La Motown se pone de cero a cien en medio segundo

Troy Weaver ha dado un lavabo de cara radical al equipo

En los últimos años los Pistons no se han destacado como un equipo trascendente ni en el Draft ni en la Agencia Libre. Tal vez una firma de segunda línea con el espacio libre de un contrato finiquitado, tal vez una locura que le haga ser el centro de atención durante un par de días, pero nunca un jugador que tras de sí lleve helicópteros escoltándole y periodistas sensacionalistas buscándo el menor fallo para cobrar su paga. Josh Smith quizás fuera el último de esta clase y por lo menos nos han quedado las risas. Es el sempiterno problema de los mercados pequeños: sobrepagar estrellas para crear un proyecto atractivo y que a los superhéroes les compense venir. Es el caso de Charlotte, por ejemplo, que pagará 30 millones cada año a Gordon Hayward, ya con historial de lesiones, para intentar hacer un equipo estable y atraer futuro talento el año que viene. Con este tipo de firmas siempre vienen las manos a la cabeza y las risas, pero realmente tienes poca alternativa en una liga que se caracteriza, indiscutiblemente, por ser la más igualada del mundo dado su carácter cíclico. pero que si se ahonda en el tema se puede ver que hay equipos que siempre tendrán más fácil escalar a la cima.

Troy Weaver, el nuevo General Manager de los Pistons, ha decidido intentar hacer cumbre por la cara B. Charlotte ha optado por traer nombres, Detroit se inclina por cultivarlos y hacerlos crecer. Esta semana ha sido una locura en las oficinas del equipo, en la que Weaver se paseaba pasillo arriba pasillo abajo con tres teléfonos en cada oreja y un séquito de ayudantes tomando notas detrás suyo. Tanto los prolegómenos del Draft, como el momento de la elección, las horas posteriores, el inicio de la Agencia Libre y el día siguiente tuvieron presencia protagonista pintada de azul, blanco y rojo, y «Trader Troy» siempre daba señales de que el trabajo no se había terminado. Traspasos, elecciones y firmas de agentes libres iban acompañadas de sorpresa y , algo que parece ser nuevo y que me pone de los nervios, correcciones o adiciones a lo previamente anunciado. Por ejemplo, si el traspaso de Luke Kennard se produjo en la misma noche del draft, no fue hasta el día después que se sabía que los Pistons enviaban también tres segundas rondas o que los Clippers enviaban a Rodney McGruder en el intercambio, y lo mismo pasó con el traspaso de Bruce Brown. Pero pese a todo, parece que el grueso del número de intercambios de los Pistons ya ha pasado y ahora podemos hacernos una idea de hacia dónde va el equipo.

El sentido del draft

Mirando la plantilla del año pasado no me había percatado de la cantidad de mediocridad que los Pistons habían acumulado durante estos últimos años, y que lo que hizo Weaver fue una obra maestra, arriesgada, de sacar la escoba de última generación y barrer hasta el último rincón de la casa.

Troy Weaver llegaba al Draft con un pick de primera ronda, pero su plan no era marcharse a casa después de su séptima elección de primera ronda. Tenía ganas de decidir después de estar nueve años bajo la batuta de Sam Presti en Oklahoma.  Es por eso que en un abrir y cerrar de ojos se hizo con la 16 y la 19, y la 38 de la segunda ronda, y escogió jugadores que ocupaban los tres puestos de mayor necesidad del equipo: el base, el alero y el pívot. Killian Hayes, un base francés que destaca por su pase,  Isaiah Stewart, un ala pívot/pívot corpulento que va a por el rebote con unas ganas terribles y que se mueve por la pintura como una serpiente en la jungla, y Saddiq Bey, un alero con gran tiro exterior que puede aportar mucho desde el banquillo fueron las elecciones de la Motown. Tres jugadores para tres posiciones distintas que buscan dotar al equipo de juventud en todos los puestos de la cancha dado que el requisito indispensable de la NBA actual es que puedas moverte de una posición a otra sin ningún tipo de dificultad.  Como prólogo, Saben Lee llega a Detroit para intentar labrarse un futuro en la G League y quién sabe si en el primer equipo.

Ningún rechiste a las decisiones de Weaver, que, dejando de lado a Luke Kennard, no tuvo que dar nada relevante para conseguir estos picks. Solo unas cuantas segundas rondas, una primera más protegida que el Pentágono y Trevor Ariza salieron de la ciudad. Por ver está si la firma de Christian Wood por los Rockets está ligado al envío de su primera ronda por parte de Houston o será un movimiento aparte. El balance de la noche del draft fue muy positivo y un resarcimiento para Weaver, que había provocado alguna exclamación al traspasar a Bruce Brown Jr., un favorito de la afición, a cambio de una segunda ronda y Dzanan Musa, un jugador que parece haber engañado a muchísima gente para firmar un contrato en la NBA.

El sentido de la Agencia Libre

Fue aquí dónde todo se descontroló. Todo el mundo estaba contento, las cosas iban bien y de repente parece que Weaver da cuenta de que la regla Alcindor (regla impuesta en la NCAA que prohibía hacer mates) se ha levantado y empieza a fichar pívots. Empezó con Mason Plumlee, siguió Jahlil Okafor y terminó con Dewayne Dedmon, que se unían a Stewart y Tony Bradley, llegado de Utah durante la noche del draft y que recientemente ha sido traspasado por Zhaire Smith, base de los Sixers que no ha podido demostrar su calidad por las lesiones. Si a ellos les añadimos a Griffin, hacen un total de 6 jugadores que pueden jugar en el puesto de pívot, cuatro de ellos que no pueden salir de él. El traspaso más flagrante ha sido el de Plumlee, jugador ya maduro que va a contracorriente de los demás, que se distinguen o bien por su juventud o bien porque todavía no han explotado en la liga. 25 millones por 3 años parecen correctos para un pívot cumplidor de rotación, pero no para los Pistons. Troy Weaver ha enfocado todos sus movimientos en dos sentidos: librarse de todos los jugadores de rotación de la temporada pasada y rejuvenecer la plantilla, y Plumlee no parece mejorar nada de lo que había anteriormente. Siguiendo con las firmas de interiores,  Okafor es una apuesta de futuro y Dedmon está en la rampa de salida.

La salsa pero, estuvo en el alero. Weaver firmó la que yo diría que es la firma tapada de la noche. Josh Jackson, nativo de Detroit y que confesó haber lanzado una botella de agua a la pista el día en el que los Pacers, los Pistons y la grada decidieron convertir el Palace en un masivo ring, firma por dos años para jugar en el Little Caesars Arena. Un jugador con muchos problemas en sus primeros años en Phoenix que parece haber encontrado su estabilidad en Memphis intentará justificar ahora su número 4 del Draft en la ciudad que lo vio nacer y crecer.

La noche se acababa pero Weaver seguía encerrado en su despacho. Los oficinistas, con hambre, empezaban a mover las sillas y a cerrar mochilas para que su jefe se diera cuenta de que era hora de fichar el registro de salida. Pero Weaver, con los ojos inyectados en sangre, estaba al teléfono con Jerami Grant, alero de los Nuggets que había filtrado que su situación en Denver no era de su agrado ya que buscaba un rol ofensivo más marcado. Weaver se lo prometió y Grant aceptó la oferta de 3 años por 60 millones. Los Nuggets intentaron contactar con Grant pero la decisión ya había sido tomada. Mirándolo desde un punto de vista analítico, la firma tiene mucho sentido. Grant, un alero de corte defensivo pero que ha rendido muy bien en los Nuggets en el apartado ofensivo, con 12 puntos por partido y a las puertas del 50% en TC y el 40% en T3. Con 26 años para 27, este debe ser el momento en el que Grant dé todo su baloncesto en la flor de su carrera. Además, sus habilidades defensivas serán una ayuda para Hayes y Svi, sus presumiblemente compañeros en el  perímetro titular que no centrarán todas sus fuerzas en la canasta propia.

El sentido del proyecto

Weaver ha sido claro con sus declaraciones y con sus actos. Después del Draft y ante los micrófonos de las oficinas de la Motown el GM de los Pistons dijo que su intención era ser agresivo en el Draft para acumular elecciones. La Agencia Libre ha secundado esa opinión, y el resultado ha sido un rejuvenecimiento total del cuadro de Michigan. Tan solo Griffin y Rose rebasan la treintena y pocos son los que han jugado más de 100 partidos en la liga, cosa que pasará mucha factura en los compases iniciales de temporada. Y pese a que estos dos jugadores van a capitanear los primeros pasos de los novatos en la liga, no se espera que vayan a hacerlo por mucho tiempo. El contrato de Rose y su nivel de juego mostrado la temporada pasada hacen de él un caramelo para contenders que quieren dar el paso a las Finales de la NBA. Y Weaver seguro que quiere algún pick y jugadores de rotación a cambio.

El tema de Griffin es mucho más complejo. Un contrato mastodóntico y un físico que pende de un hilo lo hacen un riesgo andante para cualquiera que quiera hacerse con sus servicios. Casey tampoco ha ayudado a regularle, poniendo el balón en sus manos en la mayoría de jugadas (esta última temporada ha tenido el mayor uso de balón de su carrera), sin que este protagonismo haya comportado un aumento de la calidad de juego del equipo. Griffin puede ser un buen tercera espada en algún contender, pero difícil será traspasarlo sin tener que ceder alguna ronda importante o comernos algún contrato tóxico.

Pese a todo, podemos decir que el balance de esta loca semana ha sido positivo. El equipo ha hecho limpia en su roster y empieza con jóvenes prometedores y unos contratos favorables a tener flexibilidad salarial durante los años venideros en el caso de que el barco surque los mares y algún gran nombre quiera enrolarse en él. El proyecto existe, que sea un éxito todavía está por ver.