La guiada evolución de Marcus Smart como escolta
Brad Stevens está transformando el juego del texano
No tengo memoria suficiente para recordar la cantidad de veces que hemos discutido en esta redacción qué es Marcus Smart y cuál es la posición idónea para que se desarrolle lo máximo posible como jugador. El que fuera un base depositario de todo el peso ofensivo de su equipo durante su periodo en la universidad, fue elegido para jugar con unos Boston Celtics que contaban con uno de los mayores amasadores de balón de toda la liga: Rajon Rondo, por lo que tanto él como el cuerpo técnico de los Celtics se vieron obligados a emplear al texano más como un sustituto del escolta titular, Avery Bradley, que como base.
Rookie year
Con la salida de la plantilla del último jugador que había ganado un anillo de campeón con la franquicia, parecía que las puertas de los minutos se abrían para la que había sido su posición natural. Pero tras ocho partidos no demasiado fructíferos y la salida de Jeff Green del equipo, Evan Turner pasaría a ocupar la posición de alero titular en la teoría pero ejercería las funciones de base en la práctica – tema ya analizado en numerosas ocasiones -. Finalmente, la llegada de Isaiah Thomas al equipo, otro base con mucho gusto por tener el balón en sus manos, relegaría a Marcus Smart, que además llevaba jugando toda la temporada con problemas físicos, a un rol como escolta defensivo y mucho juego de off-ball. Pese a todo, como en las alineaciones aparecía como base, esto hizo que las estadísticas falseen un poco lo que en realidad se ve en la pista y eleve el número de minutos jugados por Marcus Smart en la posición de base durante el primer año hasta el 74 % del tiempo que estaba en pista.
Con todo esto, podemos afirmar que pese a que las estadísticas digan que tres cuartas partes del tiempo que el texano estuvo en la cancha durante su año de rookie lo hizo como base, su rol fue bastante distinto. En la práctica, Smart realizó la función de un base 3+D, cuya principal función era la de defender y la segunda la de aportar anotación exterior, todo ello sin que el balón pasase demasiado tiempo en sus manos y, por ello, no aportase demasiado a la creación del juego. Cómo se adaptó de bien el jugador a este nuevo rol es francamente sorprendente y nos empieza a dar una idea de la capacidad de trabajo y absorción que tiene el que está llamado a marcar el futuro de la franquicia más laureada de la historia. Marcus Smart, que en su periplo universitario jamás había sobrepasado el 30 % de acierto en triples y que vivía de los frutos que recogía en la pintura, pasó a lanzar el 57 % de sus tiros desde más allá de la línea de tres y a conseguir encestar el promedio más alto de su vida, un más que aceptable 33.5 % de acierto. Y no es que lanzase poco, precisamente lanzó un total 272 triples para ser el rookie que más logró en todo el año con 91. El balón salió de sus manos y solo un 15.1 % de las jugadas del equipo eran generadas por él (para que lo pongan en relieve, el uso de Isaiah Thomas el año pasado fue del 32.5 %), pese a que seguía siendo un pasador ciertamente fiable y seguía aportando un 15.6 % de las asistencias totales (35 % Thomas) del equipo y generó 471 puntos mediante pases. Aún así, de los 90 balones perdidos, 48 se debieron a malos pases; un dato francamente mejorable
Habiendo dejado claro que su rol ofensivo se concentraba a la línea de tres puntos y lo realizaba bien, donde más marcaba las diferencias era en el costado defensivo. Mientras que el número de victorias logradas por los Boston Celtics gracias a jugadas en la que las acciones ofensivas de Marcus Smart marcaron las diferencias fueron de un 0.7 % (el buzzer beater contra Toronto – la estadística no recoge aquella asistencia a Tyler Zeller, por ejemplo -), su impacto defensivo en las victorias asciende a un 2.2 %. Roba el 2.7 % de los balones que pone en juego el equipo contrario y tapona el 0.8 % de los tiros, siendo uno de los mejores reboteadores de los Boston Celtics en ambos costados de la pista, yéndose sus números hasta los 3.3 por partido durante la temporada pasada. Como contraste, todas sus estadísticas defensivas durante su primer año son muy similares a las de un jugador que no llegó a la NBA hasta dos años más tarde de lo que lo hizo Smart, Dwyane Wade.
Sophomore year
Pese a que durante el año de rookie su adaptación a la posición del puesto de escolta vino a responder más a una necesidad para salir del paso, durante su segunda temporada ha parecido ser completamente premeditada. Aunque el plan durante el verano era desarrollar aspectos de su juego que siempre se han relacionado más al puesto de base como el manejo y el juego de pick and roll, el tiempo ha demostrado que realmente esto tenía que ver más con un intento de hacerle participar más en la ofensiva del equipo (ha pasado de tener un uso del 14 al 17 %) que de desarrollarlo como playmaker. Viendo que ya se había desenvuelto bien en su rol como jugador de off-ball, se descuidó trabajar su triple, lo que acabó siendo un error; más tras romperse dos dedos sufrida durante la Summer League y no poder realizar sesiones de tiro en condiciones hasta bien entrado el mes de Febrero.
¿Cómo afectó esto al juego de Marcus Smart? Pues en que practica un estilo de juego en la parcela ofensiva que se parece mucho más a lo que venía realizando en la universidad pero que no es el que necesitan unos Boston Celtics que tienen en un jugador de 2.13 metros a su mejor lanzador exterior. Todo ello está afectando a su impacto en el juego del equipo y ha perdido un punto en cuanto a rating ofensivo se refiere (de 101 puntos en 100 posesiones del equipo a 100). Pero, y esto es lo extraño, no es que el jugador esté tirando menos a causa de su falta de acierto, sino que todo es parte del plan de juego de Brad Stevens. A falta de jugadores de altura que puedan ser determinantes en la pintura – Jared Sullinger es el único de los jugadores altos con capacidad para generarse su propios puntos ahí -, el plan de juego de entrenador de Indiana consiste en que sean los pequeños los que se lancen hacia la canasta y o bien resuelvan ellos – mucho más capaces que los altos en este extraño equipo -, o bien saquen el balón para los exteriores; con pick and pop para que Jared Sullinger y Tyler Zeller tiren de dos, y al hombre abierto para que Kelly Olynyk y Jonas Jerebko lo hagan de tres.
Así, vemos como el porcentaje de tiros de dos puntos de Marcus Smart ha pasado del 43 al 54 %, y sus canastas intentadas cerca de la canasta (a una distancia del aro menor de un metro) del 17.6 al 28.4 %. No solo está tirando más desde dentro de la pintura, sino que lo está haciendo mejor que el año pasado, subiendo del 41 al 43.5 % de acierto, gracias sobre todo a un fiable tiro de media distancia que ronda el 42 % de efectividad. La distancia media desde la que tira ha bajado desde los cinco metros y medio a los cuatro. Como causa positiva de esto, está acudiendo con mayor frecuencia y acierto (76.8 %) a la línea de tiros libres. Pese a que está mejorando su eficiencia de tiro, el estar firmando la peor temporada de la historia en triples, está lastrando una realidad que es que Marcus Smart está tirando mejor que el año pasado. Me explico, el año pasado tenía un mejor porcentaje y una eficiencia de tiro mejor que este, sí, pero porque tenía un promedio de acierto desde el triple normal, no el peor de la historia.
Y es que nada tiene sentido en el poco acierto desde el triple de Marcus Smart. Pese a que desde la línea de dos, sus canastas tienen un porcentaje de venir precedidos de asistencia muy similar al del año pasado ( del 39.3 al 39.1 %), desde la línea de tres sí que hay mucha diferencia, pasando de que el año pasado un 90 % de los triples que anotó vinieron precedidos de asistencia al 71 % de este. Por todo ello, durante esta temporada estamos viendo cómo la posibilidad de que fuese un base de 3+D como se intentó el año pasado se ha descartado, y la pérdida de la titularidad en favor de Isaiah Thomas ha limitado los minutos de Smart en la posición de #1 hasta los 47 %, casi 30 puntos menos que el año pasado; pese a que ya hemos dicho que los de su año rookie venían inflados, sigue siendo una barbaridad. Su desarrollo como escolta es mucho más que evidente y, a poco que vuelva a estabilizar su tiro, que lo hará, parece la decisión adecuada.
Jugando los mismos minutos por partido que el año pasado está subiendo casi todos sus promedios y el hecho de que lo haga saliendo desde la segunda unidad no devalúa esto puesto que sigue jugando siempre contra el mejor jugador rival en su posición durante la mayor parte del tercer y el cuarto periodo. Su aportación ofensiva, pese al desastre del triple, ha crecido en casi dos puntos en el mismo tiempo en pista y es de esperar que en lo que solucione ese problema – presumiblemente este verano -, los suba aún más. Además, el jugador está empezando a cargar más frecuentemente el rebote ofensivo, pasando de coger el 3.6 % de ellos al 4.8, y a dar menos asistencias; dejando claro el rumbo que está tomando como jugador.
Personalmente, creo que la decisión tomada por el cuerpo técnico de los Boston Celtics es la adecuada, más teniendo el cuenta el plantel actual del equipo. Además, en caso de que este varíe y Brad Stevens quiera volver a moldear al jugador, sabe que está hecho del mejor barro posible.