Erick Green vive actualmente a 9700 kilómetros de su ciudad natal, Inglewood. Pero hubo un tiempo en el que solo estuvo a 1350. Ese período fue cuando recaló como jugador de los Denver Nuggets. La relación entre Green y el equipo de Colorado fue un amor de verano, de esos que una vez se termina el calor, la magia desaparece.
Todo comenzó en el verano de 2013. Erick Green, tras una exitosa carrera en la universidad de Virgina Tech, se presentaba al Draft con la mayor ilusión del mundo. Su familia se reunió para no perderse la cita, pero esta no terminó siendo como se esperaba. El californiano acabó en el puesto 46 de la segunda ronda elegido por Utah, quienes más tarde traspasarían sus derechos a los Nuggets. Y aquí empezó el idilio entre Erick y Denver.
El primer contacto real fue en la Summer League de ese mismo año. Las sensaciones no fueron malas para los de Colorado, sin embargo, los 9’3 puntos en seis partidos de Green no lograron convencerlos para ofrecerle un contrato. Y toco emigrar. Italia fue el destino escogido. El Montepaschi de Siena, el equipo.
Segundas partes nunca fueron buenas
Tras ese año fuera de su país, el norteamericano volvió a Estados Unidos con más ganas que nunca. Su sueño era la NBA y sabía que en Denver estaba su oportunidad. Demostró que Europa le había hecho más fuerte. En la Summer League de 2014 promedió 16’6 puntos, 3 rebotes y 2’6 asistencias en cinco partidos.
Y Denver le premió. Un contrato de 2’3 millones de dólares de tres temporadas. La salida de Aaron Brooks a Chicago les obligó a buscar un tercer base, y confiaron en Erick para el puesto. El romance veraniego poco duró a los Nuggets. En enero, tras las navidades, decidieron cambiarle de novia al jugador. La D-League esperaba a Green con los brazos abiertos de la mano de Fort Wayne Mad Ants.
Pero Erick no tuvo tiempo de adaptarse a su nuevo hogar. En tan solo cinco días, Denver volvió a llamar a su puerta. La pareja continuó con sus contratiempos, y el 15 de abril vivieron su noche mágica. 17 puntos, 7 asistencias, 4 rebotes y 1 robo fueron los brillantes números de Erick Green, que no fueron suficientes para evitar la derrota ante Golden State Warriors.
Erick no volvería a sentir esa sensación con la camiseta de Denver Nuggets en la pista. Sin embargo, no se puede decir que no lo intentara. De nuevo, intentó en verano perseguir lo que tanto ansiaba: asentarse en la NBA. 14’8 puntos, 1’4 rebotes, 4 asistencias y 1’8 robos en cinco partidos con un ochenta por ciento en tiro de tres.
Denver continuó confiando en el californiano, pero la mala suerte quiso aparecer. Green se lesionó en la rodilla en el inicio de temporada. Nunca consiguió coger el ritmo de competición y su ambición por un puesto en la rotación se esfumó en noviembre de 2015. En ese mes, Erick fue cortado por la franquicia de Colorado para readmitir a Kostas Papanikolaou.
Nunca más ha vuelto a vestir la camiseta de los Nuggets sobre una cancha de baloncesto. Y aunque lo intentó con Utah Jazz, su efímero primer pretendiente, la NBA le daría la espalda. Grecia y España le aguardaban. Ahora anota sus puntos en Valencia. El resto, el futuro lo dirá.