Partido de zona alta de la tabla el de ayer en el Palacio de los Deportes de A Coruña, en que el Unión Financiera Oviedo pasó por encima, cual apisonadora, al Leyma Básquet Coruña. Llegaba el Oviedo en medio de una racha negativa de dos partidos perdidos, sin querer perder comba con los equipos de arriba, tras haber sido ser barrido por un Palencia que demostró en todo momento su superioridad y el porqué de que sean, junto a Melilla, los dominadores absolutos de la categoría. Empatados en balance con los herculinos, los de Carles Marco estaban necesitados de la victoria. Situación contrapuesta, por otra parte, la de los de Tito Díaz, que llegaban tras tres victorias seguidas, habiendo estado anteriormente sin perder desde el 15 de enero hasta el 21 de febrero, fecha en la que Amics Castelló se interpuso en el camino vencedor de los naranjas. Querían los coruñeses aprovechar este momento dulce y, tras haber perdido con los ovetenses por una diferencia de tres puntos en la primera vuelta, esta era la fecha en que el Básquet Coruña buscaba encontrar la redención en su feudo, tal y como las crónicas debían contar.
¿Sería realmente Tito Díaz el mago lucense o en vez de en Gandalf se quedaría únicamente en Gargamel? Más bien lo segundo.
40 minutos por delante y comenzaba el partido con la posesión para el Básquet Coruña. Fade away de factura exquisita de Burjanadze para abrir el marcador, seguido por un robo de Castro y triple del georgiano, anotando desequilibrado. Comenzaba el encuentro con las defensas cargando las líneas de pase por parte de los dos equipos, pero nada más allá. Flojos los dos conjuntos en ese apartado, en contraste con la alta eficacia en tiros de tres, dinámica que los hombres de azul mantendrían. Prometía un duelo con una intensidad alta, teoría que sin embargo no se acabaría siendo confirmada. Toma y daca de los dos equipos, con más golpes que en el Mayweather-Pacquiao, considerado el combate del siglo.
El tercer triple seguido de Miso, mediado el primer cuarto, ponía a los carballones por delante en un momento en que los de Díaz se estaban atascando en el lado ofensivo de la cancha, únicamente sostenidos por las anotaciones tras rebotes ofensivos de Abia y una falta sacada por Monaghan en una perfecta ejecución de penetración a canasta y anotación bajo contacto. Se pusieron el mono de trabajo los coruñeses y apretaron atrás, en lo que es la primera línea del capítulo 1 de la Biblia del baloncesto. A pesar de todo, el espíritu de Don Pelayo parecía haber poseído a los del Unión Financiera y sus tiros de tres seguían entrando uno tras otro. Bajó la virgen, aprovechando la llegada de la Semana Santa, a ver a Bassas en una última bandeja imposible, que tiró desequilibrado y cerca del suelo para cerrar el primer cuarto sobre la bocina con 22-27 en el marcador.
Empezaba el segundo periodo en la misma tesitura en que había terminado el primero. Abría Van Wijk con un triple y secundaba Hearst con un fade away en el poste realmente indefendible. Jugada tras jugada, los triples de los asturianos, que se situaban en ese momento del partido en un 85% de eficacia, caían como una losa sobre la diferencia, que llegaba ya a sobrepasar la barrera de los dobles dígitos.
Sin ideas en ataque, no bajaban los brazos en defensa los naranjas, esperando que, como suele ocurrir, a la larga el cansancio hiciese mella en los de Oviedo, que tenían que empezar a fallar sus tiros mientras, con la misma tranquilidad que las Fuerzas Armadas en el paseo del Día de la Hispanidad, ellos acabarían remontando la diferencia, despegándose en el marcador y llevándose el triunfo a casa. Así las cosas, se llegaba a los dos últimos minutos y medio de la primera mitad con Oviedo 14 puntos por encima en el marcador, ejerciendo una defensa férrea que seguía dejando sin saber qué hacer a los coruñeses, en un entramado que los de Díaz se empeñaban en desenmarañar penetrando y metiendo balones en la zona sin ningún efecto, lo que empezaba también a provocar despistes defensivos que hacían la herida cada vez más grande, que ni el jamón que sorteaba el club al final del tercer cuarto, de haber sido ganado por el equipo, tenía pinta de poder curar. Sea como fuere, sin conseguir ni un punto y blandos en defensa, el partido comenzaba a irse, aunque una pequeña reacción final con un triple de Burjanadze tras tiempo muerto, acompañada por un buen movimiento de Sergio Olmos en el poste y una canasta del georgiano sobre la bocina, trataba de maquillar un poco la diferencia antes de marcharse a los vestuarios para el descanso.
Tras la charla técnica, arrancaba la segunda parte con el Unión Financiera fallando su cuarto triple del choque. Lo que parecía un buen presagio acabaría quedándose en agua de borrajas, con más de lo mismo en los primeros minutos de este tercer cuarto, con el Básquet Coruña cometiendo error tras error en defensa y dejando franco el rebote para los asturianos, que se ponían las botas bajo el aro mejorando su pobre porcentaje en tiros de 2, que contrastaba con el 80% de eficacia por detrás de la línea de 3 puntos que habían mostrado hasta el momento. Con menos ideas todavía que en la primera parte, donde únicamente la casta de Burjanadze, que fue el mejor de los suyos con 15 puntos, mantenía relativamente vivos a los naranjas, que tardaron 3 agónicos minutos en conseguir anotar. Movía y movía y movía el banquillo Tito Díaz sin conseguir dar con la tecla que pudiese hacer que sus muchachos comenzasen a remontar el partido.
Apretaba más, mucho más, la afición del Palacio que sus jugadores, un equipo que parecía difunto, solo a la espera de que se certificase la muerte con la consumación de la derrota. Cada canasta que los coruñeses conseguían, con un esfuerzo sobrehumano, anotar, era respondida por los ovetenses, que no iban a dejar que pasase nada que pudiese poner en riesgo su partido.
Y entonces, comenzó a ocurrir. Poco a poco, fue apareciendo algo que el Palacio de los Deportes de Coruña había estado echando de menos durante casi treinta minutos. Comandados por un omnipresente Burjanadze, líder espiritual del Leyma, quizás solo discutido por Castro, gris ese día como el resto de sus compañeros, apareció un equipo de baloncesto. O eso parecía. Comenzó a apretar los dientes, los tiros comenzaban a entrar, parecía que sabían exactamente lo que tenían que hacer, mientras daba la sensación de que los de Marco estaban poniéndose nerviosos tras ver que algo comenzaba a brotar de entre las cenizas de lo que algún día había sido un Básquet Coruña que había estado echándose la siesta todo el partido, lo que, a la postre, acabaría costándole la derrota.
Y así se llegaba al comienzo del último periodo. El público, realmente entregado, daba ánimos a los muchachos de naranja, que, esta vez sí, empezaban a jugar. Sabiendo que tenían 10 minutos de plazo, emprendían una carrera, más bien precipitada, en que el corazón iba a ser lo único que les iba a servir. De esa forma, conseguían, por vez primera desde el segundo cuarto, ponerse a menos de 10 puntos. Lo que parecía un cadáver a la espera de la llegada del forense y el secretario judicial, se había convertido en un tardío Lázaro, una verdadera amenaza para Oviedo, con 6 minutos 57 segundos restantes y tiempo muerto tras una gran penetración de Jesús Castro que los acercaba cada vez más. Salían al campo los dos conjuntos y comenzaba Oviedo fallando, a la vez que los de Díaz recuperaban el tiempo perdido sin perdonar ni una. Pick&Roll de Castro con Zyle dentro y 4 puntos abajo los herculinos. Fallaba Hearst el primer tiro libre para los asturianos y parecía que comenzaba a hacer aguas su planteamiento, a la vez que Burjanadze volvía a pista para los últimos 4 minutos.
Sin embargo, todo había sido un espejismo. Un dulce espejismo, pero eso mismo al fin y al cabo. Volvían a despegarse los ovetenses aprovechando errores de concentración de la defensa local, blandita hasta el extremo de nuevo, en un encuentro en que el Básquet Coruña dejó que le pasase por encima un Unión Financiera que se sustentó en un grandísimo porcentaje de tiros de triple – un 56% final – y en una defensa que desquició por completo a los naranjas.
Finalmente, 9 puntos abajo, el Leyma regalaba la victoria a un Oviedo dominador de principio a fin. Y para muestra, un botón: el último tiro del partido, un triple de Chus Castro, se estrellaba en el tablero sin haberse acercado siquiera al aro. Triste final para un triste partido del Básquet Coruña al que le toca, además de pensar en la jornada que viene, en los mil y un errores cometidos, en un encuentro en el que el animoso público del Palacio recibió una inmerecida recompensa a su esfuerzo animando hasta el último segundo a los suyos.