La Mesa Redonda: ¿Cuál es la sorpresa de este curso 2020-21 en la NBA?

Esta temporada está dejándonos muchos invitados sorpresa

Ya ha pasado el suficiente tiempo de temporada regular como para buscar cuál es la sorpresa de este año. Y aquí estamos nosotros, en otra Mesa Redonda, para traeros cuáles son las narrativas más impactantes que nadie a principio de temporada esperaba. Teniendo en cuenta que está siendo una temporada complicada por todas esas razones ya de sobra conocidas, hay alguna que otra que es bastante inesperada.

Por supuesto, sí, tenemos a los Knicks. Y lo contento que estaría Joey Tribbiani…

New York, New York (por JuanPe Belmonte)

Los Knicks dan un paso adelante con el proyecto. Fuente: New York Times

Pues sí, al final va a resultar que la inmensa mayoría tenía razón. Tom Thibodeau es un gran entrenador y fue expulsado de malas manera de los Timberwolves, en una especie de complot por parte de los más jóvenes que se habían cansado del trato de un entrenador al que solo le importa trabajar duro. Querían dejar paso a un entrenador más joven y más afín a ellos como Ryan Saunders, con fatídico resultado final si nos remontamos a lo acontecido esta semana en Mineápolis.

Los New York Knicks han cometido un gran error, decían algunos. Thibodeau es un entrenador que no sabe desarrollar a los jóvenes, decían otros. Pudiendo discutir todo esto en mayor o menor medida, no cabe duda de que Thibodeau ha conseguido con este equipo algo que muchos entrenadores llevan intentando sin suerte en el último lustro, que sean precisamente un equipo. Los Knicks han vuelto a competir con una mezcla perfecta entre veteranía y jóvenes que han sabido adaptarse a la idea de su entrenador.

Como en todos los proyectos de los que ha formado parte el técnico de Connecticut, en la Gran Manzana la lucha no se negocia. Todavía queda mucha temporada, pero ahí están, en sexta posición y con proyección de seguir subiendo puestos si siguen jugando de la misma manera. Pues sí, al final no iba a ser tan malo y solo necesitaba un proyecto donde la urgencia era un cambio drástico… y lo ha conseguido. Quién nos iba a decir a finales de octubre que Julius Randle iba a ser All-Star.

Sin que nadie lo esperara (por Javier Expósito)

Jerami Grant tiene para muchos el apellido “sorpresa” de esta temporada 2020-21. Entre los cuales me incluyo, por cierto. Por asumir el riesgo de cambiar de aires en busca de un paso adelante en su carrera, por estar dejando en evidencia la capacidad de liderazgo de todo un Blake Griffin y, por qué no decirlo, por convertirse en uno de los mejores aleros de la liga.

Jerami había sido todos estos años un complemento de lujo para los Denver Nuggets (y antes lo fue para Oklahoma City o Philadelphia), pero nadie esperaba que pudiera alcanzar siquiera un nivel cercano al que se encuentra. Nadie podía esperarlo, y tampoco nadie podía argumentarlo, pues no se trata sólo de una regla de tres de minutos y aportación. Se trata de una evolución en su baloncesto, en su manera de entender su propio rol. Pasando de puntillas los casi 12 puntos más que el pasado año, puede que sea más importante fijarse en los nueve tiros más que ejecuta para entender su temporada en Detroit, su determinación para asumir responsabilidades le ha hecho pasar de ser un jugador limitado en ataque, por ejemplo, a ser un finalizador de élite en su posición. Sobre todo a media pista, que era una de las carencias más evidentes en su juego, su poca capacidad para aportar puntos que no fueran en transición o en catch&shoot. Además, asumir más tiros ha hecho de él un tirador de mucho más volumen (6,7 intentos), manteniéndose cerca del 40% que atesoraba en Denver, pero con tres intentos más por encuentro. Se le ve cada vez más cómodo con el balón en las manos, se atreve a generar sus propios tiros a medida y, a medida que su lenguaje gestual va siendo más cercano al de un jugador importante, va creciendo en confianza. Y se va convirtiendo, por supuesto, en el líder de estos Pistons, que necesitaban urgentemente un jugador que fuera capaz de asumir ese rol de responsabilidad en la ofensiva.

Ahora deberá ser él mismo el que se encargue de mantenerlo, algo que no es fácil. Un caso parecido al de Harrison Barnes hace algunos años, cuando salió de Golden State rumbo a Dallas para crecer individualmente. Y aunque acabó haciéndolo, no ha acabado de asentarse como un jugador importante en la liga. Ese es un buen espejo en el que no mirarse.

New York Knicks, el outsider (por David Laso)

Han tenido que pasar 8 años para que volvamos ver a los Knicks de nuevo con un récord positivo antes del parón del All-Star. Los de Tom Thibodeau están consiguiendo sobrepasar todas las expectativas y se encuentran, actualmente, a medio partido de ser cabeza de serie en los Playoff.

Los de la gran manzana son los outsiders de esta temporada de la NBA. Alejados del ritmo acelerado y del uso del triple que ha caracterizado a la liga estadounidense de baloncesto durante los últimos años, los New York Knicks son el equipo más lento (30º en pace) y el 28º en el volumen de tiros más allá del perímetro. A pesar de estos datos, están encontrando muy bien los tiradores abiertos, generando lanzamientos cómodos y bien seleccionados, posicionándose, así, entre los ocho equipos con un mayor de acierto desde la línea de tres.

Tom Thibodeau y su sistema defensivo. Fuente: New York Post

Sin embargo, el gran baluarte de estos renovados Knicks es su defensa. Son el mejor equipo defensivo de la NBA, recibiendo únicamente 104,4 puntos por partido. Asimismo, se hacen fuerte debajo de los aros para ser el tercer equipo más reboteador de la NBA. Thibodeau ha ingeniado un buen sistema de ayudas, rotaciones y triangulaciones que les permiten negar canastas fáciles en la pintura. El asfixiante entramado defensivo de los Knicks provoca que los porcentajes de los rivales desciendan al 43% de acierto en tiros de campo y al 33% en triples.

Los jugadores y el cuerpo técnico están en gran sintonía: RJ Barret, Mitchell Robinson y Nerlens Noel se están adaptando al roll defensivo que les exige su entrenador y la elección de draft del base Immanuel Quickley se está consagrado como uno de los pocos aciertos los Knicks en los últimos años. Acompañados de, por supuesto, la explosión definitiva de Julius Randle en su séptimo año en la liga, que ha sido el factor clave de la gran temporada de los Knicks; el ala-pívot está promediando 23.2 puntos 11.1 rebotes y 5.5 asistencias, otorgando al equipo de neoyorquino un jugador All-Star necesario para competir con los equipos de la parte alta de la Conferencia Este.

Los Pistons tienen proyecto (por Albert Soto)

Y esto lo digo con la mayor de las precauciones y el más precavido tono de voz posible. Seguramente el aficionado generalista de la NBA haya olvidado que los Pistons existen, o si su interés es reciente, que haya un equipo llamado así y que juegue en la liga. En los últimos diez años el equipo de la Motown ha sido sede del hogar de jubilados oficial de la competición, de la aduana que lleva de la NBA hasta Europa, Asia o la G-League y el banco nacional genérico de películas de gánsteres en los que uno va a entrar para vaciar la caja fuerte y tanto empleados como clientes ya ni se sorprenden.

Malas decisiones en el terreno de jugadores y entrenadores, oficinas con empleados que ni tan solo ponían placas en las puertas de los directivos porque “para qué, si en breves llegará otro”, e incluso una época, muy reciente, en la que no había ni General Mánager. Tom Gores ha sido un propietario sin mucha idea de lo que hacía en el terreno deportivo, aunque se le debe apreciar el gesto en el campo de la infraestructura con la decisión de traer al equipo de nuevo al centro de Detroit (aunque sigue doliendo haber abandonado el Palace), y contar con nuevas oficinas y campos de entrenamiento.

Y todo este empeño al final ha sido recompensado con un General Mánager que sabe lo que hace. “Trader” Troy Weaver ha irrumpido con fuerza en la liga ya como General Manager después de pasar varios años a la sombra de Sam Presti en Oklahoma, y ha dado un cambio radical en la plantilla de los Pistons. Si vemos el roster del año pasado la depresión no tarda en atraparte y envolverte, mientras que ahora todo son miradas brillantes de jóvenes con todo por demostrar y lo más importante: una dirección con sentido. Las apuestas personales con Jerami Grant, Killian Hayes, Mason Plumlee o Josh Jackson parecen dar su fruto, y todo es cuestión de tiempo y atracción de agentes libres y traspasos acertados.

Los Pistons no serán el equipo que todo padre quiere para sus hijas, pero siempre ha sido un equipo desagradable, duro, defensivo, oportunista y gamberro, pero lo que le ha separado de ser un rival molesto de una noche a serlo por años ha sido la ideología de su plantilla, y esperamos que los actuales jugadores puedan crearla para así dotar al equipo con algo en lo que creer, y no caer en la banalidad de crear trifulquillas banales para que las cuentas de Twitter correspondientes cuelguen el video cuarenta veces para hacer fruncir el ceño de algún seguidor de orden y que otros reivindiquen una NBA más nostálgica. Si los Pistons van a crear un equipo para caer en la superficialidad y la aprobación externa, que cierren ya el local.

Viejos rockeros nunca mueren (por Adrián Senés)

Otro año más de los Spurs en la pugna. Fuente: KSAT

NBA. Esa liga de baloncesto de Estados Unidos que tiene como hobbies favoritos el acumular talento, hacer trasnochar a europeos y, sobre todo, triturar apuestas y pronósticos. Los destroza con saña y gusto, como quien devora un buen filete después de meses haciendo dieta de copos de avena y arroz blanco. Incluso tiene nombre: se conoce como narrativa a todas esas historias que parecen de película pero suceden, una y otra vez, contra lo esperado y para deleite de un público que goza de ello como de la mayor de las drogas.

Este año, vuelta de burbuja, no iba a ser una excepción y sorpresas hay muchas. Muchísimas. Desde los Sixers liderando con consistencia después de tantos años y con el tanking anunciado a bombo y platillo por en medio, a traspasos inesperados que juntan a tríos de estrellas de talento histórico, o novatos como Ball, Haliburton y sobre todo, un Quickley al que (casi) nadie vio venir. Por cierto, hablando de Ball, Lonzo resulta que se está convirtiendo en uno de los mejores tiradores de la liga. Sí Lonzo, a la par que su compañero Redick tiene el peor porcentaje de su carrera. Cosas de la narrativa. Wood jugando a nivel casi All Star y, quizá, ni siquiera sea la mayor sorpresa en su equipo porque resulta que Cousins parecía volver por sus fueros. Parecía, porque cuando mejor estaba los Rockets le cortaron y, ahora que demuestra estar en forma, nadie apuesta por él. Cosas de la NBA. Y así podemos seguir y echar ríos de tinta pero, si hay que elegir las sorpresas más inesperadas, creo que me quedo con tres equipos concretos: Phoenix Suns, New York Knicks y San Antonio Spurs. 

En tercer lugar, los Suns. Porque, por fin, volverán a Playoffs, más de una década de andadura por el desierto después. Y lo hacen a lo grande, segundos y por encima de los dos equipos de Los Ángeles. Es cierto que su nivel en la burbuja y el fichaje de Paul nos hacía esperarnos un equipo muy competitivo, pero esto son palabras mayores y no se veía por Arizona desde los tiempos de Nash y Stoudemire. Por otra parte, me he sentido muy tentado de poner a los Knicks como la mayor sorpresa. No porque estén ganando (que también), ni por estar en Playoffs (que también), sino porque, por fin, han encontrado lo que parece una cultura ganadora. Años de risas sobre la franquicia neoyorkina que se clavaban como un puñal en el orgullo de una de las franquicias más prestigiosas, han dejado paso a un equipo que vende cara cada de sus derrotas. 

Pero, si he de quedarme con una sorpresa, sin duda son los Spurs del maestro Popovich. Sí, nunca hay que apostar contra el bueno de Greg, pero es que el año pasado parecía que, por fin, finalizaba su hegemonía. Tras 22 años alcanzando la postemporada, (desde el año 1997, ¡1997!) la racha que parecía irrompible se quebró y dejó paso a dudas. Un proyecto que parecía en claro decrecimiento, con pocas raíces para construir más allá del entrenador y dos estrellas contraculturales a las que parecía que la nueva cultura y ritmo de la NBA parecía dar la espalda. Y, sin grandes movimientos (prácticamente ninguno) ahí están otra vez. Ganando partidos desde la defensa y tirando de media distancia como si no les diera vergüenza. Han vuelto a quedarse lejos de la mirada global de fans y merchandising para golpear con dureza a la zona de acceso a los Playoffs en pleno Oeste. Sí, en el tan mentado Salvaje Oeste. Porque Popovich sigue entrenando, porque la competitividad no se vende en Instagram, pero se tiene pero, sobre todo, porque es la narrativa y entenderla es imposible. Bendita NBA.