Trey Burke aterrizó hace ya tres temporadas en la NBA, siendo elegido en la novena posición del Draft de 2013. Por aquel entonces, un servidor acababa de entrar en la época de interés total en el baloncesto americano. Hasta ese entonces me gustaba ver los partidos, pero necesitaba más. Por eso, para sentirme más experto supongo, cuando aquella madrugada vi que mi equipo favorito había hecho un trade para hacerse con los servicios de un tal “Burke”, decidí investigar un poco. Encendí el ordenador, abrí el navegador y me adentré en los vastos mares de Google en busca de más información de aquel jugador. Así, tras descubrir que aquel menudo base había jugado en la Universidad de Michigan, me decidí a buscar documentación mucho más gráfica. Por lo tanto, puse rumbo en dirección a Youtube y busqué varios partidos de los Wolverines durante el March Madness (haceros un favor y miradlos, de nada).
Lo que vi me dejó, al mismo tiempo, maravillado y esperanzado. Lo primero que me encontré fue con un resumen del duelo entre la Universidad de Michigan y su homónima de Kansas por una plaza en la gran final. El número tres vestido de amarillo chillón terminó el partido con 23 puntos y 10 asistencias. Pero no era sólo cuestión de números. Eran las sensaciones. Burke era un base tirador que, pese a su reducida altura, no tenía miedo de lanzar ante rivales más altos. Dominaba el juego, dominaba a su equipo y dominaba a su rival. El bueno de Trey parecía preparado para comerse la NBA y, como sucede muchas veces, fue todo al revés.
Todo empezó ya con mal pie. En primer lugar, antes de empezar su primera temporada, el por entonces rookie, se rompió un dedo que le impidió debutar hasta el decimotercer partido de la temporada. En segundo lugar, los Jazz eran una jodida banda. No vamos a engañar a nadie. El equipo empezó con un récord de 1-11 (sí, habéis leído bien, parecíamos los Sixers). Con la salida de Millsap y Big Al, los Jazz se habían abocado a un proyecto de reconstrucción encabezado por unos, todavía más, jóvenes Hayward, Favors, Kanter y el propio Burke. Y por último, pero todavía más importante que las demás, el entrenador era Tyrone Corbin, de cuya labor no voy a hablar para evitar que se me encienda la vena y tenga que reescribir el artículo por incluir contenido ofensivo.
Pese a todo, el base cuajó una buena temporada Rookie. Sus promedios fueron bastante buenos (12.8 PPG – 3.0 RPG – 5.7 APG ) y terminó tercero en la votación a ROY. En su año sophomore y con la llegada de Quin Snyder, se esperaba ver una mejoría en el base de futuro de los Jazz. Pero no fue así. En su segundo año, Burke continuó estancado en los problemas que le atormentaron durante el año interior. La mala defensa, la cuestionable selección de tiro y los paupérrimos porcentajes de tiro no desaparecieron, sino que durante ciertos tramos de la temporada se acentuaron todavía más hasta el punto que el jovencísimo, y limitadísimo ofensivamente, Dante Exum le robó la titularidad, dejándole sentado en el banquillo esperando su oportunidad cómo Sexto Hombre ante la ausencia de Alec Burks.
Este último año, el tercero de Burke en la liga, ya ha sido el final de la escalera de su descenso a los infiernos particular. Pese a la lesión de Exum para toda la temporada, el que un día apuntaba a base de futuro de la franquicia mormona tuvo que ver cómo Raul Neto, de nuevo otro Rookie limitadísimo, le dejaba sentado en el banquillo otra vez. De esta forma, su temporada transcurrió de forma idéntica a cómo lo había hecho desde su aterrizaje en la NBA. Irregularidad, especialmente en el tiro, y la eterna discusión de si finalmente veríamos darle el paso adelante que se le esperaba. No lo hizo. Y su sentencia de muerte llegó el último día de traspasos. Su guillotina baloncestística tenía nombre y apellidos, Shelvin Mack. Tanto Dennis Lindsey, GM de los Jazz, cómo Quin Snyder avalaron la ejecución del base de Michigan con la llegada del, hasta ese entonces, jugador de los Hawks y antiguo compañero de Hayward en Butler. Desde ese entonces su participación cayó en picado. Su antiguo lugar en la rotación lo ocupó Neto, dejándole cómo el tercer base del equipo. Un tercer base seleccionado en el Top-10 del Draft que veía cómo un brasileño y un jugador que siempre había sido de rotación en Atlanta le dejaban varios partidos sin jugar un solo minuto.
El futuro de Burke es, a día de hoy, tan complicado cómo su posición en el equipo estos últimos meses. Todavía sigue bajo su contrato de rookie, pero todo parece apuntar a que se trata de sus últimas semanas, quizás meses, cómo jugador de los Jazz. «Hablaremos personalmente con Trey» dijo Dennis Lindsey, durante el cierre de temporada de los mormones. «No cabe duda de que va mejorando. Yo creo que Igor Kokoskov (entrenador asistente de los Jazz) y Trey han hecho un trabajo único estos meses”. El propio General Manager se ha encargado desde entonces de repetir también que el jugador sigue bajo contrato y que tanto él como Quin Snyder cuentan con el jugador formado en Michigan. Y pese a que el propio Burke confirmó que su entrenador le había hecho saber que estaba al tanto de su evolución, sus palabras no hicieron más que acentuar el ambiente de despedida. “Yo estoy contento con cómo he afrontado estos últimos meses.” declaró. “Creo que he actuado de forma muy profesional y que he seguido entrenando duro para mejorar. Yo sólo quiero poder enseñar lo que puedo dar de mí.”
«Es obvio que él (Burke) quiere jugar y tener un rol importante. Ha sido un perfecto profesional y estoy muy orgulloso de cómo ha gestionado toda esta situación. Nosotros no somos mala gente — no está en nuestro ADN. Quin y el equipo siempre le han tratado bien.»
Por último, no me gustaría terminar este artículo sin dejar mi opinión personal al respecto. Quienes me conocen, saben lo que pienso sobre Burke. Mis años de experiencia personal en el mundo del baloncesto me han enseñado que en este deporte, son igual de importantes las aptitudes físicas y las mentales. Y cuando hablo de mentales, no me refiero a la dirección del juego o la buena selección de tiro. Me refiero a la capacidad de adaptarse y evolucionar. A Trey Burke le ha faltado eso. Su periplo Universitario le encumbró cómo un jugador decisivo y dominante, cuyo buen tiro le abría todas las puertas habidas y por haber. Esa mentalidad se mantuvo en su llegada a la NBA y los peces grandes le dieron un portazo en los morros. Siempre que le he visto jugar con los Jazz he notado lo mismo en él, tozudez. A mí parecer, no es que no se haya adaptado al sistema, es que no ha querido. Incluso jugadores muy (y remarco ese MUY) limitados cómo Raul Neto lo han puesto todo para adaptarse al estilo Snyder. Con Burke, cuando el equipo le ha exigido defensa, él no ha puesto de su parte. Pero el talento sigue ahí. Creo que hay que ser muy estúpido para negar eso, especialmente viendo las aventuras universitarias de nuestro amigo y los destellos puntuales que ha ido dejando a lo largo de estas temporadas. Su caso me recuerda, en cierto modo, al de Enes Kanter (con la notoria diferencia de que a Burke no quiero partirle el crisma cada vez que lo veo por la pantalla), un jugador talentoso pero con unas cualidades y mentalidad que no encajan para nada en los Jazz. Muchas veces las buenas piezas no encajan bien en todos los sistemas. Y quiero creer que sigue siendo una buena pieza. Pero o pone de su parte para encajar en los Jazz de Snyder, o su futuro está lejos de las tierras mormonas.