Comienza un nuevo curso y llega un profesor con una metodología de trabajo diferente a los demás. Un hombre preparado para transmitir todos sus conocimientos a unos alumnos que aguardan con esperanza el recibimiento de su instructor. Se trata de John Keating (Robin Williams en Dead Poets Society), un hombre que marcaría una etapa importante en la vida de los estudiantes. Algo así sucede con Pedro Martínez en el Valencia Basket.
Evidentemente cuando el entrenador catalán llegó para dirigir el barco taronja ya era sobradamente conocido por todos los aficionados a la Liga Endesa. No es para menos, puesto que actualmente es el técnico con más encuentros de la competición doméstica. Su experiencia y sabiduría le sitúan en un respetado lugar en el mapa, ese que llevó a los Goonies a la búsqueda de un preciado tesoro. En este caso hablamos de la grandeza en el juego colectivo que ha impulsado a los valencianos a alcanzar la final de la Copa del Rey.
A diferencia de los Goonies, el club de la capital del Túria no pudo vencer a los “malos”, ni superar todas aquellas trampas que recibieron en el camino (decisiones arbitrales). Lucharon por llegar antes que su rival con el mayor número de puntos al final del encuentro, pero un pirata llamado Sergio Llull sacó su garfio para imponer su ley y demostrar que no se equivocó cuando decidió continuar en el Real Madrid en lugar de marcharse a la mejor liga del mundo. El Valencia Basket, al igual que Peter Pan, sufrió en sus carnes lo que es enfrentarse a todo un Capitán Garfio con su particular dominio de los mares. Defendieron con toda su energía, se vaciaron hasta exprimir el último gajo de la naranja pero cuando enfrente tienes a unos piratas con un barco exageradamente preparado para cualquier batalla y que navega con viento a favor, es muy difícil de vencer.
No nos olvidamos de Robin Williams y su impecable papel como profesor de literatura, que tanto ha dado de que hablar. Con motivo del 30º aniversario del Valencia Basket no hemos dejado de ver referencias históricas sobre el club taronja, lo cual recuerda a la mítica escena en la cual le pide a sus alumnos que abandonen momentáneamente el aula y en el pasillo les señala un poema que Walt Whitnam le dedicó a Abraham Lincoln: Oh capitán, mi capitán. Posteriormente les señala una orla de la primera generación de estudiantes, recordándoles que no entendieron el concepto del carpe diem, pero ahora desde el más allá, piden a los nuevos estudiantes que no pierdan lo que no podrán volver a recuperar: el tiempo, nuestro valor más preciado. En Valencia saben perfectamente que están viviendo una magnífica temporada y que deben disfrutar de ello porque las rachas al igual que vienen se van.
Decía William Shakespeare: “El tiempo no vuelve atrás, por lo tanto, planta tu jardín y adorna tu alma en vez de esperar a que alguien te traiga flores”. Y así es, en el jardín (no de la alegría que diría Melendi) vemos brotar árboles plantados por todos y cada uno de los entrenadores que han pasado por el club. Actualmente los que más florecen son los que en su día plantaron Miki Vukovic, Neven Spahija, Svetislav Pesic y Velimir Perasovic, también lo hacen tímidamente los que dejaron Fotis Katsikaris y Carles Duran. Sin embargo, hay uno que cada día es más frondoso, se trata del que está cultivando Pedro Martínez a diario. Trabaja desde el principio porque ese árbol marque el presente y futuro de la entidad valenciana.
El Valencia Basket está travesando su mejor momento de la temporada, alcanzando cotas que al arranque del curso baloncestístico 2016-17 parecían inalcanzables. ¿Por qué? Pues muy sencillo, al equipo le costó carburar y ahora está preparado para cualquier reto. Es cierto que hay un dicho que dice: “Las cosas de palacio van despacio”, pero este club, pese a que no le falta dinero, no vive en un palacio. Esos lugares están reservados para el Real Madrid y el FC Barcelona Lassa, solo ellos acaparan el protagonismo que les permite llenar sus vitrinas cada temporada, aunque los azulgranas hace tiempo que se acostumbraron a ver como los madrileños se suben al escalón más alto del podio. Los culés tienen que estar viviendo una situación similar a la que se siente al situarse debajo de la Torre Eiffel. Por su parte, los taronja pueden decir que en esta última edición subieron a lo más alto del importante monumento parisino, llegando a acariciar la cima. Una cima que moralmente lograron. En la realidad, apareció el tío del mazo para bajarles rápidamente y despertarles del sueño. Un sueño en el que llevan más tiempo que Antonio Resines en Los Serrano, que ya es decir.
Hace unos años decidieron centrarse en hacer las cosas bien, tanto a nivel económico como deportivo, fruto de ello se ve reflejado en los resultados temporada tras temporada. El balance desde hace aproximadamente nueve años resalta una notoria mejora. El club se ha acostumbrado a poder situarse a las puertas de los palacios, de los cuales han sido rechazados en numerosas ocasiones por su belleza o quién sabe si será por no tener un apellido que sea “Club de Fútbol”. Sin embargo, no dejan de luchar por situarse en el espacio que de verdad merecen.
El filósofo budista, escritor y poeta japonés Daisaku Ikeda dice: “El esfuerzo y el trabajo duro construyen el puente que conecta tus sueños con la realidad”. Ese puente ese el que está permitiendo a los taronjas situarse semana tras semana con los mejores equipos del viejo continente. Eso solo puede suceder en clubes que representen a la perfección la “Cultura del Esfuerzo”. Solo así pueden acercarse a las puertas de los preciosos lugares habitados por los dos clubes ya mencionados.
Esa insistencia por perseguir los sueños es la que llevó a Neil Perry (Robert Sean Leonard) a revelarse contra su padre para cumplir su ansiado deseo de protagonizar una obra teatral de Shakespeare. Acabó cumpliendo su principal sueño pero su padre no solo no le felicitó, sino que además le dijo que iba a sacarlo de una academia en la cual estaba obtenido resultados de sobresaliente. Algo así sucede con la Euroliga y el club taronja, al cual ha rechazado de su selecto grupo pese a una extraordinaria trayectoria.
Afortunadamente esta historia no va a terminar igual que en el largometraje de Dead Poets Society, donde el joven se suicida, sino que la fiel afición seguirá dejándose la voz para animar cada día a los suyos y así poder regresar a los altares del viejo continente. El club merece entrar en el selecto palacio liderado por Jordi Bertomeu.