Damian Lillard se merece un MVP que no le van a dar

Analizamos la temporada del líder de Portland

Wikimedia (CC)
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Hace poco más de un año estaba profundamente decepcionado con Damian Lillard. El jugador que me había enganchado en sus tiempos en Weber State y deslumbrado como rookie en la NBA, había reaccionado como un niño consentido cuando no fue llamado para un All-Star que si bien merecía no lo hacía más que los otros que sí acudieron. Declarar que te han faltado al respeto no era de recibo cuando miras los nombres que había en ese backcourt. Peor aún, cuando a última hora le llamaron para ir a cubrir la baja de Blake Griffin (la NBA dijo la de Griffin y no la de Kobe Bryant para que nadie se diese cuenta de que habían llevado al de los Lakers por delante del de Portland y la gente no empezase a quemar cosas en la calle), el base acabó pidiendo disculpas y yendo sin rechistar.

Llámenme clásico, pero si yo considero que alguien me ha faltado el respeto y más tarde me llama porque necesita ayuda lo que suelo hacer es: colgar, encender un cigarro y disfrutar viendo cómo se hunde en su miseria. Eso, o presentarse en el All-Star como Duff McKagan y Slash en los American Music Awards, son cosas que respetaría; pero llorar y luego agachar las orejas es algo que no admite recibo.

Por suerte, todo cambiaría este año, cuando reaccionó a su no llamada al fin de la semana de las estrellas – pese a haber realizado motivos más que sobrados – diciendo de manera educada que le importaba bien poco si le llamaban o no, que él iba a seguir haciendo su juego y tratando de llevar a su equipo lo más lejos posible.

Y la verdad es que lo está haciendo: en su cuarta temporada en la NBA, Damian Lillard, se ha erigido en el líder de su franquicia, los Portland Trail Blazers, situándola como la sexta mejor de la Conferencia Oeste; junto a C.J. McCollum forma el mejor backcourt de la liga pese a que hasta comienzos de esta temporada no había un solo analista que no defendiese que no encajaban y que no podían coincidir mucho tiempo en pista sin que fuese perjudicial para el equipo; y en tan solo cuatro años de carrera NBA ya se ha establecido como el segundo máximo triplista en la historia de Portand.

Ante todo esto, la pregunta es clara ¿por qué demonios nadie está hablando de Damian Lillard como un posible MVP de la liga para esta temporada? La respuesta no lo es tanto, al menos yo la desconozco, así que voy a hablar de los que sí sé: que se lo merece.

Para defender esta tesis de que Damian Lillard merece ser el MVP de la liga, voy a presentar los tres factores que suelen decantar este premio, a saber: el buen hacer de tu equipo, tus números individuales y una pizca de récord histórico. Por último, para darle un poco de contexto, voy a comparar cada punto con el pasado MVP y máximo favorito para alzarse con el de este Stephen Vine Curry.

El buen hacer de tu equipo.

Cuando el pasado verano los dos hombres altos del equipo, LaMarcus Aldridge y Robin Lopez, dejaron la franquicia de Oregon para irse a las dos franquicias más antagónicas de la NBA, muchos de los comentaristas que rodean la liga empezaron a hablar de reconstrucción y, los más aventurados, de tanking. No sabemos si ya han pedido perdón y entregado los ordenadores, pero muchos deberían hacerlo al ver la ya citada sexta posición que ocupa ahora el equipo, con un récord de 34 victorias y 31 derrotas y un porcentaje del 52.3 % de victorias. Evidentemente, es peor que la quinta posición lograda el curso pasado (51 – 31 y 62.2 %), pero para nada la catástrofe que muchos prometían.

Sí, este punto puede que sea para Stephen Curry puesto que los Golden State Warriors están realizando la mejor temporada jamás firmada por un equipo en la NBA. Cero objeciones a esto. Pero si buscamos la última temporada en la que Curry estuvo en un roster similar, la 2010/11 (seremos buenos y no tendremos en cuenta la 2011/12 por su lesión), en la que formaba una pareja similar con Monta Ellis, su récord queda lejos del logrado por Lillard (36-46) y, huelga decir, quedaron fuera de playoffs.

Estadísticas individuales

Ambos están realizando las mejores temporadas de sus carreras:

Damian Lillard: 26.1 puntos, 6.9 asistencias y 4.3 rebotes (23.7 PER).

Stephen Curry: 30.7 puntos, 6.5 asistencias y 5.4 rebotes (32.4 PER).

No hay dudas, la temporada de Curry está siendo estratosférica, una de las mejores actuaciones individuales que se han visto en las últimas dos décadas. Pero de nuevo voy a poner la puntilla de estar en un equipo que es un reloj suizo y que ya viene rodado de unos cuantos años atrás, mientras que la situación de Portland ya ha sido explicada. Es más, Stephen Curry nunca ha tenido unos promedios como el actual de Lillard hasta este año y su salto de calidad ha ido a la par que el de su equipo: a partir de la temporada 2012/13. Damian llegó a la NBA con un 21/6/4 que a Curry le costó cuatro años y un señor equipo alcanzar.

Pizca de récord histórico

Esta semana Stephen Curry se ha convertido en el primer jugador desde la introducción de la línea de 3 puntos en materializar más de 300 triples en una temporada. Increíble, histórico y adaliz no del baloncesto que viene sino del que ya está aquí. Pero es que Lillard tiene todas las papeletas para acabar haciéndolo también a lo largo de su carrera. Y esto no es adivinación sino contrastar que el de Oakland ha metido más triples que el de Akron a esas alturas de su carrera, superando año a año el número logrado por Curry (185-166, 218-151, 196-55, 188 de momento – 272). Lo que le ha llevado a lograr su récord histórico particular al convertirse en el primer jugador en anotar más de 150 triples o más durante sus cuatro primeras temporadas como profesional.

Nada más que decir salvo recordar que no estoy tratando de empañar la candidatura ni la temporada de Stephen Cury, ni siquiera diciendo que se vaya a esquilmar, una vez más, a Damian Lillard. Solamente he tratado de argumentar porqué me parece increíble que su nombre no está siendo considerado por casi nadie como un posible MVP 2015/16.