Desde que acabase el curso pasada y empezase el verano 2015, todo el entorno de los Boston Celtics y del propio jugador hablaban que el principal objeto de trabajo para Marcus Smart durante la temporada estival iba a ser su capacidad como organizador de juego y su manejo de balón.
Tras una buena Summer League en este aspecto hasta que se rompió dos dedos de su mano derecha, los partidos de pre-temporada han ido demostrando la mejoría del jugador oriundo de Texas en este aspecto del juego, llegando a su culmen en el enfrentamiento de anoche frente a los New York Knicks donde alcanzó las 9 asistencias repartidas a lo largo del partido. Poniendo en cuarentena su dato al estar enfrente un equipo que ganó 17 partidos la temporada pasada, no solo es el frío dato estadístico sino las sensaciones que dejó y su actitud durante todo el encuentro, donde se le vio asumir toda la responsabilidad de crear jugadas para sus compañeros. De hecho, si estos no se hubiesen mostrado en lo general tan erráticos en el tiro sus estadísticas habrían subido considerablemente.
Su arco de crecimiento en este aspecto no solo es importante para su desarrollo como jugador sino que es una variable muy importante dentro de la ecuación del futuro de una franquicia que ahora mismo tiene muchas manzanas depositadas en la cesta del joven base/escolta.
«Estoy tratando simplemente de mantener al defensor en mi espalda. Soy demasiado fuerte como para no ir a canasta cuando quiero hacerlo. Así que estoy tratando de centrarme en buscar la línea y hacer jugadas para otros» Marcus Smart
Sería estúpido focalizar este aumento de sus prestaciones como playmaker en la voluntad del jugador en hacerlo, pero es obvio que sin esta predisposición habría sido imposible. Brad Stevens alababa tras el encuentro la buena voluntad que ha mostrado siempre el jugador en escuchar lo que él le decía en los entrenamientos y la hora de trasladar lo aprendido a la cancha.
En unos Boston Celtics donde las estrellas brillan por su ausencia, el juego de equipo, el ritmo de juego y las jugadas sencillas fueron las dos armas utilizadas por el entrenador para generar puntos. Así el pick and roll se convirtió en el pan y mantequilla, que dirían los angloparlantes, de los Orgullosos Verdes. Con un Smart cuyo estilo de juego en la Universidad podría titularse como «Bulldozer lanzado desde un avión» y que además no podía ser desarrollado al 100 % a causa de las molestia que arrastró durante todo el año, tuvo que ser Turner el que se echase el equipo a la espalda en cuanto a tareas organizativas se refiere.
El principal problema de Marcus Smart en el pick and roll no era una carencia en cuanto a manejo de balón, si bien es cierto que necesita seguir mejorando en este área, o de visión de juego (el año pasado dejó un buen número de asistencias bastante impresionantes y desde luego imposibles para alguien que no tenga toda la pista en su cabeza), sino que tomaba el bloqueo a unos trescientos o cuatrocientos kilómetros por hora, lo que impedía dos cosas: 1. que nadie le siguiese y por lo tanto dejasen abiertos espacios para él o sus compañeros y 2. que el pivot tuviese tiempo para dar un par de pasos hacia atrás hasta posiciones donde ejecutar el pop. Este segundo punto era una tragedia en un equipo que cuenta con interiores faltos de carácter para pelearse debajo del aro pero sobrados de muñeca y Stevens, que es fácil que sea uno de los entrenadores más vivos de la liga, ha trabajado mucho este aspecto.
«Siempre ha entendido el juego. Pero para llevarlo a cabo en la NBA y en espacios pequeños tienes que trabajar duro para poder pasar, ahí es donde él ha mejorado un poco. Y nuestros hombres grandes han corrido para ayudarle a dar algunas asistencias, especialmente Tyler (Zeller). Pero él está mejorando. Eso es lo que está haciendo. Es lo que esperaba hacer» Brad Stevens
A lo largo de todos estos partidos de pre-temporada y en espacial el de anoche hemos podido ver las dos cosas que han cambiado principalmente en Marcus Smart a la hora de atacar el bloqueo: la velocidad y la paciencia. Lejos de lanzarse como el curso pasado, ahora se puede apreciar como lo toma a una velocidad sustancialmente menor, dando el tiempo suficiente para que el defensor pueda ir con él en caso de optar por hacer esto y a su pivot para dar un paso atrás si efectivamente lo hace. Si a esto le sumamos la paciencia que está teniendo para mantener el balón en sus manos mientras atraer hombres hacia sí mismo y no soltar el balón hasta que su compañero no se encuentra liberado de marca obtenemos el buen número de asistencias que repartió entre sus interiores (sobre todo a un Tyler Zeller que siempre se ha mostrado más que colaborativo en estas lides y menos a Jared Sullinger) para que estos lanzasen acertádamente de media-corta distancia.
El año pasado ya acabó sorprendiendo a todos aquellos que solo veían en él a un defensor de élite, un ‘pitbull’ del perímetro, cuando se destapó como un tirador fiable de larga distancia. Quizás este año, ya liberado de molestias que le impidan atacar el aro como un poseso y con todo un esquema de juego sobre sus hombros, acabe cerrando aquellas críticas que lo catalogaban como un buen escolta 3+D pero incompetente como base. Conociendo al jugador y al cuerpo técnico que le rodea, más valdría apostar todo al verde.
«Lo vi jugar en la Universidad y creía que era un buen off-guard, pero es un mejor pasador de lo que yo creía. Me ha demostrado ser más base y estar listo para ocuparse de la ofensiva» David Lee