
La historia de Chris Johnson es una de tantas. Una de tantas en las que un jugador espera con ansias que el Comisionado acabe pronunciando aquellas palabras mágicas en la noche del Draft. En su caso, en el año de 2012. Pero ese momento especial no llegó y David Stern no llegó a pronunciar su nombre nunca.
Sin embargo, en vez de probar suerte en Europa o en otras ligas, Johnson no se conformó. El jugador de la universidad de Dayton se arremangó la camisa y se puso manos a la obra en la D-League, en donde sus actuaciones le servían para encontrar esporádicas oportunidades en equipos como Celtics, Sixers o los Bucks.
El año pasado tuvo que pasar dos contratos de 10 días para poder lograr una oportunidad hasta el final de temporada. Y este año lo tiene garantizado, pero no así el siguiente. «Every day I’m hustling» que diría Rick Ross.
Un aficionado del baloncesto que solo se detuviera en sus estadísticas más básicas no vería nada destacable en las de Johnson: nunca ha pasado de los 6,7 puntos por partido y este año promedia unos paupérrimos 3,1 puntos. Y quien lo viese jugar con el balón en las manos tampoco se impresionaría mucho. Es más, podría acabar horrorizado. No bota bien para ser un wing; tampoco puede iniciar el pick&roll como tan acostumbrado tiene Snyder a sus aleros y escoltas, y como mucho es un aceptable – siendo excesivamente benevolente – triplista en estático.
Entonces, ¿qué tiene Chris Johnson que le ha hecho entrar en la NBA y establecerse en la rotación de un equipo aspirante a Playoffs?
Fácil de adivinar, si hablamos de los Utah Jazz: la defensa. Pero no solo la defensa, en la que entraremos en detalle de la mano de las estadísticas avanzadas en líneas posteriores, sino que principalmente de su intensidad defensiva. Chris Johnson es ese jugador pesado. Ese Dellavedova o ese Tony Allen de hace unos años: Ese tipo de jugador que acaba chorreando la Coca-Cola y los nachos por todas las primeras filas. Ese tipo de jugador que no da una bola por perdida o que persigue hasta el último rebote. De hecho, el jugador de Ohio atrapa cuando está en cancha el 15,5% de los rebotes defensivos del equipo. Una cifra muy alta, teniendo en cuenta que ha jugado 612 minutos (12,5 minutos de media). Para ponerlo en perspectiva: James Harden es el líder de la liga en minutos jugados, con 2219, y atrapa tan sólo un 1,1% más de rebotes defensivos que Johnson.
Y su defensa sobre el hombre que tiene el balón es bastante eficiente también, como podemos observar en esta tabla que nos facilita NBA Stats.

El promedio de anotación de los jugadores a los que defiende Chris Johnson es de un 43,8%. Pero cuando son defendidos por el natural de Columbus ese porcentaje baja un 4,5%. En todas las categorías estadísticas que ofrece la renovada página de la NBA, la media anotadora del contricante baja: ya sea triples, tiros de dos puntos, a menos de 6 pies (1,83m), a menos de 10 pies (3,05m) o a más de 15 pies (4,57m). Significativa es la cifra anotadora de los contrarios cuando Chris Johnson está defendiendo tiros a menos de 6 pies: Los rivales anotan casi un 10% peor. En resumen, cuando él se encuentra defendiendo al hombre con el balón, este último anota menos eficientemente.
En la NBA, Currys y Lebrons no lo pueden ser todos, lógicamente. No todo el mundo tiene una habilidad atlética superlativa o la mejor muñeca de la historia. Así, muchos jugadores tienen que encontrar su nicho. Es decir, aquella habilidad que los hace superiores a la media de la liga: bien sea rebotear mejor, defender mejor, anotar desde la línea de tres puntos consistentemente, etc. Christapher Johnson destaca precisamente en su intensidad defensiva. Y eso le ha valido para establecerse tras mucho batallar en la D-League en la rotación del equipo mormón. Al menos por ahora.