El amanecer de Ron Baker ilumina a la lúgubre Nueva York
Propaga la fe en un descafeinado curso para el equipo
Forjado en Wichita, pero, criado en el inhóspito panorama de Hays (noroeste del condado de Kansas), una diminuta urbe que cobija una población, equivalente a, algo menos de 20.000 habitantes (casualmente, asociable a la cifra de aforo máximo que vislumbra en los paneles exteriores del Madison Square Garden). Atónito, fiel a su áurea y ‘asimétricamente ordenada’ cabellera, Ron Baker ha presenciado como su existencia ha padecido un lindo episodio de metamorfosis. Ya sabéis; la vida se escribe a golpes de esfuerzo, y lleva un manantial de éxito consigo. No os destapo el telón de ningún escenario nuevo, ajeno al sacrificio.
«Algunas personas quieren que algo ocurra, otras sueñas en que pasará… y, otras hacen que ese algo suceda».
Michael Jordan, lejos de la cancha también tenía el valor de instruirnos y nos formulaba este dulce. Lógicamente, Ron no es ni un ápice de la deidad neoyorquina que vestía el ’23’ a la espalda, no obstante, a base de rigor, trocó la capacidad de su minúscula localidad que le vio llegar al Mundo, en el montante de espectadores que levantaría cada noche de las butacas. Y, a Jordan rezándole en los pósters de su habitación como acérrimo fanático, consiguió hacerse hueco en una franquicia histórica. Ni más ni menos, que en el seno de la Gran Manzana.
El camino hasta pisar el parqué de la élite baloncestística no es de rosas, eso es obvio. Por ende, la calidad se prima de forma bastante elevada y, el monopolio que se ha manifestado en la última década al talento innato es notorio. Las perennes sesiones de tiro al son del amanecer se refugian por debajo del resto de factores, y a duras penas se mencionan. En eso, Ron Baker es el mayor artífice.
Sufrió el rechazo y la manipulación de las hornadas de jóvenes, hambrientos de una exitosa carrera. Haciendo un inciso, clave es subrayar la Odisea que vivió el que fuera el ‘caudillo’ del bando de Kansas en el campeonato estatal en 2012 y 2013 para encontrar una Universidad. A priori, con ese currículum; complejo se antojaba que ninguna Facultad de primera división repudiase, como si del característico correo spam se tratase, a un fresco mozo que se las ingeniaba para destacar en tres disciplinas (baloncesto, fútbol americano y béisbol en la Scott Community High School) siendo un quinceañero, y para colmo, levantar trofeos en el deporte que a día de hoy le da de comer.
Bien, su sueño de militar en los Kansas Jayhawks se fue marchitando. La flor que él mismo había sembrado perdía pétalos. Un desértico paisaje en su ciudad se convirtió en un lóbrego horizonte al que solo Arkansas-Little Rock, Western Illinois o Dakota del Sur aporreaban la puerta de Baker, buscándole las cosquillas con el fin de estampar su firma en un contrato de vinculación. Haciendo oídos sordos a estas desapacibles ofertas, remitió el OK a una entidad sin mucho renombre: Wichita, que, carteles en mano indicando ‘We want Baker’, rayó, con una leve sonrisa dibujada en el rostro, el nombre del shooter de su agenda. Y, que, por tanto, una raíz brotó en su desarrollo. ‘¡Hágase el progreso de una joya!’, clamaba con vehemencia el staff de los Shockers. Donde, Ron, se empapó de conocimientos y, pudo ascender los estamentos del mundo de la canasta hasta reivindicarse como absoluta promesa.
Corría el año 2014. Ron Baker semifinalista del Oscar Robertson Trophy. Los Shockers de Wichita se colaban por primera vez en el desafío de la NCAA imbatidos. Cleanthony Early, Fred VanVleet y, sobre todo, Ron Baker eran el bálsamo de aquel humilde elenco, falto de nombres, empero, rebosante de ilusión. Y, de pronto, se hizo la luz del conducto que se abría ante las novicias perlas, ávidas de éxito en la NBA. En primer lugar, el Draft de 2014 acomodaba al ’31’ originario de Kansas en una grata nominación de su nombre en la segunda ronda. Baker, decidió dar un paso en falso, y regresar a la NCAA (obviamente de la mano de su entrañable Wichita). Ni tan siquiera inscribirse en las desmedidas oleadas de diamantes en bruto que tentaban a la Liga. Tras un año exquisito, volvió en 2015 para dar aún más guerra como junior. Más curtido, más maduro, y con más ganas de oír su apellido en boca de Adam Silver poco después de inaugurar la ceremonia. No obstante, el 2015, tampoco sería acentuado con un rimbombante círculo en los calendarios de la familia Baker… para dar el ‘esperadísimo’ salto. Por fortuna, llegó 2016. No fue excesivamente digno de matrícula de honor, así en palabras grandes. Eso sí, Baker dio sus concluyentes coletazos en el certamen universitario del baloncesto. Y, aventurándose, al fin, emprendió su viaje al Draft de la NBA 2016. Tras su preconcebida idea del atractivo que reportó a las franquicias años atrás, Baker se presentaría vanaglorioso, esperando un pick elevado dado su historial. En efecto. «El diablo sabe más por viejo que por diablo». Y, aquí, precisamente, no hay que ser un erudito para saber que el fenómeno de la desdicha iba a atizar al pobre Ron, simplemente con haber respirado el karma… es suficiente para conocer la tesitura en la que se encontró una vez consumida la gala. Que, siendo vulgar, ‘se presentó cuando le dio la gana’. ¿Y que fomentó esta decisión tan fatua? Su ausencia en las 60 elecciones de aquella dura noche de Julio. Fue otro undrafted más…
Aquel hórrido episodio le hizo volver a las canchas mucho más raudo y con más asiduidad. New York Knicks le invitó cordialmente a ser miembro de su Summer League Roster. Y, sin brillar exageradamente, siendo sinceros, (6 puntos por choque), prosiguió su inesperada y celestial travesía hasta Agosto, donde se hizo con la 15º plaza del conjunto neoyorquino. Y, a partir de ese instante, todo fue como vivir en una nube. Disputaba, sin presión, sus minutitos, y, tenía un salario más que digno (543.000$ anuales)… a pesar de que el atolondrado status del equipo fuese más bien digno de feria: ¡Una montaña rusa!
A día de hoy, ya se ha consagrado. Oscilando entre call-ups desde los Westchester Knicks y su ‘rol marginal’ en la Big Apple, ha encontrado su hueco en este 2017:
4 choques saliendo de titular, rozando la docena de minutos por velada entre Enero, Febrero y Marzo (cuya cantidad no fue alcanzada en ningún momento del tramo de curso de 2016). Extrapolando sus humildes números, nos ha salpicado con brochazos de la obra con la que nos quiere deleitar. Ya sean aros pasados ante Stephen Curry, su desparpajo tanto dentro como fuera de la pista, chocando las manos en cada tiempo muerto, o encestando circenses triples de ocho metros en Milwaukee…
Como he citado al principio, ¿Será este el inicio de la nueva corriente ‘Bakersanity’? ¡A mis ojeras pongo por testigos! Que la calidad que conserva en el depósito no es poca. Próximamente lo destaparemos… en la Capital del baloncesto Mundial, Nueva York.