Tras ganar la Euroliga con el Real Madrid, el entrenador de los blancos Pablo Laso, ha ofrecido una interesante entrevista al diario El Mundo, en la que analiza como el equipo consiguió la ansiada Novena y sobre todo, el duro camino recorrido lleno de críticas por las derrotas en los momentos importantes.
Aquí os dejamos la transcripción completa para que podáis disfrutar de la entrevista íntegra, sin duda, muy interesante.
¿Qué gesto no olvidará jamás de las celebraciones?
El abrazo con mis hijos al acabar el partido, cuando bajaron al campo. Tampoco un mensaje que me envió mi mujer, al mediodía, antes de la final. En lo personal, fue muy especial y emotivo.
¿Qué le pasaba por la cabeza antes de enfrentarse a Olympiacos?
Mi mayor preocupación era lo que iba a tener enfrente. En cuanto a mi equipo, estaba tranquilo, el trabajo estaba hecho, han ido creciendo durante la temporada. Yo no creo mucho en lo de aprobar un examen estudiando sólo el último día.
¿Sigue haciendo yoga antes de los partidos?
Sí. Respiro, visualizo, intento valorar las cosas que pueden pasar durante el partido. Luego pasan o no.
¿Tuvo miedo a volver a perder?
No. ¿Cómo era esta definición de miedo? Algo así como que es la única palabra que no es real. Porque el miedo habla de algo que todavía no ha pasado. Al contrario, tenía ilusión. El miedo es una palabra que ni me gusta ni me define.
¿Por qué este año sí?
Fue un poco de todo. Todo tiene su proceso. Cada año hemos intentado mejorar, independientemente de los grandes jugadores que he tenido siempre. Valorar temporadas por un partido, por un resultado, es muy jodido. Pero este negocio es así.
Desde fuera se evidenció una dureza física y mental diferente.
Llegaron jugadores diferentes, que nos han transmitido mucho. El equipo ha cambiado, mejoró en carácter y en coraje. Pero lo que trasmite la gente nueva no se consigue de la noche a la mañana. El grupo ha ido madurando y creciendo. Es algo de lo que me siento muy orgulloso.
¿Han renunciado a parte del estilo, sobre todo en los momentos de la verdad, para ser más efectivos?
Es que, ¿cuál es el estilo? El equipo es diferente, con jugadores menos vistosos, que hacen una labor más sorda, que en siete u ocho minutos puede ser definitiva. Nadie habla de Maciulis. Para mí lo que nos ha dado este año ha sido muchísimo. ¡Le tendría que dar más minutos! Hemos conseguido que todo el mundo sea capaz de aportar, independientemente de hacer dos tiros o 10.
¿El éxito sabe mejor si se viene desde el dolor de la derrota?
Lo pasé muy mal por mis jugadores. Sé lo que significa estar tan cerca de los títulos y perderlos. También hemos ganado mucho y me alegro de que los disfruten. Pero siempre mantengo una misma línea, en la victoria y en la derrota. El deporte tiene una cosa, te cierra un puerta y te abre otra. Que eso no te cambie, que sigas manteniendo el hambre y la ambición, es la clave.
No todos se levantan de finales perdidas como esas…
Eso habla muy bien de mis jugadores. De no salirse del objetivo, de seguir trabajando, de saber que habría otra oportunidad. Han mostrado mucho coraje. Lo que más me jode de un jugador es que se borre, que se conforme con la victoria, que se caiga con la derrota.
¿Cómo se hace para controlar tantos egos?
Es la labor más difícil. Pero si trabajas en un banco y eres director de una sucursal te pasa lo mismo. Tienes que conseguir que todo el mundo reme en el mismo sentido. Cuando peor me siento es cuando veo que alguien no está en esa línea. Es lo único que no permito. Les considero estrellas y así les trato, pero no son nada sin sus compañeros.
¿También hace de psicólogo?
Sí, porque gestionamos personas no máquinas. Tengo que conseguir que Carroll se quede solo, pero igual no ha dormido esa noche porque su niña está con fiebre.
En estos cuatro años, ¿se sintió permanentemente bajo sospecha?
Nunca me he sentido en entredicho. Porque significaría que dudo de mi trabajo. Lo que no puedo controlar es lo que se escriba o se piense. Si viviera pensando siempre en lo que van a decir de mí, no disfrutaría. No soy gilipollas, claro me gustaría que todo el mundo hablara bien de mí. Leer cada día: ‘Pablo es cojonudo’, aunque perdamos. Pero sé en qué equipo estoy. Lo que no puedo dejar es que eso varíe mis decisiones.
¿Cómo fueron, en lo personal, esos días de final de la temporada pasada? La incertidumbre tras su lesión, la expulsión en el Palau el día que pierden la Liga…
En lo personal, en ese momento no piensas mucho. Estás centrado en cómo tienes al equipo. Nadie lo dice, pero si hubiéramos jugado el quinto partido de la final de Liga en Madrid hubiéramos tenido siete jugadores sanos más el entrenador lesionado. Fue una enseñanza muy grande la actitud de algunos jugadores. También fue jodido. Como jugador disputé casi 20 años de profesional y no tuve una lesión, ni parecida. Pasado el tiempo, he valorado también lo que significó mi lesión para el equipo. Hay veces que pienso que me tenía que haber apartado, ¡me operaron durante la final! Pero les dije que en ese momento yo no les podía dejar tirados. Que iban a contar conmigo, a muerte. Porque me han dado tanto que el entrenador no podía apartarse. Me tenían que ver allí, jodido, sufriendo, con ellos. Antes de la charla del cuarto partido les dije que si me tenían que sacar de aquí en silla de ruedas, me iban a sacar. Y me sacaron.
¿Se vio fuera del club?
Siempre he trabajado sabiendo que no hay un entrenador eterno en ningún sitio. Siempre pongo el ejemplo de Ferguson, que creo que es el único. Pero esto no existe en el deporte profesional. Pero no pensé que iba a salir. Probablemente hasta la lesión me vino bien en esa postemporada, para recapacitar, para intentar aprender y mejorar…
¿Cree que su Madrid será recordado en el tiempo?
El año pasado, cuando perdimos la Euroliga, me escribió un email un amigo y me puso que casi nadie se acuerda de la Italia del 82 que fue campeona del mundo y que todo el mundo recuerda el Brasil del 82, por cómo jugaba. Es una bonita metáfora. Fue emocionante. Le contesté que me gustaría ser el Brasil del 82 habiendo sido campeón. Mi mayor orgullo es que este Madrid es reconocible y reconocido. Yo valoro mucho el camino, me conocéis.