El héroe que se convirtió en villano

Gracias Kobe por inspirarnos a amar este deporte
Adrián Rodríguez (cc)

Cuando eres un niño de 8 años, y ves en la puerta del gimnasio de tu colegio un cartel en el que aparece Michael Jordan en uno de sus famosos vuelos, con esa camiseta roja, y el inconfundible número 23, y lees «Apúntate a baloncesto en el cole» lo primero que piensas es que la idea de dejar Judo para pasarte a baloncesto tal vez sea lo suficientemente atractiva como para decírselo a tus padres y más si tu madre jugaba de joven.

Acabamos de cruzar la puerta del Ministerio del Tiempo (grandiosa serie española de ficción), hacia verano de 1998, acabas de ver a Michael Jordan ganar su sexto anillo de campeón de la NBA y escuchar a Andrés Montes y Antoni Daimiel narrar aquello como nadie jamás podría hacerlo mejor, tu tío, fanático de este deporte, te ha comprado un balón con el 23 por un lado y con la cara de un Michael Jordan que era proclamado en esos días como el mejor jugador de todos los tiempos y tú estas dispuesto a amar el baloncesto desde la primera clase del primer día de colegio, recién apuntado.

El primer día de entrenamiento en mi pequeño y amado colegio de San Sebastián de los Reyes «Tierno Galván» con mi primera entrenadora, Merche, y yo con mi balón inseparable con una pregunta «¿puedo usar mi balón?» era el comienzo de una relación que a la postre duraría años y los que le quedan. En esos momentos yo desconocía la existencia de otros jugadores o equipos, pero era cuestión de volver a cruzar otra puerta del tiempo.

Basket Streaming (cc)

Primer mes de competición de la temporada 1998-1999, mi padre me compra una revista de la NBA en la que en portada aparece un jugador con la camiseta amarilla y morada, con el número 8 y un pelo bastante atractivo como para dedicar un par de segundos más aquella maravillosa edición. Kobe Bean Bryant, con el pelo a lo afro y un vuelo con una plasticidad digna de su juego llegaba volando hacia mis retinas, pasaba por la cuenca de los ojos y posteriormente iba directa al cerebro, que lo procesaba, con tal energía, admiración y ambición, que la siguiente acción fue pasar las páginas buscando fotografías con esa camiseta amarilla y ese pelo tan molón. Una vez terminado de ojear la revista, el corazón hizo el resto, el niño español de 8 años sólo había tardado media docena de entrenamientos para elegir a su ídolo y a su equipo, algo tan importante como Alfred (mayordomo de Bruce Wayne) para Batman.

Volvemos al ministerio, vamos a pasar por los pasillos del tiempo para acceder por otra puerta. Navidades de 2000, el pequeño ya tiene 10 años, está federado y juega en el alevín del C.B. Zona Press y Kobe Bryant había conseguido su primer anillo de la NBA con tan sólo 21 años, con Los Ángeles Lakers. La Playstation One y el NBA Live 99 y 2000 estan rayados de tanto usarlo. El escolta de amarillo con el pelo a lo afro hunde a todos los equipos, hace unos mates que no viste nunca y te mete en cada partido más de 50 puntos. El chico que escribe, lleva pidiendo la equipación de Kobe Bryant un año entero a sus padres, que por aquella época tenían una dura tarea de búsqueda, porque no era algo sencillo. La marca patrocinadora de la NBA en Europa era Champion, y sólo había camisetas de adulto, por lo que la más pequeña era una talla S la cual me quedaría grande aún. En aquellas Navidades, tuve que conformarme con un muñeco que empezaba su andadura en su primera edición, todos lo vais a conocer, es de la marca McFarlane, y estuvo presente en mi escritorio durante más de una década.

Revista tras revista, imitación tras imitación, por aquella época no existía el League Pass, ni Youtube, ni las app ni los smartphone, todo lo que podía hacer era esperar al siguiente mes para poder comprar una nueva revista de la NBA y rezar para que Kobe saliera en portada o hubiera más paginas que en el mes anterior.

Durante las finales de 2001 entre los Lakers y los 76ers de un Allen Iverson que tambien llamaba mucho la atención del pequeño, mi padre acudió a las olimpiadas de policías y bomberos en Indianápolis, haciendo escala en Philadelphia. En el aeropuerto pudo comprarme un banderín de los 76ers, pero no de los Lakers, estaban agotados y además era la ciudad de AI. Por aquel entonces el Canal Plus tenía parte de su programación en abierto, un partido a la semana, en fin de semana, y los Lakers copaban gran parte de la parrilla, como ahora los Golden State Warriors. Tuve muchos partidos que ver durante la noche, bajando de puntillas las escaleras que iban desde mi habitación hasta el salón, cerrar las puertas, ponerme los cascos y disfrutar de mis Lakers y Kobe Bryant. Tenía 12 años cuando pude ver las Finales ante New Jersey Nets, y cómo mi héroe se llevaba el tercer anillo consecutivo. Nunca olvidaré la chaqueta de la celebración, donde ponía three – peat, Los Ángeles y tenía palmeras y era medio azul medio amarilla. Deseando que llegasen los últimos días del mes, para comprar el nuevo ejemplar de la revista, esperando una portada alucinante con Shaq y Kobe… me encuentro con que la portada está dedicada exclusivamente a Kobe Bryant haciendo un gesto de tres con la mano y esa chaqueta puesta. Por algún motivo, los medios de comunicación de aquella revista quería que me entrara la KobeManía en vena.

Kobe Bryant – Google Images (CC)

Viajamos por otra puerta, cercana a la anterior, al 6 de Mayo de 2003. Mi cumpleaños, ya llevaba jugando al baloncesto casi 5 años y aún no tenía mi tan ansiada camiseta. El mejor regalo que me han hecho en toda mi vida, nada más abrir el papel supe que era lo que tanto deseaba, el 8 asomaba y el amarillo me cegaba, entendiendo en ese momento el porqué de lo de oro y púrpura. Ya tenía mi equipación, mi primera camiseta, Kobe Bryant era el elegido. Primer día de entrenamiento, ese mismo día por la tarde. Llego con la camiseta puesta, orgulloso y deseando jugar. ¿La respuesta de mis compañeros? Burlarse de mi (en aquellos años no estaba bien visto ir vestido con una camiseta de la NBA, no me pregunten el motivo, era como ser rico o vacilar demasiado).

Mi contestación no fue guardarla en el armario. Eso no era lo que Kobe me había enseñado. Kobe no se rendía nunca, si no les gustaba era su problema, yo la iba a llevar a cada entrenamiento. Mi sorpresa (o no tanto) fue cuando en unos meses ya iban apareciendo las camisetas de Iverson, o Pierce por los equipos.

Viajamos a 2006, pasamos los años, donde la rutina era la misma, disfrutar con tus partidos e intentar imitarte en los entrenamientos. Pero hubo en el año 2006 un punto de inflexión en toda esta historia de amor. El 22 de Enero de ese año, el niño ya tenía 15 años, y seguía bajando a hurtadillas al salón para ver los partidos de madrugada, sin importarle el sueño al día siguiente en el instituto. Son cerca de las 5 de la mañana en España, Kobe Bryant está aniquilando a los Raptors de José Calderon (ese era el motivo por el que decidí quedarme, siempre fui fan del base) y lleva 55 puntos mediado el tercer cuarto. Perdí el control, en aquel momento no era consciente de lo que estaba presenciando, para mi era normal, es Kobe Bryant, puede hacer lo que quiera, y me limitaba a ir contando (como todos los mortales que vieron aquel partido) los puntos que encestabas. La gota de café en el papel de anotación de Antoni Daimiel en aquel partido, uno de los primeros comentados por David Carnicero, quedará en el recuerdo por siempre, algún día le pediré que me lo deje ver. Pues bien, mi padre, contrario a mis insomnios nocturnos, abre la puerta del salón y me pilla con la fiesta montada. Se venía un castigo y un jarrón de agua fría por no poder seguir viendo el partido. Fue decirle lo que estaba pasando y posteriormente mi padre se unió a la historia.

Los momentos en los que te levantas, te pones la camiseta de Kobe Bryant y vas al instituto, universidad o simplemente a entrenar el día posterior a una proeza más de la leyenda… esa sensación es inconfundible, que sólo puedes sentir durante un tiempo, ya que dura lo que dura la carrera de tu ídolo, elegido desde la infancia. Podrías ser el raro, la mayoria de compañeros y amigos iban con camisetas del Real Madrid o Atlético de Madrid (del Barcelona por aquella época bastante menos que ahora por Madrid), pero yo iba con mi camiseta del 8 de Bryant. Con un par. Y presumiendo.

Estamos en esa puerta del tiempo donde Kobe Bryant ha cambiado el pelo a lo afro y el intento por agradar a todo el Mundo, por el rapado y el jugador que dominaba por encima de toda una liga, siendo capaz de destrozar equipos el sólo, logrando marcas como 40 o más puntos en 9 partidos consecutivos. Era el nacimiento de «La Mamba Negra». El comienzo de un legado histórico. La liga y el Mundo sabe que Kobe Bryant no se merecía sólo el MVP del 2008, sino el de 2006 y los de 2009 y 2010. Y personalmente el de 2013 también, solo él y los que le acompañaban a diario saben lo que hizo Kobe Bryant en esa temporada hasta que se rompió el tendón de aquiles, masajes a las 3 de la mañana en partidos de  back to back, más de 35 min por partido, hielo, despertadores a las tantas de la madrugada para volver a masajear piernas. Una auténtica barbaridad con más de 33 años.

Tras este kit kat de premios MVP, volvemos al pasillo del tiempo. Abrimos el pomo y entramos en un lugar donde la inspiración es clave para una generación que ronda entre los 25 y 30 años. 2008, 2009 y 2010. Tres finales de la NBA consecutivas, 2 anillos de campeón junto a un español llamado Pau Gasol. Me acuerdo del día que se produjo el milagro y el llamado E.T. por Andrés Montes aquí en España, llegaba a los Lakers. Era por la mañana, me dispongo a mirar las noticias deportivas por internet y en una web deportiva me encuentro con una foto en portada de Pau y un titular: «Pau Gasol a los Lakers de Kobe Bryant». Mi cara tornó en una emoción incontrolada, y las facciones acabaron en una sonrisa seguida de un salto de alegría. Como todos, sabía que ese era el paso que los Lakers necesitaban para luchar por todo, y Kobe el que más. Esas palabras en español al acabar el debut de Gasol contra los Nets, diciendo «Sí sí me gusta» eran las palabras que todos decíamos en nuestro interior. Por arte de magia, y de marketing lógico, ya no era el único Laker en el pabellón de entrenamiento, ya no era el único friki de Lakers y Kobe Bryant, ahora veía la camiseta de los Lakers y el 16 por todos lados, las veces con el 24 también.

Esas primeras finales contra Boston Celtics las recuerdo por algo, y no precisamente por algo deportivo. En ese año cursaba 2º de Bachillerato, acababa de cumplir 18 años (mayoría de edad en España) y me disponía a presentarme a la Selectividad (exámenes de acceso a la Universidad). Tras años de espera y deseo, Kobe Bryant jugaba unas Finales de la NBA, nada menos que contra los Boston Celtics en lo que era un duelo Vintage y renovado y ¿me lo iba a perder por tener que estudiar día y noche? No, esto no funciona así. Con orden y pasión todo es posible, no dormí en 4 días seguidos más que un par de horas en total y vi todas las finales de madrugada con los apuntes al lado, entre tiempo muerto y descanso una ojeada para repasar y así día tras día. La buena noticia es que aprobé los exámenes, no con la nota que quería, pero los aprobé, la mala es que los Lakers me dieron el disgusto de perder esas finales.

Chris Johnson (cc)

Como diría Thomas Wayne a su hijo: «¿Por qué nos caemos Bruce? Para volver a levantarnos» Al año siguiente, en 2009, Kobe ya tenía un equipo contender desde el principio de temporada, Pau tiempo para mejorar su adaptación, y yo ya era universitario, cursando Comunicación Audiovisual. Se venían los mejores años de mi vida hasta la fecha. Un Kobe Bryant maduro, curtido en mil batallas, con un Pau Gasol igual, los dos en una edad perfecta para arrasar con todo lo que se pusiera delante, y así fue. Un año increíble, de nuevas experiencias en lo personal, y de nuevas experiencias baloncestísticas. El Three Peat conseguido a principios de la década no pude verlos como es necesario, pegado a cada segundo a la pantalla, los vi en diferido salvo algún partido y no todos, la edad y los medios me lo impedieron, pero esta vez tenía una segunda oportunidad. Mi portátil HP, bueno, más bien el de mi padre, sufrió calentones continuos por no poder soportar el stream por internet. Imaginen por un momento lo que es ver los playoffs pero sobre todo las Finales contra Orlando Magic, a eso de las tantas de la madrugada, a oscuras, solo en el salón de la casa, con las ventanas abiertas para que entre fresco, mi camiseta puesta y sufrir un apagón de emergencia del portátil cada aproximadamente 5-10 minutos. Tener que llevarlo a la ventana, enfriarlo, volver a encenderlo, volver a la página web, volver al streaming y seguir con el partido, perdidos ya por lo menos un par de minutos. Así viví aquellas finales, entre apagón y subidón por lo que estaba haciendo mi ídolo. Simplemente, aniquilar a los Magic partido tras partido, para mi las mejores finales de Kobe, no tanto por los números, 32,4 puntos, 5,6 rebotes y 7,4 asistencias por partido, sino por la sensación, las canastas imposibles y lo dominador que fue en todo momento. La Mamba Face estaba de moda por aquel entonces, y no era una simple mirada, era el ansia por aniquilar a todo el Mundo, por demostrar que podías ganar sin Shaq, que eras uno de los mejores de todos los tiempos. Para el recuerdo los 40 puntos en el Staples en el primer partido de la serie, y aquella canasta acrobática cambiándote el balón de mano y volando por el aire más que el resto frente a Dwight Howard en Orlando.

Solo unos pocos sabemos lo que es volver a repetir experiencia del año pasado con los exámenes de la Universidad, quedándose a todos los partidos, abrir una cerveza (no es muy de mi agrado) con limón una vez conseguido el anillo, aproximadamente sobre las 6 de la mañana, beberla recuperando las pulsaciones, tumbado en el sofá, amaneciendo por la ventana, y pensando que en unas horas ibas a estar andando por el campus de la facultad con tu camiseta de Lakers y el 24 a la espalda, sin que nadie te diga nada, sin que nadie celebre contigo, la celebración la llevas por dentro, esto no es Los Ángeles, aquí más de la mitad de las personas que te cruzas ni siquiera saben que Lakers ha ganado el campeonato.

2010, un año muy especial. Cumplo 20 años, los Lakers están en lo mejor, van a por el back to back, y comienzo una relación sentimental con mi actual pareja. No hay mal que Kobe no cure. Si hay un problema familiar, Kobe es la solución, si hay un problema en la Universidad, Bryant es la solución, si hay un problema con los amigos, The Black Mamba es la solución. Si Bean supiera cuántas veces en mi vida me ha servido para desconectar, disfrutar y ser feliz cuando en el resto de cosas no lo era… tal vez viajara hasta mi casa para darme un abrazo. Y lo que más me reconforta es saber que no soy el único que ha tenido esta sensación.

No me pierdo ni un sólo partido de los Lakers, sea en directo o en diferido. Partidos como el de los 61 puntos en el Madison Square Garden quedan en la memoria para siempre, un baile tras otro, nadie puede hacer del baloncesto un arte como tú en estos tiempos. Tus movimientos de footwork, tu cara de asesino en la cancha, tu determinación cada noche. Son momentos inolvidables. Si tuviera que relatar lo vivido en todos los partidos que han marcado tu carrera no terminaría nunca este artículo que lleva cociéndose durante días. Tú tienes un objetivo entre ceja y ceja, y es ganar otro campeonato, a poder ser contra los verdes, la venganza es el punto de partida de muchos guiones en novelas y películas, es un gran punto de inicio, una buena historia seguro, Máximo Décimo Meridio es el mejor ejemplo. Roma temblaba por sus acciones en la arena y fuera de ella, la NBA temblaba con las tuyas, y llegó la mejor serie de Kobe Bryant de playoffs que yo recuerde. Finales de Conferencia de 2010 contra unos Phoenix Suns que contaban con mi admirado Steve Nash. Depredador, devorador, bestia, artista, hay mil adjetivos por los que se pueden describir esos 33,7 puntos , 7,2 rebotes y 8,3 asistencias por partido en la serie (para los que dicen que Kobe no la pasa…) son la muestra de un dominio atronador. Aquel Game 6 en Phoenix y cómo Alvin Gentry tuvo que reconocer que vio en la pista a Michael Jordan, que en realidad vestía el 24 púrpura, fue la entrada por la puerta grande a ese objetivo Celtic de las Finales.

Una de las puertas del tiempo más importantes en la carrera de Kobe es esta, la de las Finales de la NBA del año 2010 contra Boston Celtics, era la redención, la guerra, porque Kobe lo asumía como tal: «No podían recordarnos como el equipo que perdió dos veces contra los Celtics». La palabra derrota no entraba en el diccionario Laker par esas finales, y así fue. Entre meter 17 puntos en 6 min echándote el equipo a la espalda completamente y acabar perdiendo, el coraje de Derek Fisher, los canastones y esfuerzo de Pau Gasol y una remontada de un 3-2 en contra en el Staples Center, llegó el séptimo partido en L.A. Ese partido sería el más visto en la historia de la NBA, lógico. Era un Lakers vs Celtics en un 7º y con un posible 5º anillo de La Mamba o la decepción y frustración.

Si Kobe siempre se ha caracterizado por ser el mejor anotador de todos los tiempos, un killer en el 1 vs 1, este partido tenía otros tintes, tras jugar toda la temporada con dos dedos de la mano rotos y continuos vendajes, tratamientos y dolores, Kobe llegó a este partido con todo lo que tenía dentro. Una mala noche en el tiro y en anotacón (ojo, 23 puntos) pero donde se vio la fortaleza, determinación y obsesión por ganar fue en los 15 rebotes que capturó. Un partido de emociones, eso sí donde encesta un tiro de dos decisivo en los últimos minutos. Los Lakers se llevarían ese partido tras ir perdiendo de 13, en lo que es el último gran momento de Bryant en la liga, su último anillo, el quinto, una manita llena de brillantes. La instantánea de Kobe Bryant subiendose a la mesa de anotadores con el balón en la mano izquierda y cerrando el puño con la derecha, abriendo los brazos y gritando es la estatua que deberían hacer a la entrada del Staples Center.

Gadjo Sevilla (cc)

Y llegamos al momento en el que más me he emocionado con Kobe Bryant, más incluso que cuando ganó algún anillo. Hace justo 3 años. 12 de Abril de 2013. Tras una temporada en la que empezamos soñando por otro anillo y terminamos fundiendo a Bryant partido tras partido, defendiendo a los bases rivales, jugando más de 35 minutos por noche, dándole todos los balones, terminamos con la carrera de la leyenda del Caballero Púrpura. Durante dicha temporada, Kobe Bryant se dejó el alma, las rodillas, su cuerpo y su vida por los Lakers. A las tantas de la madrugada, de gira con el equipo, los fisioterapeutas de Lakers le despertaban para tratarle, baños de hielo, vuelta a dormir, un par de horas después, repetimos la rutina… todo para jugar al día siguiente en un back to back. Lo que hizo Kobe Bryant en aquella temporada es lo más impresionante y sacrificado que ha hecho nadie en cualquier deporte. Poco a poco, con el tiempo, saldrán anécdotas e historias de lo que estoy contando. Partidos para el recuerdo, muchos, como el que enfrentaba a los Raptors en el Staples el 8 de Marzo de 2013. ¿Quién no se acuerda? 41 puntos, remontando 12 puntos de desventaja en el último cuarto, con 3 triples seguidos en el último minuto y un game winner machacando a dos manos el aro. Y pese a la edad, y la carga física, 27,3 puntos, 6 asistencias y 5,6 rebotes por partido a los 34 años. Y 34 puntos fueron los que encestó en ese día 12, ante los Golden State Warriors, jugándose la octava plaza que daba derecho a los playoffs del salvaje Oeste, el partido fue un espejo de lo que era darlo todo y sangrar oro y púrpura. Varios avisos durante el partido, primero rodilla, después tobillo y entre medias jugadas para todos los colores ante unos «Baby Warriors» con Stephen Curry y Klay Thompson empezando a despegar. Ese día mi Mundo se paralizó cuando Kobe metía 2 triples seguidos a falta de 3 minutos para el final. Kobe volvía hacia su campo para defender, resoplando del esfuerzo. Si con algo me tengo que quedar en todos estos 20 años de carrera es con esto. «Se nos conoce por nuestros actos» estaría pensando KB, que en la jugada siguiente al intentar una penetración por la izquierda ante Harrison Barnes, cae al suelo y oye un «pop» en su tendón de aquiles. Es el fin. Eso pensé, aterrorizado por una posible lesión grave que hiciera que Kobe anunciara su retirada. Los comentaristas no saben muy bien que puede ser, lo que si podemos ver es que Kobe sale de nuevo a la pista, tieso, con la cara que se te queda cuando lo has dado todo y sabes que estas roto. Se planta en la línea de tiros libres, lo normal es fallarlos, la tensión, el dolor y la emoción puede pasarte una mala jugada, pero el «chof» en la red suena más que nunca y los ojos son mas llorosos también. Dos puntos más, y Kobe se retira de la pista. El partido lo gana Lakers, pero todos los aficionados hubiéramos cambiado esa victoria por una no lesión. Ahí llegaba el fin del Kobe asesino, un cambio generacional, un testigo que pasaba de Lakers a Warriors, de Kobe a Curry, aunque todavía quedaban un par de puertas por abrir.

Youtube.com

La puerta es tal vez esa que nunca tendría que existir, o que ningún otro jugador habría tenido los arrestos para crearla. Con 35 años recién cumplidos, una lesión de aquiles que le dejaría fuera muchos meses, y un equipo que no le podría dar otra oportunidad para ganar, Kobe Bean Bryant hizo lo que nadie más es capaz de hacer en ningún deporte. Ni se plantea la posibilidad de retirada, quiere ver si es capaz de volver al máximo nivel, de pasar por tratamiento y ser otra vez La Mamba Negra. Lo consigue, tal vez no como todos esperábamos (quienes le conocemos bien, sabíamos que volvería). Nunca fue el Kobe de antes de la lesión, pero sí por momentos. El triple doble a Toronto Raptors en Diciembre de 2014, con 31 puntos 12 asistencias y 11 rebotes fue una muestra de su grandeza. Esa grandeza vendría en forma de reconocimiento el día 13 de Diciembre de 2014. Pongámos en situación. Da la casualidad que mi casa esta vacía en esos días, mis padres están de viaje y mi hermano en casa de mi abuela, tengo todo el día para preparar una noche mágica. Nachos con queso caseros, Coca-Cola Zero, una pizza y la camiseta retro de Kobe puesta. Sofá, manta, TV del salón y a disfrutar de como Kobe pasaba a Michael Jordan en la lista de máximos anotadores de la historia. Homenaje en la pista por parte de los Wolves, saludo a la grada y entrada en el olimpo de los dioses del baloncesto una vez más. Aquella obsesión por ser mejor que His Airness llegaba a su fin, como quien busca una meta y la traspasa, en aquel momento Kobe se relajó, disfrutó y empezó a pensar en la retirada.

Para el último capítulo no hace falta abrir ninguna puerta del tiempo, estamos muy cerca, concretamente hace 6 meses. Un par de meses después de hacerme un tatuaje con tu silueta, llega el viaje de mi vida. El día 31 de Octubre de 2015 cogía un vuelo con dirección a Los Ángeles. Llevaba ahorrando para ello más de 2 años. Mi intuición y mi corazón sabían que si no iba en ese momento no podría verte en directo nunca, sabía que este era tu último año. Con la mirada puesta en disfrutar de dos partidos en el Staples y de dos entrenamientos en el Toyota Sports Center, la ciudad y la visita turística era lo de menos. El sueño de mi vida se iba a cumplir, poder verte de cerca y tal vez, entrevistarte.

Como si de un sueño se tratase, viajé sólo, sin acompañante, a la mayor aventura de mi vida. Pero en L.A. no estaba solo. Tenía gente que de verdad merece la pena. Francisco Pinto, Ricardo Celis, Adrián García Márquez, Rodrigo Azurmendi, personas que me guiaron, me aconsejaron, me llevaron de la mano por 5 días de ensueño. Pude asistir a dos entrenamientos acreditado con L.A.Fiebre Amarilla, y a dos partidos, el primer ante Dallas Mavericks y el segundo ante Denver Nuggets. Las experiencias y el sentir al pisar la pista del Staples Center y verte por primera vez son idescriptibles. La casualidad del destino hizo que en ninguno de los dos días de entrenamiento dieras declaraciones y sólo pudiera verte un par de minutos a unos escasos metros de distancia, pero fue suficiente, mi alma quedaba en paz, ya te había visto de cerca y jugar dos partidos, no los deseados pero dadas las circunstancias uno no se puede quejar.

Adrián Rodríguez (cc)

Vuelvo a la realidad, a verte en una pantalla a las tantas de la noche, en solitario. Desde entonces mi amor por Lakers, la ciudad y por ti es mucho mayor. No paro de pensar en poder volver allí. Y entonces, anuncias tu retirada. Me pilla de sorpresa, me lo tienen que pasar por el grupo de whatsapp de L.A.Fiebre Amarilla. No me lo creo, es algo que te esperas, que lo sabes, que se acerca, pero que cuando ocurre entras en un estado de shock. Me limito a correr a buscar la carta de despedida en The Players Tribune y a meterme en la web para hacer el artículo. Traducir la carta fue fácil, lo complicado era escribir mientras se caen por los mofletes lágrimas (lo que esta cayendo mientras escribo estas líneas es más bien un lago). Ya era oficial, te vas, empezamos a contar los partidos que quedan, empezamos a homenajearte, la liga se vuelca en tributo tras tributo en cada pabellón, en cada programa. Aparecen vídeos en youtube, fotografías, y todo pasa por verte una última vez. Todas estas despedidas son merecidas. No se puede despedir de otra forma al mejor. Todo el odio que has creado alrededor tuyo, se ha transformado en amor, salvo en aquellas mentes que son lo suficientemente retorcidas como para no bajar el hacha de Guerra y honrar al guerrero que tienes enfrente, con el pañuelo blanco y lleno de heridas, dispuesto a retirarse.

Aún siendo tu último año, el vigésimo en la liga, tienes actuaciones que hacen que los infectados por L.A. Fiebre Amarilla nos inundemos de lloros y emoción. 38 puntos a los Wolves, game winner y 31 puntos a los Wizards en D.C., bailar a LeBron James en tu último duelo en el Staples Center, con 26 puntos o los dos partidos ante Boston Celtics, ganando en el Garden con un triple decisivo y metiendo 34 en tu despedida de los verdes en el Staples.

Llega el fin, último partido de tu carrera, el destino quiso que fuera contra Utah Jazz, un rival durante todos estas 20 temporadas, y en 1996 un duro golpe para dar comienzo a la leyenda con esos dos airballs. El círculo se cierra. Los Ángeles se rinde al mejor deportista de su ciudad, y para muchos, no hay que tener miedo a decirlo más alto y más veces, el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos. Nos llamarán locos, fanboys, pero tenemos razones y van mas allá de estadísticas. Michael Jordan no tuvo lesiones graves, Kobe ha sufrido de estas durante toda su carrera y ha jugado a pesar de ellas, aguantando el dolor para ganar.

La ciudad de Los Ángeles se prepara para un acontecimiento histórico, al nivel de los JJOO celebrados en 1984 o Mundiales de Fútbol. Sólo nos queda de disfrutar y llorar en tu adiós del baloncesto. Hasta aquí todo lo he escrito estando en activo, son las 16:30 de la tarde en Madrid del día 13 de Abril de 2016. La parte final de este artículo la reservo para después del partido de esta noche. Hasta entonces, a disfrutar de las últimas horas de una parte de mi vida contigo.

Hola, Acabo de presenciar la mayor proeza en la historia del deporte, la gesta de despedida más grande de todos los tiempos. Kobe Bryant acaba de anotar 60 puntos en su adiós de la NBA, con la camiseta que siempre ha defendido, en el Staples Center, dando la victoria a su equipo, con 15 puntos consecutivos en los últimos 4 minutos, y retirandose de la mejor manera posible dadas las circunstancias. Sólo él es capaz de brindarnos esto. Sólo él es capaz de que ahora mismo el récord de los Golden State Warriors de Stephen Curry de 73 victorias en una temporada regular superando a los Chicago Bulls de Michael Jordan pase a un «segundo plano». He llorado en la intro y el pre partido con el homenaje de Magic Johnson y el video de los jugadores de la NBA despidiendose de él. He llorado cuando llevava 15 puntos en el primer cuarto. He llorado durante todo el tercer cuarto, y he muerto en el último. Estoy en estado de shock, no puedo describir con palabras lo que siento ahora mismo y lo que ha sido esto.  Ya está, se acabó, se fue, ya no está, son las 7:41 de la mañana, toda la noche sin dormir, toca ir a trabajar, para luego correr 24 km en honor a ti, es un objetivo que me puse hace tiempo, es superarme a mí mismo, nunca corrí más de 21. Y pensé que el 24 era un buen número de km para ello. Me dispongo a escribir las últimas líneas de este artículo, intentando no emocionarme más.

El baloncesto ya no será lo mismo sin ti, nada será igual, ni para mi ni para él en si mismo. La NBA y el Mundo, siempre amó odiarte y odió amarte, te mereces mucho más reconocimiento del que siempre se te dio. Eres mucho más grande que todo lo que se dice.

No es una cuestión meramente deportiva, es una cuestión de un estilo de vida, de alguien que ha pertenecido a lo más profundo de mi corazón desde que tengo conciencia. El personaje que salvaba los momentos duros y el que potenciaba los alegres se va. No es algo con lo que se pueda lidiar fácilmente. Me quitan una parte fundamental en mi vida, que parecía que era eterna y que nunca me ha fallado. He crecido con Kobe Bryant, me he llevado golpes, he madurado, toda mi infancia, paso por la edad del pavo, adolescencia y el cambio a una vida adulta ha sido con él, y suena exagerado decirlo, y una tontería tal vez, pero la pasión con la que Kobe ha impregnado el deporte, sus miradas asesinas, sus campañas de marketing, su juego, su espíritu competitivo, ser un héroe y un villano a la vez, el no rendirse nunca, el superarse a si mismo una y otra vez… me ha marcado mucho en mi vida, y hoy día 13 de Abril de 2016 en EEUU pero ya 14 en España, es el primer día de otra vida distinta para mi. Una vida sin el mejor jugador de todos los tiempos, una vida sin poder ausentarme del Mundo, problemas e inquietudes, ponerme delante de una pantalla y disfrutar un partido más de el Caballero Púrpura. Siempre nos quedarán los recuedos, Youtube, artículos… pero ustedes lo saben, no es lo mismo. Otros han superado estas pérdidas como yo, tendré que seguir los pasos de mi gran amigo Pichu Ruas y su adorado Magic Johnson, pero esto va a ser duro, lo se. Uno vive con tanta pasión el baloncesto, y quiere tanto a sus componentes que lo traslada a la vida. Es lo que tiene cuando algo te entra de lleno, como un flechazo de Legolas sin compasión.

Este es el artículo que nunca quería que llegase, este es el día que nunca quería que existiera. Como una puerta del tiempo censurada, rota en el olvido, pero se va a convertir en un día significativo, ha llegado, te vas, y sólo queda darte un Gracias que has recibido diariamente en esta última temporada por parte de rivales, compañeros, ídolos y detractores. Te vas como un héroe, pero también como un villano, es lo que más te gusta, no puede existir una cosa sin la otra, yo siempre te vi como un héroe, hoy te veo como un villano. Tenías razón.

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