«Frena. Ese ha sido el mejor consejo que me han dado nunca«.
Así evoca Jason Kidd a sus primeros años en la NBA. En una interesante entrevista por The Players’ Tribune, el ex-jugador recuerda cómo al principio le costó encontrar la calma en su juego.
En mis dos primeros años, tanto entrenadores como veteranos me lo decían una y otra vez: ¡frena, cálmate!
Los jóvenes no saben cómo jugar tranquilos. Lo sé porque yo fui uno de esos jugadores que tiran sin pensar. ¿Jugar tranquilo? Eso no era para mí. Cuando llegué a la liga, sabía que tenía dos grandes puntos fuertes: podía postear y era veloz. ¿Cómo podría deshacerme de uno de mis dos puntos fuertes? No le encontraba sentido.
No obstante, en su primer año no lo hizo nada mal, y en su segundo logró promediar 16.6 puntos, 6.8 rebotes y 9.7 asistencias, unos guarismos buenísimos para un sophomore. Posiblemente, el hecho de que su estilo funcionara más o menos de forma notable (su porcentaje de tiro, especialmente de triple, no era gran cosa), hizo más difícil hacerle ver lo necesario que es el timing.
Por otro lado, cuando eres joven piensas que puedes con todos. ¿Hay tres en frente? ¡Puedo con ellos! Me creía el mejor. Recibiría – o rebotearía si lo conseguía – el balón y simplemente echaría a volar. Contraataque a contraataque acababa con todos los rivales en la cancha, y mis compañeros siempre se quedaban detrás de mí diciendo «no podemos correr contigo».
Muchas veces quería cargar con todo el equipo, pero no era un tirador de primera. Así, a veces tenía que dar el balón para hacer jugadas, o bien tratar de forzar el tiro o la falta. Sin embargo, entre todo eso también realizaba malos tiros; y es que cuando eres rookie es difícil de verlo.
Me llevó más de dos años darme cuenta de que echar a correr no siempre era la mejor opción. Cuando fui a los Suns todo hizo ‘click’. Hay un dicho el baloncesto, «deja que el juego fluya«. Tras poco más de dos años conseguí darme cuenta de qué significaba. Pronto, comenzaron a aparecer nuevas líneas de pase, mis opciones se multiplicaban. La cancha se abría y el juego se ralentizaba, y yo por fin dejé de precipitarme.
Hay un ritmo para jugar bien desplegados en la NBA. Digamos que hay una canción para ello, y los buenos jugadores se mueven al son de ella. Tienes que estar muy atento a los espacios – posiblemente lo más importante de todo -, eso se puede ver en los Spurs. Nunca están demasiado cerca, nunca demasiado lejos. Mirando cómo se mueve el balón, ellos se mueven juntos y saben cómo mantener la calma. Eso es algo que no se puede pasar, simplemente se va desarrollando. Los buenos equipos te ganan con la velocidad, los grandes equipos por su ‘spacing‘ y ‘timing‘.
Ahora, siendo entrenador, lo veo todo el tiempo. Jugar tranquilo no implica hacerlo fácil. El objetivo es no precipitarse. Los chavales de 19, 20 años quieren echar a correr, algunos rookies creen que deben correr por estar en la NBA, pero a veces se exceden tanto que se cargan la jugada. Puedes ser el chaval más rápido, pero si lo emparejas con un jugador con timing, elegiré siempre al segundo.
Cuando me hice mayor, el concepto de jugar más despacio me fue ayudando cada vez más. Los jóvenes no podían conmigo, pues eran muy predecibles. Corrían como locos, gastando toda su energía y yo sabía que harían en la cancha.
Seamos honestos, tampoco digo que no haya que hacer mates o hacer algo bonito de vez en cuando, pero al tratar de adaptar el juego a como yo lo hice, quizás algún día pienses «¡Wow!, ahora todo es más fácil». Quizás, algún día dentro de varios años, estés en el asiento del entrenador donde estoy contándole lo mismo a una nueva generación.
1) me imagino cuantas veces tuvo esta misma charla con el griego loco
2) que frase se saco ! «Los buenos equipos te ganan con la velocidad, los grandes equipos por su ‘spacing‘ y ‘timing‘.».