Fin del culebrón. Nate Robinson, tras un mes deshojando la Margarita, se ha decantado por unirse a Los Ángeles Clippers, franquicia que le tentaba a tenor de un deseo de su entrenador, Doc Rivers, quien manifestó a los dirigentes de la misma su predilección por el menudo playmaker. El contrato, por el momento, tendrá una duración de diez días, aunque cabe esperar su prolongación hasta el término de la presente campaña.
Rivers ya tuvo bajo sus órdenes a Robinson. Fue en la temporada 2010-2011, en los Celtics de Boston, cuando el entrenador pudo degustar las habilidades del base: facilidad indiscutible para la anotación, carácter intrínseco para hacer frente a los partidos de más exigencia y una relación idílica con el graderío. Esto, unido al descaro y a los colmillos que le relucen en las batallas cruciales (playoff), cautivó al ahora entrenador de Clippers.
El roster del conjunto angelino consta de dos bases (Chris Paul y Austin Rivers). El primero, titular indiscutible y referente mundial en su puesto, comanda la actividad ofensiva de su equipo; el segundo, joven y por forjar, verá cómo su nómina de minutos se reduce a medida que las veladas ganen en solemnidad y pierdan ligereza.