Puerta atrás. Balón en el aire. Alley-hoop . Mate de espaldas. Rudy Fernández. Una vez más.
Rudy Fernández es uno de esos jugadores que tanto nos han hecho soñar en directo con la selección española. El mejor alero de Europa casi con toda probabilidad durante un lustro. El único de los habituales en la selección que no ha descansado ningún verano desde que hace ya una década comenzó el ciclo dorado del grupo. El protagonista de una acción que en un futuro seguirá reproduciéndose en las memorias de los que tuvimos el placer de disfrutarla . Hablo del mate por encima de “Superman” Howard.
Recuerdo a Rudy en la final olímpica de 2008 zarandeando a LeBron James para terminar anotando un triple en step back. Recibiendo un pase de alley hoop del Chacho en 2006 y colgándose de espaldas. Poniéndole un fundamental tapón a Tony Parker en la última semifinal europea. Levantando la Novena en el Palacio de los Deportes. Repartiendo gloria, siempre.
No obstante, Rudy siempre ha contado con un amplio grupo de detractores que le han atizado por diferentes motivos. Posiblemente en algunas ocasiones lo hayan hecho acertadamente. Quizás en otras equivocadamente. Lo que está fuera de toda duda es que el prodigio físico mallorquín no deja indiferente a nadie. Es probable que con él no exista el término medio. Su juego aboga por ello. El vértigo que transmite nos transporta en ocasiones hacia un caos lógico que sólo los que siguen su ritmo pueden comprender. Por ende, su caliente carácter le conduce hacia determinados comportamientos contrarios al modelo a imitar. Y eso es lo que ha provocado que una parte de la opinión pública no le tenga en la consideración que sí han adquirido otros.
Desde el jugador espectacular y físicamente inabarcable que dio a luz la Penya, Rudy ha sido capaz de evolucionar temporada a temporada incluyendo en su agenda aspectos que a posteriori los rivales tratarían de plagiar. El sello de Aíto García Reneses creó una autoconfianza en Rudy que le hizo destacar por encima del resto. También ha sido el primer español capacitado para competir en un concurso de mates de la NBA. En él, Rudy lució una camiseta homenajeando al que allanó el camino hacia el otro lado del charco. En él, Rudy se puso la camiseta que en Portland portó Fernando Martín.
Personalmente, diría que su paso por la mejor liga del mundo no constituyó un fracaso. Si bien no logró afianzarse por varios motivos, consiguió que los estadounidenses comprendieran que no sólo allí existían los prodigios físicos y que un delgado escolta que no llegaba a los 2 metros podía competir con los físicos más atléticos de la NBA.
Después recaló en el Real Madrid, donde fue recibido como jugador franquicia y estrella que debería abanderar el proyecto encauzado hacia la consecución de la novena Euroliga. Y así fue. Durante su estancia en la capital, el excelente exterior mallorquín ha conseguido reinventarse y convertirse en el mejor defensor de Europa, según mi criterio. Ayudas de lado débil, rapidez de manos impresionante, traps, intensidad y otras características lo hacen ineludible en el esquema baloncestístico de Pablo Laso.
Por estos y otros tantos motivos, me gustaría recordarle al mundillo de baloncesto nacional que Rudy Fernández es uno de los más grandes. Alguien que ha dejado acciones que siempre recordaremos y que, posteriormente, ha sabido reconducir su juego pasándose al lado oscuro del deporte. A la sombra, al trabajo de los intangibles, a la técnica defensiva que deberíamos inculcar a todo jugador de baloncesto en etapas de formación. Sin olvidar que, como todos los excelentes jugadores, continúa teniendo la capacidad de romper partidos gracias a sus amplias facultades ofensivas. Y asimismo porque Rudy Fernández lleva siendo el alero titular de la selección española durante los 10 últimos veranos de una forma ininterrumpida. Arriesgando su maltrecha espalda para defender los colores de la selección. Siendo consciente de que, posiblemente, no podría alargar tantas temporadas su carrera como otros que sí descansaron.
Esto y mucho más es Rudy Fernández, uno de los jugadores más infravalorados de la historia del baloncesto nacional. Pero el más fiel a la selección. Un gran estandarte para el Real Madrid y España. El alero que nos hizo pensar que había vida extraterrestre fuera de Estados Unidos.