Último partido de la última jornada de la excepcional fase de grupos final de la ACB. Se enfrentaban, sobre el papel, el gran favorito y la gran revelación de la temporada «irregular». Es decir, el Madrid de Laso contra el Zaragoza, que no sólo iba tercero antes del parón, sino que había adquirido el título de matagigantes tras ganar en la ya lejana primera vuelta de la competición a los dos transatlánticos, el propio Madrid y el Barcelona.
Además, en un grupo igualadísimo donde la igualdad y la emoción ha sido la nota dominante. Sin duda, se preveía hace pocas fechas un guión propio de Hollywood. La realidad, sin embargo, no nos ha dejado una superproducción sino una tragicomedia sin argumento aderezada por algún buen actor. Algo así como poner una película un domingo para asegurarte la siesta. De final con todo en juego a final de consolación. Cosas del directo.
Zaragoza llegaba ya eliminado con una jornada de antelación tras perder sus primeros tres partidos mientras que el Madrid, tras tropezar ante San Pablo Burgos y Morabanc Andorra, ha terminado de ser ejecutado en el tercer gran cuarto del Valencia Basket, que ha aniquilado tanto a los blancos como a su rival, Gran Canaria.
Con tan poco (nada) en juego, lo cierto es que el partido prácticamente dejó de importar. Era más apartar estados de ánimo y tratar de dejar buenas sensaciones de cara al verano, por si el fracaso de esta fase final provoca decisiones drásticas en el periodo estival.
El Madrid comenzó fuerte mientras que el Zaragoza todavía no tenía claro hasta qué punto de intensidad se iba a disputar el partido. Causeur, uno de los principales candidatos a víctimas del verano, salió de titular y marcó el camino a seguir por su equipo, que pronto puso distancia con su rival.
El factor grada, además, en seguida se vio que hoy iba a ser un lastre importante. El no ver público en los partidos ha hecho de los partidos con mucho peor ambiente. A cambio, ha dejado ver más detalles en la interacción entre jugadores y entrenadores. Sin embargo, hoy el hándicap ha sido muy grande. Sin la emoción del resultado, con jugadores pensando más en los partidos pasados que en el presente, que ni siquiera hubiera animación ha terminado de descafeinar definitivamente el duelo.
Por retomar el hilo de un partido que invitaba más a disfrutar el viernes tarde-noche en una terraza al amparo de algunas cervezas o sucedáneos, el Madrid estuvo por delante a lo largo de todo el partido desde ya el primer cuarto. Si algo ha definido al Madrid a lo largo de esta temporada, más allá de Campazzo, ha sido el factor Tavares. Sabedor de que dispone de un recurso casi sin parangón en Europa, Laso ha hecho girar el equipo en la conexión entre estos dos jugadores pero, cuando los rivales han podido minimizar al caboverdiano, se le han visto las costuras.
Sin embargo, no es Zaragoza un equipo con las armas ni la energía suficientes para ello en esta fase final. El gigante ha dejado su sello en el partido y ha sido un dolor de mueles imparable. Con él, Campazzo y detalles de Llull, el Madrid dominó un partido que parecía languidecer antes de llegar al descanso. El marcador tras los primeros veinte minutos, 48 – 36, no dejaba lugar a dudas.
Orgullo zaragozano
Si algo ha dejado claro el Basket Zaragoza durante esta fase final es que, pese a que no le haya salido las cosas bien y hayan pecado de juventud en muchos momentos, no le ha faltado orgullo. En el tercer cuarto, sacó de nuevo el colmillo y trató de regalarnos un final igualado. Su coraje se vio representado sobre todo el joven Pradilla. Pese a no estar muy acertado (5-15 en tiros) no dejó de intentarlo en todo momento y aportó una dosis de valor que se agradeció mucho teniendo en cuenta las circunstancias.
El joven, de tan sólo 19 años, terminó con 12 puntos y 3 rebotes en 22 minutos. La sublevación llegó al punto de que los aragoneses estuvieron a dos posesiones de igualar la contienda, pero Tavares no lo iba a permitir y, como no, se juntó a Campazzo y a Thompkins para devolver los diez puntos de ventaja. Cuando Zaragoza se debatía entre el KO y la retirada, Taylor apareció con dos triples desde el lado izquierdo para mandarlos a lona.
Diecisiete puntos de diferencia a falta de sólo un cuarto y algo (algo) de honra por jugarse parecía una distancia insalvable para casi todos. Alocén, otro joven que todavía no parece conocer que la vida a veces golpea con fuerza, cogió el timón. Seguramente sea el jugador sobre el que más ojos había puestos, por parte de los dos equipos, y se mostró bastante desapercibido hasta este momento. Pero se encontraba ante una gran oportunidad que no iba a dejar pasar.
A sus mandos, Zaragoza se dio una nueva vida y rebajó la distancia, pero el Real Madrid tenía claro que ya había perdido bastante en esta fase y no iba a despedirse con otra derrota. Mantuvo una distancia de seguridad entre 5 y 7 puntos, lo suficiente para no sufrir más de la cuenta. Los dos equipos se van a casa con sabor amargo y desaliento. Un final que empaña lo que para unos es una década terriblemente exitosa y para otros una temporada cargada de optimismo y futuro. Veremos que consecuencias trae esto para los meses sin competición.
El MVP: Walter Tavares
El gigante caboverdiano no dio opción en la zona. Jugó a placer, sin que los pívots rivales pudieran hacer nada para pararle y fue absolutamente dominador. Terminó con 22 puntos, estando inmaculado en tiros (6-6) y haciendo daño también cuando intentaron pararle con faltas (10-13 en tiros libres). Su 43 final de valoración es el mejor reflejo del hueso que supuso para Zaragoza tenerlo delante.