Volvía a llenarse, en la tarde de ayer viernes, el Palacio de los Deportes de Riazor, para presenciar el tercer asalto de la ronda de semifinales de los playoffs de LEB Oro, en el que el Club Melilla Baloncesto iba a tratar de ponerse por delante en una eliminatoria que a priori debiera estar certificando ya, pero que se le había complicado por el buen hacer del Leyma Básquet Coruña, que había empatado la serie en el Javier Imbroda, y había presentado una proverbial brega para mantener sus opciones de avanzar en el cuadro. Así fue, de hecho, y los del equipo coruñés volvieron a golpear y pusieron el inesperado 2-1, dominando desde el primer segundo, en un choque en el que, más bien, parecía que eran los de naranja el equipo grande y no la revelación de los Playoffs, en lo que está siendo un acto de fe al que los habitantes de la ciudad, tras años viendo también al Real Club Deportivo, están acostumbrados, y de los que disfrutan.
Empezaba el partido con los de naranja escapándose en el marcador, merced a un acierto desde más allá de los 6’75 metros que se mantendría como denominador común de su juego, y que les permitía encadenar las primeras ventajas del partido, con un parcial inicial de 8-0. A pesar de todo, los de Melilla sabían el juego que tenían que desplegar y, más centrados tras los minutos iniciales, eran capaces de colocar un parcial de 5-0 para volver a meterse en el choque. La tónica se mantendría igual hasta el final del cuarto, que iba a terminar con 22-15 en el casillero.
Comenzaba el segundo periodo con el Básquet Coruña circulando el balón rápido, manteniendo la intensidad defensiva, mientras que Melilla trataba de continuar con su juego, sin dejarse amedrentar, haciendo gala de su condición de favorito en la eliminatoria. Ninguno de los dos equipos era capaz de llevar un tempo claro del partido, siendo más bien un toma y daca. Sin embargo, el movimiento de balón de los de Tito Díaz, comandados por un genial Monaghan a la batuta, el buen hacer de Sergio Olmos y Zyle en la pintura y el dominio de los dos tableros -8 rebotes ofensivos al descanso- conseguían mantener a los naranjas en el partido, en un momento en que su efectividad de cara al aro se resentía –se irían al descanso con un 33% de acierto en tiros de 2- sólo maquillada por un par de triples en momentos clave, vitales para no perder comba, tras un parcial de 6-0 de los de Alejandro Alcoba. Tras tiempo muerto a 1:19 para el final, ambos conjuntos optaban por posesiones largas, consumiendo el tiempo restante para irse al descanso con dos puntos de ventaja favorable al conjunto herculino.
Iba a arrancar el tercer cuarto con los dos conjuntos atascados en la circulación del balón, convirtiendo el encuentro en un correcalles, con igualadas en el marcador constantes. La pelea de los naranjas, en especial la de Sergio Olmos en la pintura para secar a Hernández Sonseca, un pívot de pura raza ex de la casa, ya mayor a sus 32 años pero todavía peligroso, y la de Zyle -como llevaba haciendo todo el encuentro- para dominar la zona en el momento en que cada tiro salía rechazado, era capaz de contrarrestar, dentro de lo posible, el incisivo juego del conjunto africano que, aunque no era capaz de sacar ventajas claras tras bloqueo directo ni dentro de la zona, estaba acertado de cara al aro (iba a terminar el partido con un 59% de acierto en tiros de 2), mientras que, para los de casa, únicamente Burjanadze era capaz de añadir algunos puntos al marcador. Así las cosas, terminaba el tercer cuarto con 51 a 50 en el luminoso.
Daba comienzo el último cuarto con un parcial de 8-2 favorable al Básquet Coruña, que salía enchufado, igualando su máxima ventaja (+9). Ben Stelzer, lesionado y sin haber podido entrenar en toda la semana, se ponía el traje de superhéroe y anotaba tres triples seguidos que hacían vibrar al Palacio e insuflaban en sus compañeros renovadas energías. Volvía la inspiración ofensiva a los pupilos de Tito Díaz, que veían la victoria cerca. El duelo defensivo estaba siendo también digno de mención. Los dos equipos presentaban solidez en un partido que estaba siendo muy físico, en que se estaba demostrando que también se puede jugar a baloncesto sin necesidad de disponer de dotaciones presupuestarias astronómicas o de licencias que muestren un supuesto nivel.
En un último arreón, y bajo el enfervorizado ánimo de la afición coruñesa, los herculinos consiguieron ponerse 11 arriba y volver a dar la sorpresa ante un Melilla Baloncesto que partía como favorito intocable para lograr el ascenso y se estaba atragantando con el ardor guerrero de los de naranja, en un partido en que la defensa y el tiro de 3 fueron los encargados de hacer posible la victoria.