Corría la temporada 2006/07, Joe Alexander era un jugador de medio pelo, medianamente productivo, pero definitivamente no demasiado llamativo para una West Virginia, que a los mandos de John Beilein (en su último año en aquel banquillo antes de poner rumbo a Michigan) se dirigían al NIT ávidos de sorprender (y lo consiguieron). Alexander era conocido por su atletismo, por su capacidad de levantar a la afición de sus asientos con sus mates, pero no había conseguido ser la estrella para unos Mountaineers compactos y plurales, pero carentes de una estrella para llegar al siguiente nivel.
Apenas un año después, la metamorfosis fue brutal, hasta el punto de que este alero llegaría a ser elegido en el número 8 del Draft, habiendo demostrado no sólo estar preparado para dar el salto, sino para sentirse importante desde el primer día. Si bien es cierto que a día de hoy no podemos decir que las cosas hayan funcionado, en Morgantown han podido volver a ser testigos de un fenómeno muy similar.
Hablo de Juwan Staten, un jugador que desde que pidiera el transfer tras pasar sin pena ni gloria por Dayton, aterrizaba en las manos de Bob Huggins con la consigna de demostrar su valía y ser el sucesor como adalid de jugadores como Da’Sean Butler o Devin Ebanks para poder seguir aspirando a muy altas. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, y es que ya desde los primeros compases, se vieron relegados al fondo de la Big 12, incapaces de tan siquiera dar la sorpresa en alguna ocasión, y donde una derrota a las primeras de cambio ante Texas Tech en el torneo de conferencia ya de por sí resumía lo que había sido el devenir de la temporada.
Fue entonces cuando el foco de las críticas se centró en Staten. Venía con el cartel de jugador importante, y se despedía con el de decepcionante. Los resultados no acompañaban y el no haber estado a la altura de las expectativas le hacía un flaco favor. Sus números eran mediocres, pero eran las sensaciones lo que preocupaban. Mala toma de decisiones, aun peor selección de tiro, irregular para llevar la batuta…en definitiva, muy lejos de lo esperado en todos los aspectos, suscitando todo tipo de dudas sobre sí podría llegar a ser importante en el baloncesto colegial.
Pero como quien dice, año nuevo, vida nueva. Tras una retahíla incesante de críticas durante toda la pasada campaña, Juwan tenía la consagración entre ceja y ceja, así como erigirse como la gran alternativa a equipos asentados como Jayhawks o Sooners. Y aunque victorias ante rivales pequeños impedían ser algo conscientes de una prematura mejoría, el base junior pronto se haría notar, porque una vez desmarcado del radar, se exigió hacer ruido, y de que manera, ya que pronto Huggins se daría cuenta de lo que tenía entre manos.
Staten volvía a ser él mismo. Una vez esa soltura regresaba a su juego, fue un auténtico relámpago sobre el parquet. Haciendo gala de una explosividad y agilidad vertiginosa, era un visto y no visto en la cancha. Agresivo, incisivo, demostraba que nada le puede impedir llegar al aro, lo que no hacía más que hablar bien sobre sus condiciones atléticas. Su habilidad para crear en el campo abierto gracias a su manejo de balón y a la rapidez con la que lo ejecutaba, le alzaban como una pesadilla constante para el contrincante, que sólo podía intentar ralentizar el ritmo de partido para minimizar daños.
Al margen de todo esto, era alguien diferente, con una mentalidad distinta, un jugador que por fin había conseguido llegar a ese punto de madurez necesario para echarse de verdad el equipo a las espaldas. Un todoterreno en el WVU Coliseum, que además, sabía cuidar el balón y que tal y como declaraba su entrenador en quien depositar su confianza después de la mejora en una de sus facetas más cuestionadas:
«Ha estado increíble,» afirmaba Bob Huggins. «Creo que se ha estudiado realmente la película. Él está tratando de aprender y comprender el juego. Tiene mucho que ver con su toma de decisiones. Simplemente está mejorando muchísimo con su toma de decisiones – de cuando ir, cuando no ir, pasar la bola a otros chicos. Y él ha trabajado muy, muy duro en sólo disparar. Cuando él hace esos lanzamientos de 5-6 metros, él muy difícil de defender “.
Porque si bien cabe decir que hay que verlo para creerlo, los números hablan por sí solos, reflejando en todos los aspectos una mejora sobresaliente, manifestando un salto cualitativo que bien merece colocarle en la élite del baloncesto colegial. Insistimos, la comparación entre este y su año sophomore son cuanto menos ilustrativos de lo dicho:
- 2012/13: 7.6 puntos, 2.9 rebotes, 3.3 asistencias. [38% tiros de campo – 0% en triples (!!!)].
- 2013/14: 18.3 puntos, 5.9 rebotes, 6 asistencias. [52% tiros de campo – 36% en triples]. //2º en puntos por partido en la Big 12, 1º en asistencias, 15º en rebotes (¡es base!), 4º en robos de balón y 4º en % en tiros de campo.
Victorias ante Oklahoma, Baylor, Kansas State son pruebas fehacientes del liderazgo resultante del ex de Oak Hill, pero es ese gen combativo del que se ha hecho gala ante Kansas u Oklahoma State lo que de verdad reafirma que lo mejor puede estar por llegar. Porque Staten no ha venido a ser flor de un día, porque quier demostrar que puede competir sea quien sea el que interponga en su camino, porque ni los grandes escenarios ni los focos le asustan y sobre todo, porque no ha dicho su última palabra.