David Blatt, un hombre sin límites

DESGLOSAMOS SU CARRERA

“Desde que era un niño en Boston soñé con formar parte de la NBA. Era ese tipo de chico que escuchaba cada partido de los Celtics con un transmisor pegado a la oreja”

¿Quién es David Blatt? Se preguntaban todos aquellos fans de la NBA que quedaron sorprendidos tras anunciarse que recalaba en los Cleveland Cavaliers para dirigir las riendas de un equipo que aspiraba a cotas mayores que en la anterior campaña. Pues bien, David Michael Blatt era considerado a su llegada a la mejor liga del mundo como uno de los mejores entrenadores del baloncesto internacional. Gran admirador de Friedrich Nietzche y un apasionado de la Antigua Grecia, conociendo a la perfección la cultura helena. Amable con todos, cuidando el trato personal y fortaleciendo las relaciones humanas. Con estas características se presenta un hombre sin límites.

Fuente: Ariel Leshinsky (CC)

Un 22 de mayo de 1959 llegó al mundo en Boston, la ciudad que cuenta con la franquicia más laureada de toda la historia de la NBA. Los barrios de la ciudad más poblada de Massachusetts vieron crecer a un niño a los que sus padres llevaban tanto los sábados como los domingos a la sinagoga. En alguna ocasión ha llegado a confesar su arrepentimiento por no haberse inscrito en las clases intensivas de hebreo que daban a los inmigrantes durante su infancia.

No fue un inicio fácil, ya que tuvo que lidiar con el punto más álgido de la Guerra Fría. Un joven con mucho mundo por vivir, que se unió a la Universidad de Princeton en su etapa como jugador, ejerciendo de base. Se graduó tras cuatro años, aprendiendo infinidad de cosas del legendario Pete Carril. El técnico de Pensilvania, que llegó a ser asistente en la NBA, le entrenó en dicha Universidad durante 29 años.

Aprendí mucho de mi carrera universitaria en Princeton«, dijo Blatt. «Carril es uno de los mayores talentos de la historia del baloncesto.”

En 1979 un ojeador se fijó en él y le dijo:

-¿Eres judío? ¿Te gustarías pasar el verano en Israel jugando al baloncesto y como voluntario en la comuna agrícola (kibutz) de Gan Shmuel?”

-“Genial”.

Tras aquella experiencia, puso rumbo a Israel dos años más tarde para militar en el Maccabi Haifa, permaneció durante tres temporadas y a partir de entonces cambió de equipo por temporada. En 1981, logró con USA la medalla de Oro en los Juegos Macabeos, a raíz de ello se marchó a vivir a Israel. Pasó por Hapoel Jerusalem (1986-1987), Maccabi Netanya (1987-1988), Elitzur Netanya (1988-1989), Hapoel Galil Elvon (1989-1990), Hapoel Jerusalem (1990-1991), Ironi Nahariva (1991-1992) y se retiró en el Maccabi Hederra (1992-1993). Su carrera como jugador finalizó cuando se rompió el tendón de Aquiles, casualmente el mismo héroe heleno que marcó su niñez.

Antes de colgar las botas entrenó a varios equipos de categorías inferiores, dónde conoció a una chica de Netanya que en el futuro pasó a ser su esposa. Contrajo matrimonio con Kinneret, y actualmente tienen cuatro hijos. Tres chicas y un chico, al cual a David le gustaría entrenar. Confesó que la forma de finalizar su carrera sería entrenándole.

Comenzó su aventura en los banquillos en 2004 cogiendo las riendas del Dynamo de San Petersburgo compaginándola con la selección de Israel. Tras terminar la campaña se marchó al Pallacanesto Treviso, antes de poner rumbo al Efes Pilsen y al BC Dinamo de Moscú. Durante aquella época alternaba los clubes con la selección rusa. ¡Un estadounidense-israelí entrenando a la Selección Rusa! Una historia sensacional, difícil de imaginar en sus primeros años de vida. Su mayor hazaña como seleccionador comenzó con el Eurobasket de España cuando su equipo venció a la anfitriona en la final con una canasta de J.R. Holden. En 2011 ocuparían el tercer escalón del Eurobasket, al igual que en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

Cuando finalizó la temporada en Moscú quedó libre y estuvo sin equipo hasta que le encomendaron la tarea de sustituir a Fotis Katsikaris en el banquillo del Aris. Nunca antes había cogido a un conjunto a mitad de la temporada y él como apasionado de la Antigua Grecia dijo:

“Aris, el antiguo Dios griego de la guerra, nos enseñó algo: tenemos que luchar.”

Ese espíritu es el que le ha llevado al éxito en su carrera. Al finalizar aquel curso firmó con el Maccabi, el que algún aficionado ha calificado como el equipo de Israel. Todas las esperanzas están puestas en ellos desde el momento en que se baja el telón. Un club que a su llegada poseía la friolera de cinco Euroligas. Era la gran oportunidad de un soñador como él.

Foto: Erik Drost (CC)

Su palmarés como seleccionador era admirable pero lo mejor estaba por llegar. En la memoria de muchos aficionados quedará marcado el 2014 como su gran año, que comenzó con un inicio gris del equipo. El jugador con el mayor salario se lesionó y parecía que los planes del equipo se lanzaban por la borda. Confió en un desolado Joe Ingles, ofreciéndole un hueco en la rotación, y se atrevió a fichar a un entonces desconocido Tyrese Rice. Un reto que ayuda a comprender porque el Maccabi no figuraba entre los grandes favoritos.

Las derrotas iniciales les impulsaron para catapultar una temporada de ensueño, en la que lograron la clasificación para la F4 de la máxima competición continental.

Lo que más valora de su trabajo es saber que la formación de los jugadores pasa por sus manos y que va a tener un peso importante en sus trayectorias, pero él no solo forma a jugadores también a personas. Es por eso que al final de las sesiones de entrenamiento, según cuenta Gigantes, se le escuchaba decir “soltad la PlayStaion y coged un libro”.

Llegaba la cita más importante de la temporada en el baloncesto FIBA de clubes y el CSKA les esperaba en las semifinales. Una renta de 15 puntos favorable a los rusos parecía determinante pero entonces el Maccabi arropado por su público, que se desplazó hasta Milán, consiguió una remontada a la heroica con la canasta decisiva de Tyrese Rice. En la final, también tuvieron que remontar la renta pérdida al inicio frente al Real Madrid. Mandaron el partido a la prórroga y el base de Richmond estuvo estelar dándole el triunfo a los suyos. Fue nombrado MVP, un galardón muy merecido al crack que cuenta con un pasado muy duro. Blatt apuntó el secreto del éxito:

Elegimos a las personas adecuadas. Jugadores con buen carácter, con calidad… pero sobre todo con el convencimiento de seguir los pasos de sus entrenadores.”

Tras conquistar la mejor competición posible en el viejo continente creyó que era el momento de dar el salto a la NBA y tenía claro que volvería a cruzar el charco si tenía la posibilidad de desempeñar un puesto de entrenador jefe. No le faltaron ofertas, ostentó la posibilidad de recalar en los Warriors como ayudante de Kett pero se decantó por los Cleveland Cavaliers, una franquicia que desde la salida de LeBron James no había pisado los Playoffs. Un nuevo desafío en su carrera y en una liga en la que no había militado.

Como hemos comentado anteriormente, mucha gente se preguntaba a su llegada a la mejor liga del mundo ¿quién era este hombre? Pues bien, viendo su ética del trabajo y su particular manera de adiestrar a sus jugadores el puesto de entrenador jefe era suyo. Los Cavs confiaron en un coach que lo había sido todo en Europa, pero que en Estados Unidos sería una gran incógnita.

“Desde que era un niño en Boston soñé con formar parte de la NBA. Era ese tipo de chico que escuchaba cada partido de los Celtics con un transmisor pegado a la oreja”

Cumplió su sueño desde niño. La elección en el primer puesto del Draft podía facilitar su labor como técnico, pero muchos se preguntaban aquella noche; ¿qué potestad tendría para llevar a cabo la selección siendo un recién llegado y rookie en la competición? Andrew Wiggins, era el elegido, que unas semanas más tarde se marcharía a Minnesota a cambio de Kevin Love y otros tantos jugadores involucrados en el traspaso.

La gran sorpresa saltó cuando las redes sociales confirmaban el regreso de King James a su casa mediante una emotiva carta. ¡El mejor jugador del mundo en su equipo! Probablemente podríamos pensar que le tocó la lotería, pero hay un dicho que dice que la buena suerte le llega a aquellas personas que la persiguen.

“Poder entrenar al mejor jugador del mundo es una bendición”

El técnico de Boston logró aparcar su ego adquirido en el viejo continente y pasar desapercibido ganándose la confianza del vestuario, como demuestran las siguientes palabras de LeBron James.

“Ser un técnico en la NBA y llevar a tu equipo a las Finales… Ha hecho un trabajo tremendo

No fue un camino de rosas, ni mucho menos. Cuando se aproximaba el Christmas Day, Anderson Varejao sufrió un desgarro en el tendón de Aquiles (¿les suena de algo?), que le impidió ayudar a sus compañeros en el resto de la temporada. Kevin Love no estaba rindiendo al nivel esperado, así que en las oficinas se plantearon traspasos. J.R. Smith, Iman Shumpert llegaron en la noche de reyes española para reforzar la estructura de Ohio, que aspiraba a todo.

Foto: Erik Drost (CC)

El equipo fue cogiendo forma hasta el comienzo de los Playoffs, en el cual dieron el do de pecho para ir superando las diferentes series que se imponían en su camino. Un camino en el cual se dejaron atrás por lesión a dos componentes del Big3, Kevin Love y Kyrie Irving. Alcanzaron la Final de la NBA sin poder contar con los dos escuderos del Rey. Los Golden State Warriors les esperaban en la cita, con un bloque compacto que había dado lecciones de como dar espectáculo en la mejor liga del mundo. Como dato curioso de la ronda decisiva, pudimos disfrutar de dos técnicos debutantes en la competición.

El joven base de 23 años salió a pista en el primer encuentro ante Warriors pero se rompió definitivamente, lo cual dejó caer todo el peso del equipo sobre LeBron. Blatt confió en el luchador Matthew Dellavedova para que transmitiese su agresividad defensiva al grupo y la serie fuese más física, un aspecto que no beneficiaba al rival. Consiguió esa hegemonía que llevó a los Cavs a competir unas finales en las cuales pudieron contar con un reducido número de jugadores. Finalmente el desgaste físico pasó factura y los chicos del entrenador de Boston no pudieron lograr el preciado anillo.

El rendimiento de LeBron James durante los partidos de la Final fue soberbio, exhibiéndose cada noche. Obtuvo unos promedios de 35.8 puntos, 13.3 rebotes y 8.8 asistencias. Su hazaña le sitúa como uno de los mejores de la historia, pero no pudo llevar el anillo a su tierra natal y cayeron por 4-2.

Siempre nos quedarán las preguntas de ¿Y si David Blatt hubiese firmado como asistente de los Warriors? ¿Y si LeBron no hubiese vuelto a casa? ¿Y si Wiggins no hubiese sido traspasado? Son cuestiones que nunca serán resueltas. Lo que está claro es que viendo su primera campaña en la NBA y le espera un futuro esperanzador en la liga.

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