ESPECIALES SB | La dimensión Westbrook

El jugador se encuentra en un momento clave de su carrera

Por primera vez desde que comenzara su andadura en la NBA, Russell Westbrook no defenderá los colores de los Thunder. Tampoco la franquicia conoce mundo sin su estrella, pues era Sonics antes de él y Thunder cuando dio comienzo su temporada de rookie. En estos 11 años previos, la figura del base ha sido una de las más elogiadas y, a la vez, criticadas, del panorama del baloncesto norteamericano. Porque con Westbrook no existe el término medio. Su juego y carácter suponen adicción y repudio; dulce rock&roll para unos y rechinar de metal para otros; tabla de salvación o condena eterna. 

Jugador unidimensional

La NBA es cambio continuo, una liga que vive a una velocidad enorme y a la que, si quieres ser parte importante de ella, debes adaptarte de inmediato. Por ello, los grandes jugadores son evolución y mejoría constante. Cada año muestran facetas nuevas en su juego que pone en jaque a rivales. Así hemos visto, desde LeBron haciendo de todo a Brook López siendo un gran tirador. De Kawhi, George o Butler empezando como especialistas defensivos sin mucha importancia en ataque a cargar con el peso de franquicias enteras a pívots como Marc Gasol siendo generadores principales. 

Mientras, Westbrook se ha permanecido casi impasible ante estos cambios. Sus virtudes y defectos son conocidos por todos porque son los mismos con los que se dio a conocer desde el primer día. Es, probablemente, el jugador más unidimensional de todos los de la élite. Mismo defecto que provocado que otros como Drummond o su propio ex-compañero Schöeder no hayan alcanzado lo que su físico les prometía. Algunos, como Monroe, directamente han sido «relegados» a jugar en Europa, hartos de no tener hueco en la mayor liga del mundo. Y es que el base es poco más que el mismo jugador que allá por el año 2008 se dio a conocer en la liga. En este tiempo ha mejorado sus estadísticas y su físico pronto dejó de ser de novato. Pero su juego sigue siendo el mismo. 

Westbrook sólo conoce un camino hacia el aro: el más corto. Su juego es tremendamente explosivo, sin miedo al contacto (aguanta perfecto cuando choca contra la defensa), no se arruga ante las intimidaciones de los pívots rivales y finaliza de manera implacable. Su trabajado físico le convierte en uno de los mejores bases finalizadores cerca del aro y, cuando la defensa está demasiado cerrada en él, tiene visión para darla al compañero desmarcado. Si bien, no siempre tiene ganas. Porque ahí reside la primera, y seguramente principal, razón de la bipolaridad de opiniones en torno a él.

Inseparable del balón 

Pasar el balón no es algo en lo que se prodigue. Disfruta siendo el comienzo y final de cada uno de los ataques de su equipo y, además, su carácter irreductible provoca que no sólo no tenga miedo al error, sino que reaccione ante él como si de una ofensa se tratara. Su carácter muestra una resistencia al fallo tan extrema que, en ocasiones, puede jugar en su contra. Y en la del resto de sus compañeros. Cada tiro errado es una motivación para resarcirse en el siguiente. O en los dos siguientes.

Russell Westbrook acumula balón a niveles nunca antes vistos. A excepción de sus dos primeros años (25,8 y 25,7%), el base nunca ha bajado del 30% de uso de balón en toda su carrera. Este dato, por sí mismo, puede ser tolerable teniendo en cuenta su condición de estrella y siendo, además, base ejecutor. Pero si ampliamos la mira nos encontramos con que la temporada 2014/15 su porcentaje de uso de balón llegó al 38,4%, para ser batido durante la 2016/17 con un 41,7% (!!), tan histórico como absurdo por loco. El poco más del 58% restante se lo repartieron entre los otros 18 jugadores que disputaron algún minuto. 

Por poner en contexto, durante toda su carrera, Michael Jordan dejó su récord en este apartado en un 38,6%, mientras que LeBron (33,8%) o Kawhi (31,1%) quedan bastante lejos. Otros bases MVP como Derrick Rose, Stephen Curry o Steve Nash nunca han alcanzado el 33% en ningún momento de su carrera (Nash ni siquiera el 30%). Por último, súper estrellas que han sido siempre tildadas de tener tramos de su carrera en los que jugaban muy solos y pasaban demasiado poco como Kobe Bryant y Allen Iverson tampoco soportan la comparativa con Westbrook. El escolta leyenda de los Lakers dejó su récord en un 38,7% la temporada 2005-2006, cuando a golpe de orgullo y de trance anotador trataba de meter a los angelinos en Playoffs después de la marcha de Shaq. Por su parte, «The Answer», tiene su récord en un 37,8% cuando llevó a los Sixers hasta la final de la NBA, donde claudicó ante los propios O’Neal y Bryant. 

Ni siquiera el compartir vestuario con otro de los grandes anotadores de siempre impidió que fuera el jugador que más tiempo disponía del balón en sus manos. Durante el tiempo que duró su sociedad con Kevin Durant, el alero únicamente tuvo más protagonismo durante los dos primeros años de Russell Westbrook en la liga. A partir de ahí, la bola pasó más tiempo con el dorsal «0» que con cualquier otro de aquel prometedor equipo.

Competidor nato

De entre todos los jugadores que copan los principales premios individuales, listas de All Star y caras de franquicias, seguramente Westbrook esté en la cola en cuanto a talento bruto y desatado. Reside aquí otro de los principales puntos a la hora de tratar de entenderlo. Desde que su mejor amigo Khelcey Barrs falleciera de manera repentina y a la temprana edad de 15 años ante los ojos del hoy jugador de los Rockets, nunca ha vuelto a ser el mismo. Barrs era un proyecto de jugador NBA que pese a su juventud ya empezaba a atraer miradas de algunas franquicias de la liga y se le consideraba un proyecto con el techo más alto que su compañero. 

Desde aquel suceso, Westbrook dio un paso adelante y dejó de ser invisible a ojos del mundo para convertirse en la bestia que es hoy con el fin de cumplir su sueño, y el de su amigo, de ser estrella de la mejor liga de baloncesto del mundo. Por él, por Barrs y por todo lo que aquel día se truncó sin previo aviso en forma de anomalía congénita que paró el corazón de uno y rompió el del otro. 

Le prometió hacerlo por los dos, aunque para ello hiciera falta renunciar al descanso y a disfrutar de lo ya logrado. Con las siglas KB3 en homenaje a Khelcey siempre con él y dispuesto a jugarse el tipo por cada balón suelto, Westbrook se ha caracterizado estos años por su carácter competidor. Como ya decíamos, no se trata de un jugador que flote sobre la pista o parezca que pueda anotar casi desde cualquier posición y en cualquier circunstancia, pero sabes que con él la rendición no existe. 

«Russell Westbrook es el jugador que más me recuerda a mí mismo. Es el que juega con la misma emoción, valor e intensidad que hacía yo. Siempre va al 110%». –  Kobe Bryant 

Su determinación, el motor de su éxito 

Es tal su ansia por la victoria, que ha conseguido romper cualquier limitación que su talento y debilidades pudieran tener. El hacer de cada partido una final y de cada posesión una oportunidad única de brillar y ganar ha convertido a un chico de 15 años con pocas posibilidades de llegar a la élite en un número 4 del draft. Y a aquel número 4 en un MVP de la liga, 8 veces All Star en 11 temporadas, también 8 veces All NBA (2 veces en el primer quinteto, 5 en el segundo y una en el tercero), dos veces máximo anotador de la liga, las mismas veces que ha sido máximo asistente, otras 2 veces MVP del All Star… 

Monetariamente (si es que sirve de algo para medir el impacto de un jugador) ha ganado más de 167 millones de dólares, sin incluir los 143 que ya tiene firmados que se irán a 190 con la opción de jugador.

Todo ello a sus, todavía, 30 años y sin contar aquello por lo que, muy posiblemente, será recordado por la historia: ser el segundo jugador tras Óscar Robertson (otra época) en promediar un triple-doble en lo que fue una temporada mágica en lo individual para él. Hazaña estadística que, para más inri, ha alargado durante dos años más y que, paradójicamente, ha terminado siendo más utilizada como arma arrojadiza por sus haters que por sus defensores.

Siempre bien rodeado, pero sin premio gordo

No funcionó ni la pareja PG+RW, ni la sociedad con Melo. Fuente: Sportsnaut

Porque los últimos años el proyecto Thunder ha unido nombres para ser una alternativa de nivel en el Oeste, pero la realidad a veces es caprichosa y se ha alejado de aquellas quinielas creadas cuando Paul George y Carmelo Anthony llegaron a Oklahoma. Con «Melo» caído en desgracia prácticamente de inmediato y a pesar de que Steven Adams aportaba atrás, la unión Westbrook&George no fue tan mortal como se podía suponer, especialmente en Playoffs donde han sido eliminados ambas temporadas en primera ronda: 4-2 ante los Jazz y 4-1 este mismo año pasado frente a los Blazers.

Esta última, además, de manera muy dolorosa, tras aquel ya mítico triple de Lillard desde casi el logo y con continuas burlas por redes debido al aplastamiento infringido por la pareja exterior que forman el propio Dame y McCollum a la dupla de Thunder. Derrota que, posteriormente, ha terminado suponiendo el fin del ciclo de ambas estrellas en Oklahoma, franquicia que se enfrenta a su primera reconstrucción severa desde su mudanza de Seattle. Y han pasado once años. Los once que lleva Westbrook tirando de la franquicia y evitando que fuera víctima del mercado pequeño que se le presupone y pasto del olvido competitivo. 

Blanco de las críticas 

Así pues, el acumular estadísticas vacías ha cargado de argumentos a los críticos de Russell para darles donde más duele: en su competitividad. Aquella que le hizo grande y hoy le aleja de los jugadores más influyentes. El razonamiento es simple, se le acusa de estar más pendiente de los números y enfermo de fiebre del triple-doble que, de verdad, hacer mejor a su equipo.

«Nadie quiere jugar con Russ, le preocupan más las estadísticas que jugar un baloncesto ganador. Thunder debería traspasarlo». – Randy Williams, gerente de la marca personal de Kevin Durant. 

Una final de la NBA, tres finales de Conferencia, una semifinal de Conferencia y 4 veces cayendo en primera ronda se antoja un bagaje muy escaso para alguien de su nivel. Más aún, si contamos que siempre ha estado acompañado de Durant, Oladipo y George más un puñado de buenos y prometedores jugadores (el primer Harden, Ibaka, Adams, Schöeder,…). Es verdad que el año 2013 apenas pudo jugar postemporada por lesión, pero eso no impide juzgarlo como una estrella que no ha conseguido ser ganador en los momentos importantes. En este sentido, pesan especialmente que sin Durant al lado todavía no ha sido capaz de pasar la primera ronda del Oeste. 

Con el peso de no saber gestionar los momentos clave

Los momentos importantes, esos malditos momentos importantes que tanto le han marcado en su carrera. Desde siempre se ha acusado al base que su pasión y estilo de juego no casaban con los Playoffs, que era incapaz de mantener la cabeza fría y dominar el ritmo de un partido caliente. Estigma que le ha perseguido siempre y que, en aquel ya lejano quinto partido ante los Clippers de los Playoffs de 2014 pareció volar. Aquel día, con la serie en ebullición por la igualdad y la polémica, Durant y Westbrook clavaron un parcial de 8-0 en 50 segundos para remontar desatar el delirio del Chesapeake Center, poniendo el 3-2 en la serie. Enfrente, un Chris Paul que perdió el último balón y su duelo personal, elevándose así como el jugador maldito por excelencia de Playoffs en el imaginario colectivo. 

Pero no fue así. El hecho de tener enfrente a un equipo con tan mala fortuna histórica minimizó para muchos la hazaña y las temporadas siguientes, perdiendo la ventaja de 3-1 ante los Warriors y el mal andar de Oklahoma sin Durant ha servido de vitamina a sus detractores. 

En este sentido, Golden State Warriors, convertidos en gran rival y cuya enemistad llegó a su auge con la remontada de los californianos de un 3-1 en finales del Oeste, el intento de lesión al propio Westbrook por parte de Pachulia y, cómo no, el fichaje de Kevin Durant por los de la Bahía dejaron claro su pensamiento en unas declaraciones filtradas: «En Playoffs, preferimos jugar contra Oklahoma City Thunder». 

El motivo de la afirmación era que el juego de Westbrook es mucho más anulable que el de cualquier otra gran estrella. Los de Steve Kerr tenían claro que con Russ sólo hay plan A, sin importar el estilo del rival o lo que pida el partido; mientras que otras franquicias saben mutar a lo largo de un serie y exhiben un mayor abanico de recursos.  De nuevo, el factor unidimensional de Westbrook jugaba en su contra. Esa mezcla de falta de adaptación y excesiva confianza en sus posibilidades han sido, seguramente, el motivo de su falta de éxito cuando la defensa más aprieta, el balón sube de temperatura y el tiempo corre a otra velocidad. 

Su fichaje por Houston Rockets, ¿anunciado fracaso?

Con semejante mochila, aterriza en Houston, con el embrujo de aquello que es nuevo. Lo hace en el equipo más personal de toda la liga, quizá el que más de siempre, el que más reclama adaptación y casi fe ciega por parte de sus miembros en un sistema que se ha convertido casi más en un credo a seguir y a elevado a su creador, Daryl Morey, a gurú estadístico. 

Siguiente parada, Houston. Fuente: Getty Images.

Por ahí, surgen muchas, muchísimas dudas. La primera de ellas, y más clara, es su compenetración con Harden. Aunque coincidieran en Oklahoma al principio de sus carreras, ahora mismo esa muestra no puede ser extrapolable. “La barba” es un jugador completamente diferente y se ha ganado a pulso el ser considerado estrella, líder y dueño en la cancha de la franquicia. La situación, por tanto, será completamente nueva para un Westbrook que deberá adaptarse a no ser la principal referencia y no llevar el peso total del juego. A su lado, esta vez, tendrá otra bestia que fagocita casi tanto balón como él y monopoliza ataques, dando menos oportunidades a unos compañeros cuyo deber, a menudo, se centra más en abrir espacios y estar listos para ejecutar de tres. Y es que, si decíamos que Westbrook ocupa el dato más alto de la historia, su hoy compañero Harden ocupa la segunda posición en esta clasificación con 40,5%. Dato que, para más inri, consiguió la temporada pasada, mostrando un crecimiento continuo en este aspecto año tras año. 

En otras palabras, el jugador que más balón a acumulado en una sola campaña en toda la historia deberá adaptarse a sumar sin tener la posesión del esférico. Lo que pueda salir de esta ecuación es prácticamente imposible de predecir. 

A esto hay que sumar las dudas de Westbrook en el tiro de tres. El catch&shoot es imprescindible en la franquicia tejana hoy en día, y el tiro de tres del ex-jugador de los Thunder es, cuanto menos, poco fiable. Los fríos datos no engañan: Russell nunca ha sido capaz de alcanzar el 35% tirando desde el triple, llegando a estar hasta en seis temporadas por debajo incluso del 30%. Ello, sin embargo, no le ha impedido reducir su cantidad de tiros, ya que no ha bajado de los 4 triples intentados por noche en los seis últimos años, con un tope de 7,2 intentados hace tres años (la del MVP y única en que ha anotado más de 2 por partido). 

No cabe duda de que su tiro amenaza la continua eficiencia buscada por los pupilos de D’Antoni y que es otro de los lunares que deja este movimiento. 

D’Antoni, poco propenso a encontrar la mejor versión de sus referentes

Y, precisamente en D’Antoni, reside otro de los puntos flacos. El italoamericano saltó a la primera plana de entrenadores tras su gran trabajazo en Phoenix Suns, con un estilo rápido que enamoró a casi todos y siendo germen de lo que posteriormente desarrollaron, cada uno a su manera, Warriors y los propios Rockets, entre otros. 

En Arizona se encontró con Nash y Stoudemire, considerados buenos jugadores pero lejos de la etiqueta de grandes estrellas antes de pasar por su mano. El final es por todos conocido, Nash fue dos veces MVP y Stoudemire terminó siendo lo que prometía cuando llegó a la liga hasta su caída en Nueva York, donde también era entrenador… Mike D’Antoni. 

Tras salir de Phoenix, el ala-pívot recaló en la Gran Manzana junto al entrenador que le hizo crecer, en lo que parecía ser el inicio de un gran proyecto. Sus primeros pasos fueron buenos, principalmente a nivel individual (los Knicks andaba ligeramente por encima del 50%, lo cual tampoco estaba tan mal), pero la llegada de Carmelo le quitó el sitio, entró en una espiral de lesiones y nunca más volvió a ser ese jugador. Fue la primera mancha en el currículum de D’Antoni con dúos de estrellas. Nunca pudo sacar lo mejor (ni lejos) de ambos estando juntos sobre el parqué. 

Experiencia que se repitió en su siguiente destino: Los Ángeles Lakers. En Hollywood le dieron un proyecto que era un caramelo y terminó resultando estar envenenado. Pronto perdió el control de un vestuario en el que convivían Kobe Bryant, Dwight Howard, Steve Nash, Pau Gasol o Ron Artest. La guerra Bryant-Howard se desató y tampoco logró combinar bien a tanta estrella. Por último, ya en Rockets, lo que parecía su redención gracias a la química que hicieron en un primer momento Harden y Paul terminó también reventando en mil pedazos a mediados de la segunda campaña. El final, es de sobra conocido. 

Kobe y Howard, proyecto fallido. Fuente: SB Nation

Como estos últimos, Westbrook y Harden empiezan el año siendo amigos y con la promesa de que se entenderán, pero lo cierto es que, con todas sus cosas buenas, no parece D’Antoni el técnico más apropiado para saber sacar lo mejor de dos jugadores de ese nivel al mismo tiempo. Eso y pasar finales de Conferencia son las barreras que, hasta ahora, nunca ha conseguido derribar el técnico. De conseguir la primera, dependerán las posibilidades de lograr la segunda. 

Mayor madurez

Así pues, argumentos para desconfiar de este proyecto no faltan. Pero también hay puntos para la esperanza.

Tras tantos sinsabores, la pasada campaña Westbrook dio muestras de querer recuperar ese hambre de títulos por encima del de galardones. Sabedor de que había fallado anteriormente en momentos clave, decidió ceder la iniciativa y los focos de estas jugadas a Paul George y aceptar él otro rol. Preferir no ser el héroe a cambio de una mayor recompensa colectiva debe ser tomado como la primera piedra que el base ha puesto en ampliar su dimensión como jugador. Si Westbrook lleva este paso más adelante, sabe convivir con una estrella más brillante que él y abre la mente a entender y aportar lo que le pida el entrenador, el paso adelante puede ser gigantesco. No como números, sino como jugador. 

Dejaremos de ver al base egocéntrico para poder disfrutar de un jugador diferencial que pone todo su talento y su físico por el bien común. En otras palabras, dejar de ser el Westbrook que hemos conocido hasta ahora, ampliar sus miras y convertirse en algo más grande.

Tácticamente posible

Pero no sólo a nivel mental está la clave, sino también a nivel táctico. Si antes comentábamos que nunca ha rebasado el 35% en triples en toda su carrera, si sólo contamos el tiro desde las esquinas, la cosa cambia. Hasta en cinco temporadas ha logrado superar esa marca, dejando su tope en un 40% que no está nada mal en su año de MVP. 

Uno de los principales motivos de este aumento en sus porcentajes está en la cantidad de tiros tras bote que ha realizado a lo largo de su carrera. En la gran mayoría de campañas, alrededor de la mitad de los triples de Westbrook no han sido asistidos, lo cual es una locura y casi un suicidio para los porcentajes, sino que él disponía del balón y tiraba sin ventaja y, normalmente, con un defensor encima. Esta práctica es mucho menos habitual en los tiros desde las esquinas ya que la mayoría suelen llegar tras pase previo y después generado ventaja colectiva. 

En Houston, con Harden de actor principal y siendo las esquinas de obligatoria ocupación, es de esperar de D’Antoni continúe apostando por los bloqueos indirectos a tiradores, de manera que Westbrook pueda subir el balón, pasarlo, recibir un bloqueo de Capela o Tucker y tirar más liberado y, sería lógico, con porcentajes bastante más óptimos. 

Por otra parte, algo que se comenta poco, es que en la excesiva estadística aplicada de los tejanos, vía Daryl Morey, el uso del triple es constante por su mayor eficiencia, en detrimento de la media distancia, pero también lo es el anotar desde la zona restringida. Así, según la estadística, un triple da 1,20 puntos anotados por tiro, mucho mayor que el 0,8 de la media distancia… Pero por debajo del 1,25 que supone el tirar desde cerca del aro. Según el propio genio de la estadística y líder del proyecto, el mejor tiro es aquel en el que Westbrook destaca de manera especial. Con Clint Capela y Tyson Chandler, limpiando espacio y atrayendo al pívot rival y, sobre todo, con una batería de tiradores amenazando de tres y abriendo el campo a límites insospechados en Oklahoma, lo que otrora era un buen recurso, ahora puede convertirse en un arma de destrucción masiva.


Uno de los mejores finalizadores de toda la liga se encontrará con un escenario que, por fin, lo potencia y que, además, lo considera la jugada más eficiente del baloncesto. 

La oportunidad para quitarse fantasmas y poder, por fin, alcanzar la gloria están en el objetivo. Por él, por Khelcey, por tantas críticas que se ha ganado. Los obstáculos son enormes y numerosos pero también lo es la determinación y el talento dispuesto a vencerlos. Ya sabemos que, cuando Westbrook enfoca un objetivo, es casi imposible detenerlo.