LMR: ¿Corre más rápido LaMelo Ball que su hermano Lonzo?

Las actuaciones del pequeño de los Ball dan pie a las comparaciones

Las comparaciones son odiosas, y más todavía entre hermanos. Pero en este caso es inevitable. Mientras uno es continuamente cuestionado por su inconsistencia, el otro va poco a poco ganando enteros para su entrenador y cambiando la concepción que había sobre él antes de ser drafteado.

Pero… ¿es oro todo lo que reluce? ¿Y calamina todo lo que no? Eso es lo que venimos hoy, en La Mesa Redonda a plantearnos. Esta vez, más alargada, para vernos de frente. Esperemos no desagradar a LaVar Ball.

LaMelo Ball cae de pie en Carolina (por Adrián Senés)

LaMelo Ball ha llegado a la NBA. El más joven de los hermanos ha aterrizado de pie en Carolina del Norte y, claro, las comparaciones con su hermano Lonzo son irremediables. El mayor de los Ball llegó a la liga como número 2 de uno de los draft, sobre el papel, más talentosos y con Los Ángeles Lakers como lujoso destino. Por otra parte, Melo ha sido número 3 de una camada de la que no se espera que resulta histórica, precisamente y ha aterrizado en una franquicia con menos glampour, unos Hornets cuyo proyecto se encuentra en sus primeros pasos (realmente, en esto sí se parecen a los Lakers que escogieron a su hermano). Podría parecer, pues, que la carrera de Lonzo apunta a ser más prometedora pero la parte inicial de la temporada en que ambos coinciden, por primera vez, es Melo quien está ganando la partida.

Porque LaMelo ha caído de pie y, como sexto hombre, está siendo uno de los mejores jugadores de unos Hornets que empiezan a disfrutar y a paladear con lo que, puede ser, el inicio de un proyecto ilusionante. Se ha convertido en el jugador más joven en conseguir un triple-doble y su estilo de juego, alegre y divertido, supone una gozada para el espectador. Además, está siendo mejor de lo esperado tanto en las pérdidas, como en defensa y tiro de tres (si bien sigue teniendo un amplio margen de mejora en estas dos facetas). Pero, sobre todo, da la sensación de disfrutar sobre la cancha, de jugar como si los ojos de tanta gente no estuvieran posados sobre él y haciendo del baloncesto, un juego.

Mientras, la carrera de Lonzo no está yendo por el camino que cabría esperar. Tras tres temporadas sin haber pisado los Playoffs, ni siquiera con compartiendo vestuario con LeBron James, su juego parece estar estancado. La llegada a New Orleans en el traspaso por Anthony Davis no le ha sentado tan bien como cabía esperar. Este año es su peor en asistencias, robos, rebotes y porcentaje de tres, con un triste 28,6% (22 acertados de 77 intentos). Parecía que el foco de Los Ángeles afectaba a su juego y lo intimidaba lo suficiente para no mostrar su potencial como otros compañeros de promoción (Tatum, Mitchell, Fox…). Y ahí está la principal diferencia entre ambos.

LaMelo es un showman que se encuentra como pez en el agua entre el inmenso mercado NBA y que hace del Spectrum su patio de recreo, Lonzo no termina de sentirse cómodo ni quitarse las ataduras, ni siquiera en aspectos en los que destaca tanto como la defensa y creación de juego. Cuando se trata del más alto nivel, las manos no lo son todo y la cabeza juega un papel fundamental que orienta, al menos de momento, las carreras de ambos hermanos en direcciones diferentes.

Se acabó la paciencia con Lonzo Ball (por Javier Expósito)

LaMelo está siendo todo lo que se esperaba que Lonzo fuera, y lo está haciendo en tiempo récord, como si llevara toda la vida en la liga. Un base fiable, comedido en sus decisiones siendo consciente de sus limitaciones, sin demasiadas complicaciones forzadas y al servicio del equipo, del bien colectivo. Es como si la ironía se hubiera confabulado con el destino para que una comparación pudiera ser tan certera. Es como si nos hubiéramos hartado estos últimos meses de leer todas esas carencias que el ya base de los Hornets tenía antes de entrar a la liga y… ¡que casualidad! ¡En realidad, era su hermano el que las tenía! O el que no acababa de hacerlas pasar desapercibidas. Basta con poner en balanza sus rendimientos, bastaría con colocarlos a los dos en la misma situación para analizar sus reacciones.

Es difícil explicarse a estas alturas cómo un hombre tan capacitado física y mentalmente (a nivel de IQ) para jugar en la NBA y ser además importante para su equipo puede tener tan pocas ganas de nada. Es difícil, y es triste, por que en realidad no es un problema de aptitud, sino de actitud. En cuatro años no ha sido capaz de hacerse indiscutible para ninguno de los tres entrenadores que ha tenido, y de manera justificada; simplemente, no da todo lo que puede dar. Es así, es tan simple como eso. Podría ser uno de los jugadores más importantes de estos Pelicans si focalizara todos sus esfuerzos en todas aquellas cosas que domina, como la defensa con o sin balón, la organización de juego o su capacidad para anotar en transición, pero se empeña en jugar postrado a una esquina, en tirar triples tras bote o en tomar malas decisiones en el pase. Y al final, ni acaba ayudando al equipo, ni acaba luciéndose él.

Su tiempo empieza a correr en contra. Lleva ya un tiempo corriendo en contra. Sin la excusa del entorno como mampara de sus pobres actuaciones, los rumores de traspaso van creciendo, de la misma manera que decrecen los argumentos para su renovación. Acaba su contrato de rookie este año y, para el precio que puede o se espera que pueda pedir, se presenta mucho más rentable para Trajan Langdon y David Griffin contar jugadores de futuro como Nickeil Alexander-Walker (que está jugando muy bien, por cierto) y un novel Kira Lewis Jr en el puesto de base, además de espacio salarial para salir a por otro base complementario o elecciones de Draft para cubrir el puesto. En New Orleans, en una de las franquicias en las que por capacidades y edad mejor encaja, siendo el complemento perfecto para Zion Williamson y Brandon Ingram. Desde luego, esta no es la mejor lectura.

Habrá alguna franquicia dispuesta a pagar lo que pida, por supuesto, pero… ¿tenemos que empezar a perder la esperanza con Lonzo Ball? Por lo menos, hasta que no empiece a dar motivos de lo contrario. Y el buen rendimiento de su hermano LaMelo le está haciendo flaco favor.