Pierce, no te retires nunca
El jugador habla sobre su futuro en la NBA

Una historia sobre Paul Pierce
Empecé a ver la NBA porque un día me acerqué a unos recreativos bastante conocidos en una céntrica esquina de León y, cuando me disponía a jugar con mi hermano a la máquina que más ruido hiciese, la única que estaba libre era una con un título que no recuerdo pero cuyo objetivo era jugar unos playoffs de la NBA. Por alguna asociación en mi cabeza, o quizás por cierta falta de oxígeno durante el parto, siempre he sido proclive a apoyar a todo aquello que tenga raíces celtas, así que la elección era fácil: jugué con los Boston Celtics.
Decir que era malo en ese juego sería faltar a la verdad. Era horrendo. Por eso, cuando conseguí meter una maldita canasta y siendo esta además desde la línea de tres, me juré a mí mismo que iba a averiguar quién era ese número #34 y me iba a presentar en su casa para darle las gracias y plancharle las camisas si hacía falta. Una vez desechado este plan a causa de las poca independencia económica que tiene un chaval de 12 años, y aprovechando que tenía más vicio que una puerta abierta, acabé por honrar su memoria yendo con mi hermano a jugar a esa máquina cada vez que se nos presentaba la ocasión. Y cuando no podía, curaba mi mono viendo los resúmenes de la NBA que de aquella se emitían en abierto justo antes de la hora de comer. Así fue como me convertí en un aficionado a la NBA y, más concretamente, de los Boston Celtics.
Como habrán deducido todos aquellos que hayan llegado vivos a esta parte del relato y no hayan salido corriendo a jugar al LoL, a ver Juego de Tronos o buscar porno por internet, el jugador del que estoy hablando no es otro que Paul Anthony Pierce, «The Truth«.
Sirva toda esta introducción, que algún malpensado lo llamará rodeo innecesario, para explicar porqué ayer me encontraba viendo el partido de los Washington Wizards contra los Atlanta Hawks, cuando cualquier persona sensata de mi generación estaría buscando a la mujer de su vida con métodos que harían enfadar a su madre y enrojecer a su padre. Sirva también para explicar porqué me enfadé terriblemente cuando vi por segunda noche consecutiva que un triple suyo no pasaría a la memoria colectiva de la NBA a causa de dos estúpidas normas que nos afean el juego, a saber: que un tiro milagroso no valga solo por estar una milésima de segundo fuera de tiempo, y cualquiera que sea la cláusula a la que se ha acogido Nenê Hilario para tener un hueco en esta liga.
Pero mucho más doloroso ha sido levantarse esta mañana con estas declaraciones del propio Pierce sobre su futuro:
«No he pensado aún en ello, pero no sé si volveré a jugar»
«Conforme pasan los años, las temporadas son cada vez más difíciles y los veranos más duros para ponerse en forma. El camino durante la temporada NBA desgasta mucho, tanto física como mentalmente. Tendré que ver cómo está mi cuerpo, hablar con mi familia, y tomar una decisión».
¿En serio? ¿Puede ser cierto que esté barajando el retirarse cuando en estos playoffs ha demostrado estar a un nivel más que óptimo? Y más aún, ¿Cómo se va a retirar justo cuando los aficionados verdes llevamos dos años – más o menos desde el día siguiente a que Danny Ainge decidiese traspasarlo – especulando con su vuelta?
No, Pierce, no puedes hacernos esto. Tú mismo llevas una temporada y media quejándote que no te gusta la NBA actual, llena de LeBrones y Hardens que se dosifican y especulan, más preocupados por la imagen que proyectan que por la que dan en la cancha, más preocupados por ganar anillos para ellos que por hacer campeona a la franquicia que los drafteó. No, no puedes decirnos esto y dejarnos solos con ellos. Más aún cuando el final de Kobe parece estar también cada día más cerca, cuando Duncan y Ginóbili amenazan con comprarse una casa en Florida e ir allí a cazar mosquitos o lo que sea que se haga en esa península.
Dadnos un año más. Ni siquiera eso. Dadnos todos una temporada más. Solo una que sirva como despedida y aquí después paz y después James, Loves o, incluso, Embidds, ya nos acostumbraremos. Un último acto de servicio y luego os guardaremos allí donde las estadísticas y el juego no decaen, más bien al contrario. Os guardaremos en nuestra memoria y allí todo lo que hicisteis parecerá más grande. Va, si lo vais a echar de menos, preguntádselo si no a Jordan o a Magic.
Eso sí, si te he convencido, un último deseo: que ese último año sea vestido de verde.