Los Utah Stars posibilitaron el baloncesto profesional en Utah

Breve historia de los Jazz, episodio I

shelvin mack utah jazz
Nil Alemany (SB). Los Utah Jazz actuales deben mucho a los Stars.

Los Utah Jazz han sido durante muchos años uno de los mejores ejemplos en el panorama deportivo profesional norteamericano de que una franquicia profesional puede disfrutar de grandes éxitos en un mercado pequeño. Con su hogar en un lugar tan aislado como Salt Lake City, a medio camino entre el salvaje oeste y los verdes bosques del Gran Norte, su historia ha pasado durante largo tiempo desapercibida para el gran público, y es algo que vamos a tratar de corregir desde The SLC Blues.

Para poder hablar de los Jazz sin embargo, hay que remontarse algo más atrás en el tiempo, y es que, a pesar de mudarse desde New Orleans en 1979, el germen del baloncesto profesional en el estado de Utah lo puso el magnate de la televisión por cable Bill Daniels, un hombre de negocios afable y de gran legado, que todavía es recordado con afecto en esos lares. Daniels, que era un fan apasionado del deporte en general, compró los Stars de la ABA, que llevaban tres años en California entre Anaheim y Los Ángeles, y se los llevó a Salt Lake City. La conservadora ciudad, capital mundial del Movimiento de los Santos de los Últimos Días, o mormones, entró por primera vez en contacto con el baloncesto profesional de la mano de la excitante ABA, que contrastaba con la NBA de aquellos años por su espíritu innovador, espectacular y la cercanía con los fans.

Es importante tener en cuenta este aspecto, porque si había un lugar en EE.UU. donde el baloncesto profesional pudiera tener pocas esperanzas de futuro a priori, era Utah. Sin embargo, el fulgurante éxito de los Stars nada más llegar y el vibrante ambiente en el Salt Palace, convirtieron al equipo propiedad de Daniels en emblema de la región y en la principal razón por la que los Jazz se mantienen a día de hoy en Salt Lake City. Los Stars consiguieron el título de la ABA en 1971, y añadieron dos títulos de división en el 71 y el 74, y llegaron a promediar 8.500 espectadores por encuentro, pero los problemas financieros de Daniels sucumbieron a la franquicia y dos años después de hacerse por última vez con la Midwest Division, el equipo desapareció. Es digno de mención que Daniels devolvió con intereses el dinero a los abonados de los Stars cuando la franquicia desapareció. Moses Malone, que pasó directamente del instituto al profesionalismo, debutó con los Stars tras firmar por cinco temporadas y un millón de dólares de la época. El futuro Hall of Famer fue vendido a los Saint Louis Spirit, que no se encontraban entre las franquicias elegidas de la ABA para enrolarse en la NBA ese mismo año. Malone había sido elegido por los New Orleans Jazz en un draft para jugadores por debajo de la edad mínima antes de la fusión, pero decidieron dejarle disponible en el draft de dispersión de la ABA del 76 a cambio de que les devolvieran su primera ronda del draft del 77, que mandaron a los Lakers, quienes la usaron para escoger a Magic Johnson.

Con el éxito en el plano deportivo de los Stars, y su conexión con el público, Salt Lake City fue la ciudad que acogió a los por entonces New Orleans Jazz cuando estos marcharon de Louisiana en medio de grandes problemas económicos. La capital del Bayou pareció en su momento un lugar apropiado para el establecimiento de un equipo profesional de baloncesto, pero desde el principio los augurios no fueron muy buenos, a pesar de adquirir al héroe local, Pete Maravich, en un traspaso con los Atlanta Hawks en 1977. Maravich había sido una estrella en Louisiana State pero empezó a sufrir de problemas en la rodilla al poco de regresar a casa.

Los Jazz desde el principio tuvieron que luchar contra las circunstancias, como el hecho de jugar en una de las regiones más pobres del país, el impuesto al ocio más alto del país en aquella época – 11 por ciento, falta de patrocinios locales y falta de apropiados lugares para jugar como locales. De hecho, su primer pabellón, la cancha de Loyola University, estaba elevada por encima de los asientos, como en un ring de boxeo, y se tuvo que poner una cuerda alrededor de la misma para evitar lesiones a los jugadores si caían. Después se pasaron al Superdome, actual hogar de los Saints de la NFL y lugar demasiado grande y frío para el baloncesto; aunque los Jazz batieran el récord de aquel entonces de espectadores con más de 35.000 para un encuentro entre la escuadra liderada por Pete the Pistol y los 76ers de Julius Erving.

Por supuesto el nível deportivo del equipo tampoco acompañó, y es que durante sus cinco años en New Orleans los Jazz no sumaron ninguna temporada ganadora, y Maravich se perdió casi 100 partidos por lesión, aunque ganó el título de mejor anotador de la NBA en el 77, promediando 31,1 puntos por partido. La leyenda del nieto de inmigrantes serbios nacido en Pennsylvania se apagaría poco después, durando tan solo medio curso en Utah y terminando su carrera esa misma temporada en Boston. Aun con todo, Maravich tiene el dorsal retirado tanto por Hawks y Jazz como por los New Orleans Pelicans, un reflejo más de que su impacto en los lugares donde jugó fue más allá de la hoja de estadísticas.

Con los Jazz pasando grandes penurias económicas, su propietario decidio mudar la franquicia a Salt Lake City en 1979, donde durante seis años en la misma década de los 70 los Stars de la ABA habían demostrado la viabilidad de la ciudad como mercado. Para nada esto acercó definitivamente al equipo a la salvación, ya que hasta 1983 – fecha importante, que trataremos en la segunda parte de esta breve historia – , los Jazz fueron incapaces de superar las 30 victorias y los aficionados se mostraban desinteresados ante una escuadra que arrastraba muchos de sus problemas financieros de su etapa en Louisiana. Así se explica como en 1982 vendieron la tercera elección del draft a los Hawks por un millón de dólares y dos veteranos – entre ellos John Drew, un muy buen base, aunque también es cierto que Dominique Wilkins se mostraba bastante reacio a la idea de jugar en Salt Lake City. También se explica que los Jazz disputasen partidos como local en Las Vegas, Nevada, donde el fundador Sam Battistone tiene actualmente sus negocios. Battistone, por cierto, todavía tiene abonos para los Jazz.

Sin embargo, los Jazz también empezaron a añadir piezas importantes en el draft, como el escolta Darrell » Dr. Dunkestein» Griffith con el número 2 en 1981 o Mark Eaton en la cuarta ronda en el 82. A ello también se sumó la llegada procedente de Lakers de uno de los anotadores más explosivos de la historia en Adrian Dantley en 1979, quien fue el principal artífice en la cancha del surgimiento de los Jazz como equipo a tener en cuenta a principios de los 80. Empezar a acertar en el draft fue clave para unos Jazz que durante su estancia en New Orleans y sus primeros pasos en Salt Lake City no disponían del dinero suficiente como para invertir en scouting, y así se explican algunas de sus fallidas elecciones durante la primera mitad de la década. Larry Knight, por ejemplo, seleccionado con el número 14 en el 79 procedente de Loyola University, nunca disputó un partido con el equipo.

Con ayuda de Dantley, Griffith, Drew y Rickey Green, que firmó procedente de la Continental Basketball Association en 1980, Frank Layden, del que hablaremos en el siguiente capítulo, resucitó a un equipo que consiguió superar un inicio muy duro en el que la afición tardó mucho en mostrarles su calor. De hecho, Layden recordaba el primer partido de la siguiente manera: «pensé que los Golden Eagles – equipo de las ligas menores de hockey – tenía más público que nosotros. No había mucho interés». Los Jazz no llegaron a los 8.000 espectadores en su debut en Salt Lake City.

De una franquicia de la que se pensaba que no iba a durar cinco años, sin embargo, se cumplen casi 40, gracias al señor Daniels, que pusó las bases del baloncesto profesional en Utah, y a Layden y al señor Larry H. Miller, que se unieron para relanzar y salvar respectivamente un conjunto en vías de extinción. De ellos hablaremos en el segundo capítulo de nuestra breve historia de los Jazz, cuando las derrotas se empiezan a convertir en victorias y llegan los viajes a los Playoffs.