuando tienes 10 u 11 años, hay ciertas partes de la vida que no entiendes realmente. Cuando te haces mayor, quizás a los 13 o 14, se llegan a comprender mejor las cosas. Imaginaba a Miko como un jugador de basketball profesional. Era como Iverson o Kobe para mí. Pero a medida que fui creciendo empecé a ver que Miko era una superestrella que estaba atrapado en Eight Mile Rock, en la vida del negocio de las drogas.
Fue impactante para mi darme cuenta que a esa edad que alguien tan bueno como Miko nunca fuera a salir de la isla. Tan bueno como sus pasos de titubeo lo eran, tan suave como era su stepback para tirar de tres. Él no tenía ninguna posibilidad.
Entré en la escuela secundaria y perdí la noción de Miko. Estaba jugando más ordenado y ya no iba tanto al parque.
Unos tres años más tarde nuestra familia se mudó de Eight Mile Rock, en ese momento yo estaba siendo reclutado por una preparatoria en Kansas. Era la gran oportunidad que necesitaba, y sin eso yo probablemente nunca habría tenido la opción de jugar por Oklahoma u otra universidad de los Estados Unidos.
Una noche me acuerdo que estaba en la casa de un amigo viendo los Playoffs de la NBA cuando alguien me vino con una noticia: ¿Has oído sobre lo de Miko?
No tenía que escuchar el resto para saber que algo malo había pasado. Más tarde nos enteramos de los detalles: a Miko le habían disparado y había muerto.
Incluso hoy me coloco muy triste cuando pienso en Miko. Aunque probablemente tomo malas decisiones en su vida, todavía pienso que podría haber sido yo. Hay un montón de Mikos en las Bahamas. De algún modo, podría haber sido cualquier muchacho de la Eight Mile Rock. La verdad es que hay algunos que se les da mucho mejor el baloncesto que yo cuando vuelvo a casa, con mucho más potencial que yo. Ellos nunca han tenido el apoyo que tuve. O quizás la suerte, o una mezcla de ambos.
Recordé lo que dijo mi mamá acerca de ser agradecidos.
* * *
No puedo creer que este sea mi último año en la Universidad de Oklahoma. Mi último año… eso es una locura incluso dicho en voz alta.
Mi año senior… eso es aún más loco, porque casi no tengo un año senior. La primavera pasada cuando tuve la oportunidad de entrar en el Draft, no voy a mentir, fue una decisión difícil. Cualquier niño de las Bahamas sólo podía soñar con la NBA. Pensé de nuevo en tipos como Miko – y en todos los otros niños con los que crecí jugando basketball.
El Draft se acercaba y era hora de tomar una decisión. Así que fui con la persona más cerca, y esa es mi madre. Al final, no fue tan difícil tomar la decisión de volver un año más a la Universidad de Oklahoma por mi año senior.
No había manera que no volviera al equipo. El programa de basketball de Oklahoma es lo que me convirtió en el jugador que soy hoy. No habría manera de no volver con todos mis compañeros, con esos locos fanáticos que esperan fuera del Lloyd Noble Center cada juego. No había forma de no volver a mi último año en la Universidad, la que creyó en mí antes de que me convirtiera en Buddy Hield. Cuando era sólo un chico rápido llamado Buddy de las Bahamas.
Tenemos un equipo especial este año. Viendo atrás a lo que mis compañeros y yo hemos logrado me siento muy afortunado. Personalmente me siento orgulloso de haber pasado cuatro años en Oklahoma, cuando mi último partido de la NCAA llegue voy a mantener mi frente muy en alto. La Universidad de Oklahoma me ha dado mucho y voy a dejar todo ahí afuera en la cancha. Voy a darlo todo, y sé que será suficiente.
Eso me recuerda que es mejor no olvidar dar las gracias a uno de mis mejores amigas por hablar acerca de algunas sensaciones que tengo dentro. Ella es la que persona que ha viajado conmigo desde las Bahamas cada invierno para verme jugar durante todo la temporada en Oklahoma. Ella es mi roca, siempre lo será. Puede que incluso la hayan visto en televisión vistiendo su camiseta de los Sooners.
No importa como termine esta temporada, soy el hombre más afortunado del mundo. Los últimos cuatro años han sido un viaje inolvidable. Todo se lo debo a mis compañeros de equipo y al cuerpo técnico por creer siempre en mí y presionarme.
He tomado buenas decisiones hasta el momento en la vida, con un poco de ayuda de mi mejor amiga.
Gracias mamá. Esto es más que suficiente.
Buddy Hield