Brad Stevens, una temporada para enmarcar

LOS CELTICS ACORTAN PLAZOS CON ÉL

FOTO: BRADJWARD (CC)
FOTO: BRADJWARD (CC)

Cuando Brad Stevens recibió la oferta de trabajo como voluntario en el programa de baloncesto de la universidad de Butler, su vida cambió por completo. No sólo recibía la posibilidad de pelear un puesto como staff y así poderse ganar el sustento con el baloncesto, sino que se le presentaba una oportunidad para emplear su desmesurada capacidad de trabajo, análisis y su carácter competitivo. A los 31 ya comandaba la universidad y a los 36, con varias visitas a las fases finales de la NCAA a sus espaldas, se despedía de la humilde, por lo que entendemos en NCAA, universidad para afrontar el mayor reto de su vida, ponerse a los mandos de la reconstrucción de los Celtics y firmar un contrato de 6 años.

Hasta aquí, el inicio de cualquier artículo que recuerde a alguno de los fallos más sonados de entrenadores universitarios exitosos que decidieron probar suerte directamente como ‘head coach’ de la NBA y cayeron estrepitosamente. No estoy precisamente proclamando la entrada en el ‘Hall of Fame’ del de Indiana pero toda la NBA rinde homenaje al director de los Celtics y en SomosBasket queremos analizar lo que ha sido este año para él.

Segundo año de reconstrucción bajo el tándem Stevens-Ainge, Rajon Rondo y Jeff Green se preparan para recibir a un gran número de nuevos jugadores cambiados este verano, muchos otros serán vendidos por rondas o espacio salarial. Pocos veteranos en el vestuario, Rondo, Green, Bradley y Bass son quizás los que más entienden la ciudad de Boston pero cualquiera puede salir del mediocre conjunto. Al frente de todos ellos un entrenador de cara aniñada que todavía no ha demostrado sus impecables credenciales universitarias, en su primer año se había sentido desbordado por momentos y ninguno de sus experimentados ayudantes le podía liberar de los críticos medios.

Ainge contempla en la sombra un roster al que piensa dar forma a lo largo del año, y vaya si lo hace. Un mal inicio de temporada alienta a los defensores del derribo absoluto del antiguo proyecto, la defensa no funciona y hay rumores de pequeñas escaramuzas en el vestuario. Ainge se pone manos a la obra y comienza un baile de nombres, contratos y rondas. Mientras el equipo pelea en tierra de nadie, no sabemos si por Playoffs o por el Draft, el talento y la veteranía se van en cada traspaso. A cambio se obtienen jugadores que nadie quiere para un puesto de importancia y contratos baratos.

Momento de la magia. Llega el All Star y los Celtics no mandan a ningún representante al partido de las estrellas, sin embargo algo ocurre en el equipo. Stevens afina poco a poco el modelo de juego que quiere implementar y el grupo se une, después de todo, el vestuario está formado por jugadores al borde de su salida de la NBA por la puerta de atrás o de jugadores de rol con mucho por demostrar. Tienen mucho que ganar si escuchan a ese entrenador decidido y educado del que todos los que salen hablan maravillas.

El juego es más rápido que el año pasado, Brad, quien era conocido por agotar las posesiones con Butler, apremia a sus pupilos para que corran y busquen canastas fáciles a la contra. Las jugadas varían y los interiores son ahora una amenaza exterior terrible, sí, has leído bien. La primera línea defensiva se refuerza con Crowder y se convierte en un grupo de perros de presa capaz de amargarle la noche cualquiera de los representantes de la época dorada de los bases de la NBA. Se fija una identidad y el grupo cierra filas.

Mientras Sullinger se lesiona, el joven vestuario se conjura para tomar por asalto los Playoffs. Se alinean tras el entrenador y muestran su respeto por él en cada tiempo muerto, en ellos la voz de Stevens es siempre escuchada y todo lo dibujado en la pizarra se realiza en la cancha. El resultado: los Celtics son uno de los equipos que más anotan tras la visita al banquillo de los 10 de cancha. La liga empieza a alabarlo, y hasta Pop reconoce que se fija en algunos de sus puntos fuertes.

Tengo el sentimiento de que a todo el mundo le encanta jugar para él- Jonas Jerebko

Se conforman finalmente las rotaciones y todos los jugadores acaban por encontrar un sitio en el sistema. Se pierde mucho menos la bola a medida que el balón se comparte mucho más y con mejor criterio que en los meses anteriores, todos trabajan por el equipo y eso en la NBA se ve en muy pocos casos. La precisión y la velocidad con la que la ofensiva construye sus jugadas desconcierta a los rivales que ven cómo los enfrentamientos contra los orgullosos verdes dejan de estar con la etiqueta de asequible en el calendario. No, ahora te encuentras a otro conjunto.

La varita de Stevens ya movía todo a su antojo, sólo quedaba el último esfuerzo para romper con todos los pronósticos y llegar a uno de los 8 puestos que dan acceso a seguir peleando en abril por el título de la NBA. Su carácter se vio modificado, se le veía mucho más activo desde el banco y los jugadores reconocieron que por primera vez comenzaba a gritarles, eso sí, pedía perdón por aplicar algo que todos los entrenadores usan.

Los Celtics se vieron propulsados y adelantaron a todos sus rivales directos hasta fijar la séptima plaza de un devaluado Este, el récord 40-42, no era nada del otro mundo pero el 17-7 desde el 4 de marzo refleja que los Celtics se convirtieron en un équipo élite en los últimos compases de la competición. Y tras pasar 22 jugadores por la plantilla en un año (récord de la franquicia), el único denominante común era Stevens y su sistema.

Esperaban los Cavaliers, los grandes candidatos del Este a llegar a las Finales con LeBron, viejo conocido de la afición Celtic, al mando de un proyecto con el que se juega el prestigio ganado en los Heat. La serie tuvo más historia de lo que parece pero el 4-0 acabó con el anhelo de arañar uno o varios partidos a uno de los mejores equipos de la competición. Sullinger había forzado su vuelta para estar en primera línea de batalla, sin embargo la chistera no pudo solucionar los problemas de rebote y acierto de tres y no fue capaz de parar a las superestrellas contrarias.

Se peleó pero se perdió y como Stevens dijo tras ser eliminado, «me gusta el progreso pero yo quiero ganar». No valían de nada las buenas palabras de Blatt sobre el gran rival que habían tenido enfrente, tocaba pensar en el año que viene. Y es que Stevens ha comandado este boom que ha acortado un año la reconstrucción. Queda saber si se podrá seguir construyendo tras este gran año de una manera consistente.

Todos los que acaban contrato han expresado sus ganas de volver a ser entrenado por el ‘head coach’ más joven de la liga, pero la realidad es que se avecina otro verano de cambios en los que por lo menos se contratará a una estrella ofensiva para asumir el peso en los momentos difíciles, un tirador de tres y a un protector de la zona. Se tiene que dar el siguiente paso en cuanto a calidad, pero eso significa que el vestuario variará y nuevos egos entrarán en él. La bola vuelve a Stevens que tiene que demostrar que sabe entrenar a algo más que un grupo de perfil bajo hambriento de éxito. ¿Podrá seguir evolucionando como hasta ahora?

El perfecto equilibro es jugar con fuego y guardar las formas al mismo tiempo […] Teniendo a un entrenador que está siempre calmado, que mantiene a los jugadores calmado. Brad es nuestro líder. Pero pasa lo mismo con un jugador estrella de un equipo: cuando está ahí fuera manteniendo las emociones de todos, hace que todos se limiten a salir y jugar más tranquilos. Ahí es cuando los jugadores de baloncesto son los mejores– cuando no están pensando, ellos salen y juegan siguiendo sus instintos- Avery Bradley