El equipo con más victorias de toda la NBA

Los Hawks, el equipo revelación de esta temporada

fuente: www.hawks.com
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No portan canas; tampoco visten de plata y negro, ni los entrena un malhumorado señor de tupida barba blanca. Quién lo diría, ¿verdad? Los Atlanta Hawks, (sí, Atlanta Hawks) sumaron ayer su doceavo triunfo de manera consecutiva. Bajo ese estereotipo melifluo se halla una orquesta de sublimes violinistas que aúnan sus fuerzas en aras de la armonía. El artesano Budenholzer, conocedor de la fuerza del gremio, abandonó la vera de Gregg Popovich; estaba preparado para tomar la batuta, pues mamó de la logística de la factoría Spur años y años… Emprendió el vuelo a lomos de sus Halcones, con los que planea sobre la cima de la mejor liga del mundo. La víctima anoche fue Chicago Bulls,  equipo de trapo en manos del verdadero titiritero de la Conferencia Este. Sumergidos en el vértigo, no hallan los de Illinois la consistencia ante su público ni la cohesión como colectivo que precisa una empresa mastodóntica como la suya.

Fuente: www.hawks.com
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Desde el minuto uno, los forasteros cogieron el partido por el pecho, desarrollaron el baloncesto coral que les distingue que ruborizó a unos Bulls sin brújula, que combinaron el desatino en ataque con una defensa perforada por el supersónico movimiento de balón del que hizo gala Atlanta, que adquirió una ventaja sustancial al término del primer asalto. Fuen entonces cuando emergió la figura del terrateniente Pau Gasol junto a la segunda unidad para salvar el culo al desconcertado equipo de Chicago, que se perpetúa en la desmesura y el desconcierto mientras que los dulces Hawks, sin torcer el gesto, daban rienda suelta a la acompasada sinfonía que les mantiene afincados en la opulencia desde allá por el 26 de diciembre (fecha de su última derrota).

Comenzado el tercer periodo, germinó la mejor versión del hasta entonces ausente Derrick Rose, que avivó la llama del bullicioso United Center con fastuosos paréntesis de baloncesto eléctrico que no hicieron sino potenciar a la escuadra visitante, de argumentos sólidos e idas nítidas, que continuaba con los renglones bien rectos y la eficacia intacta. Educados sobre la importancia de concordar como tropa, cerraron filas los Hawks, que aguantaban estoicamente los envites del indómito Rose y operaban con tino en la ofensiva, con el francotirador Korver y el valeroso Horford como brazo ejecutor, aireando  una y otra vez las vergüenzas de los rabiosos Bulls, desbordados, sin directrices precisas, decididos a comandar desde la individualidad y no el colectivo, sin recobrar aún la memoria en defensa: enésima ocasión en que encajan más de 100 tantos durante esta temporada, hecho prácticamente insólito durante los 4 años de periplo de Thibodeau en el banquillo, consecuencia del sedentarismo de su zaga y del baloncesto escalado que propician sus muchachos. Se acercaron a apenas cinco puntos los locales, vertebrados sobre coletazos esporádicos de Gasol y Rose, mas aún a merced  de los Hawks, rígidos y autoritarios, que maniataron al volcánico conjunto de Illinois, que embocó vestuarios con el gesto contrariado y alicaído tras ser abrumados por un señor equipo sobrado de agallas, clarividencia y  baloncesto.