Allá por el año 1991, un tal Michael Jordan conseguía el primer anillo para él y también para los Chicago Bulls. Jordan tenía entonces 28 años y, sin duda alguna, empezó a escribir la historia del mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos.
Junto a Jordan había un hombre que manejaba las situaciones como nadie, y que siempre se le recordará por ser aquél fiel escudero, aquél que siempre viviría a la sombra del más grande. Ese era Scottie Pippen, un jugador que era un «7» en todo: sabía atacar, defender y se dejaba el alma, pero sobretodo no era egoísta. ¿Sacrificó Pippen ser el jugador estrella de algún otro equipo a cambio de ganar títulos y vivir siempre a la sombra de Jordan? Posiblemente, pero siempre hay quién elige ser cola de león en lugar de cabeza de ratón.
Las comparaciones son odiosas, todos lo sabemos. Eso sí, salvando las distancias, este año los Bulls disponen de una pareja que puede recordar en cierta medida a la de Jordan y Pippen. No es otra que Derrick Rose y Jimmy Butler. Hay varios factores que se asemejan: Rose, jugador franquicia del equipo y un chico de un barrio de Chicago que ha idolatrado a Jordan, que tiene unas cualidades de las que disponen sólo unos pocos elegidos y que solamente tiene 25 años. A su lado, Jimmy Butler: puede ser perfectamente el guardián de Rose, un jugador que se deja el alma, que también puede llegar a ser un «7» en todo como Pippen y que, además, cuenta con unas capacidades físicas que le permiten jugar los 48 minutos de un encuentro «sin problemas».
La estatua de Jordan que vigila el United Center reza: «El mejor que ha habido nunca, el mejor que habrá jamás». Por eso, salvando distancias, la dupla Rose-Butler pueden empezar este año a escribir su propia historia, aunque difícilmente llegarán a ni siquiera la mitad de lo que alcanzaron juntos «Air» y Pippen.