La muerte de una generación que ahora vive por Kobe Bryant
Kobe Bryant deja un enorme vacío en el baloncesto mundial
Pues a mí Kobe sí me gustaba. Ni lo odiaba a él, ni odiaba todo lo que lo envolvía, ni mi poca simpatía por los Ángeles Lakers podía eclipsar la inmensa admiración que sentía y sigo sintiendo por su figura. En realidad, es más que eso. Muchas de las influencias que he tenido a lo largo de mi vida son suyas, o están ligadas a él de una manera o de otra. Un hombre tremendamente inteligente, con una capacidad bestial para comunicar y, está de más comentarlo, una ética y concepción del trabajo que nunca hemos visto en ningún otro deportista.
Quizás por eso, su muerte, me pilla a contrapié. Por eso se me hace tan complicada de entender. Por cómo ha pasado y en qué circunstancias ha ocurrido. Es ACOJONANTEMENTE simbólico que la única derrota de Kobe Bryant en su vida tenga que llegar sin previo aviso, sin la posibilidad de haberle hecho frente.
Tan devastado estoy, que ni siquiera sé cómo estoy siendo capaz de poder transmitir lo poco que mi cabeza, una cabeza que aún no ha asimilado tal pérdida, me está dejando transmitir. Hablo por mi, pero con la convicción absoluta de que hablo al mismo tiempo por toda mi generación. Eso es, siendo sincero, lo que más cala en mí de toda ésta historia. Ni quiero ni pretendo apropiar un símbolo a una generación determinada, creo que es de las cosas más injustas que se pueden hacer en este momento. El dolor nunca se acota, ni se somete a juicio. Pero las consecuencias que tendrá la muerte de Kobe Bryant en los nacidos entre 1985/1990 y 2001/2002, intentando ser lo más justo posible también en cuanto a fechas, será absolutamente histórica, y nos marcará a todos por el resto de nuestras vidas.
A lo largo de la historia, desde un punto de vista sociológico, el ser humano tiende a ordenar a sus propios iguales en grupos de características, es prácticamente una necesidad básica. De ahí nacen las conocidas «tribus urbanas», o siendo muchísimo más global, las generaciones. Y nuestra generación, la de los nacidos entre las fechas citadas, este suceso, además de no tener precedentes, es tremendamente simbólico, pues ninguno de nosotros entiende el baloncesto si Kobe Bryant. Conceptualmente, pero lo que es más importante, emocionalmente, este palo es casi definitorio, en mayor o menor medida, para la capacidad que tendremos de ahora en adelante para entender el baloncesto y, sobre todo, la vida. Para nosotros, me atrevo a hablar por todos, esto marca un antes y un después mucho más potente que para la generación de nuestros padres. Y un buen amigo, de la generación que creció con Michael Jordan, la de los nacidos a finales de los 70 y principios de los 80, me lo ha hecho entender. Me contaba que, efectivamente, no era el ídolo de su generación, pero nuestra propia implicación y el impacto que esto ha generado en nosotros, sus alumnos, le ha hecho comprender la magnitud.
Lo único que se me pasa por la cabeza desde hoy es la idea de crecer de golpe. O más bien, crecer después de un golpe. La noticia ha ido transformándose dentro de mí en diferentes sentimientos, en diferentes concepciones. Ayer por la noche, por ejemplo, no fui capaz de conciliar el sueño. He pasado toda la noche entre algodones, bebiendo agua cada vez que finalizaba el trayecto entre mi cama y la cocina, que he repetido tantas veces que soy incapaz de acordarme. A través de ahí, la mañana ha sido un continuo diálogo interno. Por una parte, mi raciocinio sí ha sido capaz de entender, ya con cada vez más información publicada, que Kobe Bryant ya no está con nosotros, mientras que por otra parte, otra región de mi cabeza ha seguido manteniéndose completamente fría, y todavía era incapaz de asumir que Kobe ya no está. Y otra parte, ésta la más emocional de todas, pasando auténtico quebraderos de cabeza, y sobre todo, de moral, se ha focalizado en explotar la idea más extraña de todas; «¿cómo es posible que me afecte tanto la muerte de alguien que no he conocido?».
A través de esa idea es como he entendido lo que Kobe Bryant supone para todos. Más allá de la innegable e ineludible condición humana, que se focaliza de manera más intensa con la muerte de Gianna y de las demás víctimas, lo que estamos llorando nosotros es, además de la muerte de una gran parte de nuestras infancias, todo lo que Kobe supone y ha supuesto para nosotros aún después de retirado, y todo lo que supondrá para nosotros también después de muerto. Y para esto, en realidad, no hay edades. Unos, dese ayer, crecemos de golpe. Otros, sin embargo, experimentan otro tipo de edad adulta. Y todos, absolutamente todos, tengamos 18 o tengamos 42, desde ayer, nos igualamos. Nos colocamos en el mismo nivel, en el mismo atril, y lloramos una de las pérdidas que más magnitud tendrán en la historia del deporte, y sin miedo a descalibrar, también de la historia de la humanidad. Por su figura, por lo que supone, y por lo generado a través de su propia personalidad.
«La cosa más importante es intentar inspirar a la gente, para que puedan ser grandes en lo que quieran hacer».
Kobe Bryant.
La muerte de Kobe Bryant supone un antes y un después para todos nosotros. En nuestra manera de relacionarnos con la vida, con el deporte, e incluso con nosotros mismos. Algo que, a su vez, nos unirá para siempre, sin importar edad, color o filia baloncestística. Ese es y será el legado de Kobe Bryant en este mundo, un mundo en el que intentó dejar huella como premisa principal, y del que se va como vino, tremendamente victorioso, y como lo que siempre luchó por ser; un ganador nato.
«La gente simplemente no entiende lo obsesionado que estoy con ganar».
Kobe Bryant.
Ese es tu legado, Kobe. Nosotros somos tu legado. Y estaremos eternamente agradecidos por ello. Aunque aún no seamos conscientes de lo que supone tu pérdida. Ni siquiera se si lo seremos algún día. Desde luego, al menos por mi parte, nunca lo sentiremos así.