Ty Lawson y Jeff Teague fueron los nombres que más ilusionaron – o no, ahora veremos el porqué – a los aficionados de los Utah Jazz. Y finalmente quien llegó fue Shelvin Mack, un jugador relativamente desconocido para los menos asiduos al baloncesto americano.
Pero quizá el que tenía más sentido para apuntalar este año una posición medio huérfana: la de base. Ty Lawson no tiene madera de jugador de Salt Lake City. Díscolo, bebedor empedernido, esta temporada está siendo para olvidar entre lesiones y el paupérrimo baloncesto del otrora deslumbrante jugador de Denver.
Jeff Teague era una opción mucho más ilusionante. Con un contrato bastante asequible – fue renovado antes del boom de esta campaña, con la entrada del dinero a la liga de los contratos televisivos – y contando con menos protagonismo desde la eclosión de Schröeder, Teague parecía una opción mucho más interesante. El problema era el coste para los Jazz: Atlanta llegó a pedir a Rodney Hood, vistos sus problemas desde el perímetro y la falta de wings que tiene la franquicia de Georgia. Además, no hay que olvidar que Exum sigue siendo la apuesta en la posición de los Jazz, y Teague podría haber cortado minutos a la progresión del australiano en la temporada 2016-17.
En cambio, Shelvin Mack costó exclusivamente una segunda ronda y los Jazz ya tienen demasiadas de esas. Hay varios motivos por los que este movimiento tiene sentido:
- Financieramente: su salario es de 2,4 millones de dólares esta temporada y opción del equipo la siguiente, por lo que no compromete la estructura salarial de los Jazz y les da flexibilidad de cara al futuro.
- Conexión Butler: Mack es un gran amigo de Gordon Hayward. Ambos fueron parte del histórico equipo de Butler que llegó a las Finales de la NCAA en 2010. Es un movimiento que, fuera de su contexto baloncestístico, puede ayudar a mantener contento a la estrella del equipo mormón.
- Conexión Snyder-Hawks: Snyder conoce el juego del base de Kentucky debido a su paso por el equipo técnico de Mike Budenholzer. De hecho, fue uno de los grandes instigadores de su llegada.
¿Y qué puede aportar? No hace falta recordar que no es Stephen Curry, pero sí que hay ciertas cosas en las que puede ayudar a los Jazz en la batalla por un boleto a los Playoffs del Oeste:
- Veteranía: con cuatro años a sus espaldas y camino a los cinco en la mejor liga del mundo y en un equipo que dio un salto de calidad en el Este, Mack puede dotarle a los Jazz de una pausa y serenidad en la posición más difícil de la liga, y donde solo cuentan con los altibajos de Burke y Raulzinho.
- Defensa: de contextura fuerte y buena envergadura y un defensive rating de 104 esta campaña (el mejor base en este apartado es Patty Mils, que cuando él está en campo el rival anota 100,4 puntos por 100 posesiones), el exjugador de Butler seguirá cimentando la filosofía defensiva de Quin Snyder.
- Finalización en la pintura: Mack tiene un promedio anotador del 60% en sus puntos a menos de 1 metro de la canasta, y un 74% esta temporada.
- Asistencias: con un ratio de asistencias-pérdidas del 2’83 (se considera un ratio óptimo de 3 asistencias por 1 pérdida de balón) y un porcentaje de asistencia de carrera de 28’3, Shelvin Mack es un pasador dispuesto y sabe poner a sus compañeros en situaciones de anotar.
Así, Mack no es el futuro de la franquicia mormona pero sí una pieza que puede aportar serenidad y veteranía a una posición huérfana en los Jazz, sin comprometer la apuesta de Utah a largo plazo – claramente Dante Exum – pero sí apuntalando de inmediato el equipo. Además, el beneficio que conlleva que dos piezas importantes del equipo, Gordon Hayward y Quin Snyder, ya conozcan el juego, fortalezas y carencias, del jugador oriundo de Kentucky, hará probablemente que Shelvin Mack pueda aportar su granito de arena desde el minuto uno.