De inicio, la intensidad defensiva y en general, la concentración en el juego, permitían sorprender al Breogán, que encajaba un primer parcial de 12-2 antes de los primeros cinco minutos de partido. El ritmo de juego rápido y el apretar las líneas de pase contribuían a que los de Nacho Lezcano entrasen a remolque en el primer cuarto, tónica que se mantendría hasta el descanso. Un Dago Peña enchufado hacía las delicias de la afición local, que veía como su equipo era capaz de marcharse 9 puntos arriba transcurridos los primeros 10 minutos.
El segundo cuarto sería distinto, en cierta manera. Por un lado, el equipo local seguía marcando el tempo del partido, manteniéndose por delante en todo momento y sin ceder prácticamente terreno. Sin embargo, los lucenses eran capaces de anotar consistentemente, en parte por una defensa mixta que precisaba de muchos ajustes que no terminaban de resultar, con Salva Arco despertando después de un primer periodo nefasto. Este cuarto veía como el marcador parcial mostraba un empate (23-23), con un 51-42 en el marcador global.
Tras el descanso, el equipo visitante salía con todo para tratar de ponerse por delante por primera vez en todo el choque. Apoyados por su afición, se envalentonaban con cada triple que anotaba Salva Arco, cada buena acción defensiva o cada rebote que sus pívots capturaban en la pintura rival. En el otro lado, al Básquet Coruña empezaban a escasearle las ideas ante las pocas opciones que dejaba la presión asfixiante que planteaba el Breogán, el juego no acababa de ser todo lo fluido que debiera, y solo Djuran, Mikulic y Peña daban un poco de desahogo a los suyos, que tenían que sufrir de lo lindo para poder cortar el parcial 12-2 que les habían endosado. El cuadro celeste conseguía su primera ventaja en todo el partido, e iba a hacer lo imposible por aferrarse a ella.
A partir de ese momento, y hasta el final, el derbi gallego se convirtió en un duelo por todo lo alto, con ambos equipos intercambiándose a la cabeza del marcador. Sin embargo, las dinámicas en las que se encontraban ambos eran, lógicamente, contrapuestas, lo cual aventuraba un final completamente diferente al que tuvo lugar, a la postre. El Básquet Coruña, ahogado, se mantenía como podía, viviendo de Dago Peña y Monaghan, que a pesar de estar lesionado salía al rescate de su equipo en el último cuarto. Un par de fallos consecutivos por parte de los lucenses daban alas a un Básquet Coruña que se apoyaba en la magnífica afición de Riazor, acabando de dar el último empujón a un partido que al final acabarían llevándose ante un gran equipo que nunca bajó los brazos.
