ANÁLISIS | Devonte Graham, un gigante entre molinos

El base ha sorprendido a casi todos y ha dado un enorme paso adelante

A veces pasa. Que cuando todo parece que va a salir mal, aparecen motivos para creer y las cosas vuelven a tener otra perspectiva. Al final no todo es tan malo. Sí, a veces pasa. Algo así deben pensar en Charlotte con Devonte Graham.

El base sophomore, que se pasó la mitad de la temporada pasada en el equipo de la G-League, está siendo la irrupción más fulgurante del inicio de temporada en Carolina del Norte. Tras la marcha de Kemba Walker y Jeremy Lamb, todo el mundo esperaba que Charlotte Hornets fuera un desastre, especialmente al principio de temporada con todo por engranar, pero Graham ha dado un vuelco a la realidad y liderado a su equipo en los primeros partidos. Contra todo pronóstico, están rondando el 50% y las posiciones de Playoffs durante este inicio de campaña.

En uno de esos cambios de segunda ronda que para muchos son irrelevantes, Charlotte Hornets dio una segunda ronda de 2019 y otra, también segunda, de 2023 a cambio de poder obtener a Devonte Graham, que fue puesto 34.

El movimiento, pese a pasar desapercibido para muchos, era importante para la franquicia de Michael Jordan, que buscaba suplente para Kemba Walker después de que Michael Carter-Williams dejara el equipo con más pena que gloria tras sólo un año. Una vez elegido, el movimiento con Los Ángeles Clippers para cambiar a Miles Bridges por Shai Gilgeous-Alexander acaparó todas las miradas por parte de los aficionados Hornets. Lo que, unido al dudoso historial de la franquicia durante los más recientes drafts, provocó más de una ceja arqueada entre fans y entendidos.

Jugador con debilidades detectadas

Que Graham tiene talento pocos lo dudaban cuando empezó a asomar la cabeza desde la Universidad de Kansas. Que presentaba debilidades que hicieron que nadie acabara de apostar por él en primera ronda también.

A Devonte se le ha considerado siempre como un jugador de techo relativamente bajo. Más que una futura estrella, las franquicias veían en él uno de esos jugadores que pueden ser útiles casi de inmediato, aportar en un rol bastante definido y convertirse en un base suplente de garantías. Pero poco más. Además, no se presentó al draft a la primera oportunidad que tuvo, si no que prefirió mantenerse en la universidad durante cuatro años y ser elegible ya con 23. Muchos pensaban que era demasiado mayor para ser rookie.

Por otra parte, había quienes consideraban que su físico, menos explosivo que el de otros bases referencia de la posición y menos fuerte para aguantar en defensa las acometidas de rivales como Lillard, Westbrook o Irving, por citar algunos de los más conocidos, supondría una desventaja demasiado importante. El hecho de que tampoco fuera un gran tirador, especialmente tras bote, era la última recomendación para no ser elegido en una alta posición. Para la gran mayoría, era un jugador invisible en las quinielas de promesas.

Acople desde la G-League

Finalmente llegó a la liga, aunque con un poco de retraso. Pero, aún así, hubo más movimientos en la posición de playmaker en Carolina. Los Hornets consiguieron firmar también a Tony Parker, en este caso en la agencia libre y Graham perdió su gran oportunidad antes siquiera de haberla tenido. Conviene no olvidar que, por lejano que parezca, en aquel momento los Playoffs eran casi una obligación para Charlotte Hornets para convencer a Kemba Walker de renovar y el apostar por jóvenes era un riesgo que no todos estaban dispuestos a asumir.

En este grupo se encontraba, sin ir más lejos, el propio entrenador James Borrego. Recién llegado desde el cuerpo técnico de San Antonio Spurs, sus esfuerzos fueron encaminados a instaurar una mayor cultura del triple y del small ball pero para ello siguió confiando en el mismo núcleo duro, una decisión que muchos no llegaron a entender. Batum, Zeller o Marvin Williams fueron las piezas clave junto a Walker y Lamb y sus minutadas dejaban menos espacio para otros como Monk, Bridges o el propio Graham. El base, directamente, se veía condenado a acumular actuaciones en el equipo afiliado en la G-League junto a Dwayne Bacon, también titular esta temporada.

Una vez fueron avanzando fechas, ya en la segunda mitad de año, y sin los resultados esperados y con alguna lesión mediante, Borrego recurrió a dar oportunidades a los más jóvenes, para regocijo de una afición hastiada de seguir viendo las mismas caras con los mismos y frustrantes resultados. El resultado no fue mal, aunque acabó siendo insuficiente. Es cierto que fue Bacon quien mejor sabor de boca dejó en los últimos partidos, pero Devonte Graham empezó a dejar su huella. Incluso llegó a compartir bastantes minutos junto al intocable Kemba desde el escolta debido a las lesiones de los más habituales.

Su inclusión en el equipo, siendo en plena temporada y con los objetivos todavía factibles fue bastante sencilla y no tuvo muchas dificultades para asimilar los esquemas. Por contra, como es habitual en algunos rookies, sí que tuvo que adaptarse a la velocidad con que se juega en la NBA y sus porcentajes dejaron alguna duda.

El año de su explosión

Pese a ello, sus números, discretos la mayoría de los partidos, no engañaban a quienes tenían la oportunidad de verlo. El chico era bueno pero, ¿hasta qué punto podía llegar a serlo? ¿Estábamos hablando de un buen base suplente o podía llegar, si todo salía bien, a ser base titular en un buen proyecto?

Sin alzar la voz pero tampoco sin dar respuesta, así empezaba esta temporada. La marcha de Kemba debía ser suplida por un nuevo compañero en el puesto de base, Terry Rozier. El ex jugador de los Celtics llegaba a Charlotte con la vitola de apuesta de la gerencia, el estatus de nueva estrella y un contrato gigantesco para lo que había demostrado en la liga. De nuevo, la silla ocupada de antemano, pero también una oportunidad.

Ya sin Parker en nómina, Graham empezaba como segundo base, lo que le garantizaba una serie de minutos y un compañero y rival que debía adaptarse a su nuevo equipo. O el equipo adaptarse a él. Mientras la jugada marcaba el movimiento de Rozier, Devonte Graham giró el tablero, ya desde el primer partido contra Bulls.

La victoria Hornet, sorpresiva para muchos, estuvo cimentada en el buen hacer de Graham, que terminó con 23 puntos, 4 rebotes, 8 asistencias, sólo una pérdida, 6/7 en triples y un +14 decisivo con él en pista. Rozier, por su parte, pagó los nervios de su primer partido y firmó un 7+4+6 con 2/10 en tiros, 4 pérdidas y -18 estando en cancha. Adelantando en recta a lo que, supuestamente, era un motor más potente.

Y, de ese pedestal, todavía no se ha bajado. En los diez partidos jugados está promediando 17,9 puntos; 7,6 asistencias; 3,6 rebotes y metiendo más de 3 triples por partido con un porcentaje del 42,5%. Una locura comparada con los 4,7 puntos; 2,7 asistencias; 1,4 rebotes y 28,1% en triples, cuando sólo metía 0,7 por encuentro, de hace tan sólo unos meses. Lo hace, además, manejando la pelota un 24,1% del tiempo, por debajo de Rozier (24,8%) y muy cerca de otros titulares como Bacon (23,2%) o Zeller (19,8%), dejando una marca mucho mayor y dando casi el 40% de las asistencias de su equipo cuando está en cancha (por comparar, Rozier se queda en un 26% y Monk, tercero en esta particular clasificación, un 17,3%).

Lo hace saliendo desde el banquillo pero jugando minutos y con galones de titular. De esta manera ha sido el primer suplente en la historia en conseguir más de 15 triples y más de 30 asistencias en los primeros cinco partidos de liga y el tercero en conseguir un partido de 35 o más puntos con 6 asistencias y 3 robos. Los otros dos, unos tales Manu Ginóbili y Lou Williams. Casi nada…

«Ha dado un salto significativo en cuanto a su presencia y confianza en la cancha»

James Borrego.

Líder

Ha explotado a lo grande y la afición está encantada de haber encontrado a quien idolatrar tras la marcha de Kemba. Más allá de números, sobresalientes, lo que más está destacando de Graham es su capacidad de liderazgo. Como hablábamos, ha ocupado el enorme vacío que se produjo en verano dentro de la franquicia y todo lo que ello conlleva.

Entre el espacio que existe en el tramo que va desde el cartel de estrella y el rendimiento como tal, y sin que haya noticias de los veteranos más allá de latigazos de Cody Zeller, especialmente del defenestrado tanto por lesiones como por la afición Batum, ha encontrado Devonte Graham su lugar. No sólo para jugar sino también para mandar.

Sus compañeros, como venía siendo habitual en los tiempos de Kemba, han echado la vista a un lado cuando todo iba mal y han encontrado a su base suplente. Graham ha asumido responsabilidad, ha enfriado los balones que quemaban y no ha dudado en cargar con el equipo aún cuando nadie lo pidió, pero todos lo necesitaban. Una situación que no es nueva para él.

Su convicción por quedarse en Kansas más tiempo del que muchos, confusos por las luces de una posible oportunidad en la NBA, aguantan le abrió el camino a ser líder ya en la universidad.
Fue en su segundo año cuando el éxodo de algunos de sus compañeros prácticamente le obligó a tomar responsabilidades dentro del vestuario. Y, aunque hoy nos parezca difícil creerlo visto lo visto, lo cierto es que no se encontró cómodo. Su carácter, tímido e introvertido, no casaba mucho con lo que a él se le pedía y fue casi un shock tener que levantar la voz para alguien acostumbrado a trabajar en silencio.

Él mismo reconoció que no le gustó mucho la situación que le tocó vivir pero a partir de ahí todo cambió. Sus números mejoraron muchísimo, pero no estaba a gusto. Sin embargo, fue algo por lo que tuvo que pasar y que le sirvió de aprendizaje. En su siguiente año, no sólo aceptó ese rol sino que lo hizo suyo, se adaptó y supo convertirse en el jefe total del vestuario. Eso sí, sin dejar de ser quién y cómo era. Y eso es, justamente, lo que ha hecho de nuevo en Charlotte Hornets. Otro escenario pero misma misión.

Un base para los demás

Porque Devonte Graham es un base de toda la vida que hoy se ha convertido en casi atípico. En pleno boom desde la posición de “1” y en la era de la libertad de posición, Graham es un base de los de siempre. Más preocupado de pasar que de anotar, es un playmaker puro entre tanto base ejecutor.

Ve siempre el baloncesto una décima antes de que ocurra, sabe dirigir a sus compañeros y cuando debe acelerar o frenar el juego. Pese a ello y a no ser un velocista, su estilo favorito es cuando la bola corre. Al contrario de lo que muchos piensan cuando se habla de bases cerebrales, Graham no disfruta más dejando pasar segundos de posesión, como tampoco aglutinando el balón en las manos ni acumulando botes estériles. Siempre mira la opción del pase rápido y, si puede ser sin llegar a botar, mejor todavía.

Eso está derivando en que, bajo su mando, Charlotte Hornets esté jugando mucho más rápido en este inicio de temporada de lo que venía siendo habitual en los últimos años, pero no necesariamente de manera alocada. Pase y corte, pase y corte. Ello provoca una mejor circulación de balón, encontrar al compañero desmarcado y mayor cantidad de tiros liberados, lo que está derivando en una mayor puntería de su línea exterior. No es casualidad que la franquicia de Carolina del Norte haya pasado de situarse en el puesto 18 en cuanto a triples anotados y porcentaje a no haber bajado del top-10 este año, llegando incluso a liderar la liga en estos apartados durante días.


Sea de base o de escolta, acompañando a Rozier o siendo único timón, lo cierto es que Devonte Graham está siendo el auténtico faro de un equipo que está sorprendiendo para bien, del que se esperan días duros pero con una convicción clara: hay jugador sobre el que confiar, sobre el que trabajar y, si nada se tuerce, con un presente y futuro muy, muy interesante.