Dennis Schroder mostró de que pasta está hecho en el último partido de los Atlanta Hawks, al colisionar contra la rodilla de Meyers Leonard, que con 111 kg de peso no es un peso pluma ni mucho menos. Por culpa del golpe uno de sus dientes salió despedido hasta caer sobre el parqué. Pero esto no frenó al base internacional alemán que sin pestañear siquiera recogió su incisivo, se lo guardó en el calcetín y continuó jugando.
A pesar de este pequeño incidente, no fue una mala noche para el base suplente de los halcones que firmó 18 puntos con los cuales se convirtió en el máximo anotador del partido, ayudando al equipo a conseguir su 4 victoria consecutiva ante Portland Trail Blazers. El Philips Arena de los Hawks parece un imán para los dientes de jugadores. Y es que el 15 de diciembre sin ir más lejos, los Miami Heat se enfrentaban a los de la ciudad de la Coca-Cola, y en un desafortunado golpe Al Horford golpeó con su codo la mandíbula de Goran Dragic, provocando que se le rompiera gran parte de un diente. Sin embargo, el codazo no le impidió volver al juego tras ser atendido.
Sin duda alguna el baloncesto es un deporte de contacto, y estos impactos que reciben ocasionalmente los jugadores en zonas como la mandíbula son inevitables. Es consecuencia de estos accidentes que haya surgido una nueva moda recientemente, la cual no es otra que la de los protectores bucales. El uso de estas protecciones se ha extendido en toda la NBA y son muy útiles a la hora de jugar.
Dejando de lado la dentadura de Schroder, este partido fue noticia por ser la primera ausencia de Damian Lillard en toda su carrera como profesional de la NBA. Desde que aterrizó en 2012 en la liga como número 6 del Draft no se había perdido ni un partido, acudiendo a la cancha 275 veces sin falta. El causante de esto es una fascitis plantar que dejó al base titular de los Blazers en el banco junto con otro damnificado, C.J. McCollum.