El hermano pequeño

Al final, Marc también ganó su anillo

Yo soy hermano mayor. Parece un dato intrascendente, y en gran medida lo es, pero es que ser hermano mayor ha sido mi carta blanca a lo largo de estos 18 años. Y no negaré que ser hermano mayor es bastante mejor que ser hermano pequeño (me vas a matar, hermanita), y creo que es algo que no cambiaría por nada del mundo.

Sin embargo, llega un momento en el que las sombras se hacen un poquito más grandes para el hermano mayor, y al pequeño se le facilita un poco el terreno. Llega una edad en la que el hermano pequeño empieza a aprovecharse de ciertas ventajas que el mayor va dejando por el camino. Es el hermano mayor el que va rompiendo las barreras ¿no? De toda la vida. El que va ganando poco a poco las batallas. El que va allanando el camino al pequeño. El que se lleva la bronca gorda cuando vuelve por primera vez a casa con alguna copa de más, o el que sobrepasa la línea de las cuatro de la mañana, con sus consecuentes collejas y el mes sin salir en cualquiera de los casos. Seré yo, en base a esto, el que tendrá que pedirla rédito a ella.

Como suelo ser la excepción en la mayoría de los casos, siempre he disfrutado más con las pequeñas historias. Son esas historia de las que nadie habla las que a mí me hacen encontrar la más pura de las bellezas. Las que pasan un poco más desapercibidas. Es ese punto muerto en los focos el que me hace encontrarme con la parte más honda de mi corazón. Creo que por eso entiendo tan bien la historia de Marc, la he observado tantas veces al otro lado de la habitación que, incluso, me hace conectar con una parte de mí que creía muerta.

Los Gasol se han tomado su propia narrativa demasiado en serio. Vamos, como todo lo que han hecho estos últimos 20 años. Como si de una película de Holywood se tratase. Pau fue el primero en dar el salto a la NBA, luego fue su hermano (¡y en el mismo equipo!). Pau fue el primero en participar en un All-Star de la NBA, después fue Marc el que se codeó con los mejores. Algunos contaremos que, años después, saltaron juntos… ¡Como si no se hubieran encargado ellos de escribir su propia película!

Hoy, 14 de junio, se cumplen exactamente 10 años (increíble, también el mismo día) desde que Pau saltara la valla más grande alta de todas, no sólo para la familia Gasol, sino también para todos los que soñamos algún día, de manera utópica, que uno de los nuestros pudiera coronar tierras americanas con tal gesta. Pero es que, además, lo repitió al año siguiente. Y su hermano Marc, que se ha ganado a pulso estos últimos años el dejar de ser “el hermano de Pau”, algo que se antojaba muy complicado, como buen hermano pequeño, ha querido seguir sus pasos. Algo que, como he comentado antes, se ha tomado muy enserio.

Se lo ha tomado muy en serio, principalmente, porque ni lo ha tenido tan fácil como su hermano, ni nosotros se lo hemos puesto sencillo tampoco. Basta un simple reto para que un Gasol se ponga el mono de trabajo, sinónimo de éxito. Como nos demostró Pau en su día, y nos ha vuelto demostrado Marc. Bastaba sólo un empujoncito.

Bastaba un empujoncito, quizás, para jugar ese Mundial en el que tan pocas expectativas había y que cambió por completo su carrera. Bastaba un pequeño empujoncito para que un monstruo llamado Schortsanitis se quedara en el hotel un tal 3 de septiembre de 2006, pues nadie le recuerda en esa histórica final. Bastaba un empujoncito para volar hacia Memphis para convertirse en el mejor jugador de la historia de la franquicia, con el peso de su hermano a cuestas. Y, por último, bastaba tan sólo un último empujoncito para que, al igual que pasara en su día con Pau, decidiera dar el paso de salir de Memphis y recalar por fin en un equipo con vistas a la corona. Y lo más complicado de todo; coronarse.

Este anillo no sólo vale tanto como el esfuerzo de una carrera deportiva dedicada al arte de ganar. Vale muchísimo más que eso. Vale muchísimo más de lo que incluso el propio Marc pueda imaginar. Vale tanto, tanto, que no me imagino lo difícil que será explicarle a mi hermanita que no sólo las grandes historias triunfan. Que a veces, el éxito también está en la cama de al lado. O en la habitación de al lado, los que no la compartís. Que el éxito, a veces, está en las pequeñas historias.