Volvemos a la postemporada, y como un deja vu, los Boston Celtics se ven superados en la primera ronda de los Playoffs por unos Atalnta Hawks que, si bien no son los Cleveland Cavaliers de 2o15, han demostrado que los de Massachusetts siguen adoleciendo del factor que marca la diferencia en esta época del año, el talento.
Durante toda la temporada regular han venido estirando y forzando una goma que al final, tenía que romperse. Son un buen equipo, cuentan con un All-Star, muy buenos jugadores de rol, están dirigidos por un gran entrenador, han ganado los mismos partidos que el tercer clasificado del Este, juegan duro, con energía e intensidad, y son una de las sorpresas positivas de este año, pero no es suficiente.
Y es que en Playoffs con ser bueno no basta, necesitas grandes dosis de talento para poder competir contra los mejores. Estas líneas no nacen solamente por un par de partidos, hasta los más optimistas, entre los que me incluyo (aposté por 49 victorias a principio de temporada), sabíamos que este equipo tenía un techo. Llegado el momento, la falta de talento supondría un obstáculo muy difícil de superar.
Como hizo con Butler, Stevens ha conseguido que este grupo de jugadores, gracias a una unión de virtudes y ocultación de carencias, juegue a un nivel muy superior al esperable con la simple suma del talento individual de cada uno de sus integrantes. Ha conseguido crear un EQUIPO, pero ahora necesita algo más para llegar al siguiente nivel.
Al igual que aquellos Buldogs, el equipo de Stevens ha llegado a un punto en el que el talento resulta necesario, ya que el sistema no da más de sí con las piezas que atesora actualmente , la goma no puede estirarse más.
Los Boston Celtics están sufriendo, en la peor época del año, las consecuencias de tener que construir un equipo ganador sin los cimientos de talento necesarios para ello. Con la necesidad de ganar como cultura, Brad Stevens ha creado una orquesta que, cuando cuenta con todos sus integrantes, suena como la Filarmónica de Viena, pero en el momento en el que varios músicos pierden sus instrumentos, resulta un desastre a la altura de un león marino con un xilófono.
Y en teoría, los Celtics deberían ser capaces de sobrevivir a un par de bajas ¿no?, cuando el nivel de tu plantilla es tan parejo, no tendrías que sufrir tanto la pérdida de uno de tus jugadores. Pero cuando el problema es la falta de talento, todo se magnifica. Como una filarmónica, o un fábrica de trabajo en serie, cada pieza de los Boston Celtics tiene un papel que cumplir, una misión, una tarea que a su vez facilita o permite que se realice la siguiente. Al no tener un jugador de élite, que por sí solo pueda realizar la mayoría de tareas necesarias para ganar (véase LeBron James o Kevin Durant), los Celtics han intentado juntar 15 piezas que les permitan competir cómo si contasen con una de esas ansiadas superestrellas.
«WE ARE ONE SUPERSTAR», es un lema lleno de confianza, que te hace sentir orgulloso de la garra que acopia este grupo de jugadores, pero cuando «las papas queman» con tenacidad no basta. Si queremos sentarnos en la mesa de los grandes, tenemos que vestir de verde a uno o varios jugadores que eleven el nivel de talento. Uno o varios jugadores que consigan meter canastas cuando el otro equipo se obceca tozudamente en impedirlo. Nuestra seña de identidad, jugar más duro que el rival, es una estrategia para ocultar que, simplemente, necesitamos llegar a un nivel de intensidad muy alto para poder tener opciones de ganar a cualquiera.
Y sin duda es algo de lo que sentirse orgulloso, que los jugadores se sacrifiquen y lleguen a aupar al equipo por encima de sus posibilidades, pero la cosa en Playoffs cambia. En las eliminatorias los equipos tienen tiempo de estudiar a sus rivales, de prepararse concienzudamente para contrarrestar las virtudes contrarias, y obviamente, el nivel de intensidad con el que se juega es superior al de liga regular, por lo tanto, el que mejor ejecuta gana, y para ejecutar hace falta talento. Y ya sea por falta de este, por lesiones o emparejamiento, los Hawks han asestado dos golpes de pura realidad a los Boston Celtics.
Ni mucho menos descarto que el equipo gane los dos partidos en casa, y vuelva a dar vida a una serie que por momentos parecía muerta. Pero no me maten cuando diga que lo realmente importante empieza el 17 de mayo, cuando cientos de bolitas empiecen a dar vueltas en un bombo. Porque al igual que el precioso dibujo de Asur Misoa, los Celtics observan desde la lejanía a los Hawks, equipos muy parecidos pero con algo que los diferencia, el talento que eleva a los Hawks por encima de los Celtics, igual que el halcón que mira desde las nubes a nuestro querido leprechaun.
Así que si queremos conseguir estar a la altura de esa rapaz, Danny Ainge tiene que llenar el cielo de fuegos artificiales, de esta forma, como mínimo, conseguiremos que el maldito halcón baje al suelo.