Carta de un cronista púrpura a Kobe Bryant: Le odio, le amo

Estas eran las cuatro únicas, y ansiosas, palabras que esta hoja en blanco tuvo durante toda una semana, el tiempo que el que les escribe esperó para despedirse de lo que tanto amó durante 20 años. Una semana de luto, una semana de lágrimas, una semana de púrpura y oro, pero grisáceo, de ese color tan fúnebre con el que cubres los sentimientos más dolorosos, cuando sabes que has perdido algo que jamás podrás volver a recuperar.

El pasado trece de abril se retiró Kobe Bryant, entre sesentas, pero sobre todo entre récords, no ya de cifras que le vuelven a los pies de los altares, sino de corazones rotos, de almas llorosas, y sobre todo, de amantes del baloncesto huérfanos de un icono al que amar. Pero supongo que es hora de que un cronista de Lakers se desnude, de que les muestre las entrañas, de hablar de sentimientos, y de mostrarles que me une a la Mamba Negra.

Todo empezó cuando un chico de 18 años llegaba a la liga, SI, se llamaba Kobe Bryant. Lakers movía sus cimientos para hacerse con él, y así, un Basket Lover con ganas de algo que contar, ponía sus ojos, y una estilográfica virgen, en él. Durante 20 años, Kobe ha formado parte de mi. Primero, le contaba a mis más allegados todo lo que hacía, pero luego el amor por su juego fue tal que quise gritarlo al mundo, de la única manera que sé, escribir de este sagrado deporte, que es el baloncesto.

Pasaron los años, debo reconocer que al principio odiaba su juego, lleno de egos, para luego caer en sus redes, en las que daba récords, y asombros, a mí y al respetable. Tan competitivo como odiosamente bueno, me enamoré de ti, y de tus imposibles. El odio pasó a un segundo plano, y acabé presumiendo de ti, de tus virtudes, de tu Gen, ese donde competitividad y trabajo se confunden, ese que te convierte en el más trabajador, y el más odiosamente bueno que uno haya visto pulverizando el aro rival en el Staples Center.

Esos años nos transformaron, tus 18 y mis 16, se convirtieron en tus 37 y mis 36, fuimos pasando fases juntos, fuimos madurando, fuimos sabiendo qué feliz puede ser la vida, pero también cuantos sin sabores nos puede deparar el maldito balón que tanto amamos los dos. Tu fuiste mi hermano mayor, o quizás un amigo al que coger de la mano, y descubrir que Los Imposibles No Existen, que el Trabajo Duro solo trae consigo Éxitos y el Respeto del Cielo.

Fase a fase, capa a capa, como dos cebollas que se van mostrando, tu y yo, entregamos nuestras entrañas al Basket. Y los dos nos dimos cuenta, que tras tus anillos, y algunos de mis aciertos, lo que nos hace de verdad enormes han sido nuestras dudas, nuestros defectos, y sobre todo, el alma abierta ante los sinsabores, que solo pudieron llegar con la edad.

Echando la vista atrás, tienes cinco anillos, mil y un récords, el reconocimiento de los demás, y lo que es más importante, el respeto de todo aquel que por un momento se ha parado a disfrutarte. Cada rival que has tenido, a tus pies se ha quedado, y pese a las dudas de otros, capaces de valorar tu trabajo sin haber sudado la gota gorda, esa que fue tu gran amiga durante tanto tiempo, el Baloncesto te ha puesto en el altar de altares. Maldito último 60 para tus Haters, el último gran orgullo para los tuyos, fue esa última noche, más tú que nunca, Kobe Bryant.

Tus ansias de llegar a la historia, una vez fueron odiadas por mi, tu personalidad ganadora fue rompiendo mis dudas, y me acabaron por rendir a ti. Por eso, hoy, puedo decir, que son días difíciles para mí. Nunca más contaré un partido tuyo, al único jugador que considero mi hermano, al que me siento unido por algo más que Baloncesto, y es por eso que te llevaré grabado siempre a fuego, a púrpura y oro. Ya extraño tu juego, y te extraño a ti, sudando en nuestro Staples, pero sobre todo, extraño ir de tu mano, aprendiendo lecciones de vida contigo, y sobre todo, de ti. Como dicen los grandes, Si no lo Sientes, NO LO ENTIENDES!!!  Mister Bryant, le odio, le amo!!!!