¡Los sueños se cumplen! Mi experiencia con los Sixers
Os cuento cómo pasé un día en Philadelphia

El día 19 de marzo de 2017, definitivamente, no se me va a borrar de la memoria nunca en mi vida. Todo, absolutamente todo, fue genial aquel día. Como ya os expliqué en su día, tenía previsto acudir al Wells Fargo Center para ver a los Sixers, a mis Sixers, en directo, para cumplir uno de mis sueños más mágicos. Sabía que sería divertido, pero jamás imaginé que tanto.
El pasado día 19 de marzo, a las 9:20, hora de Nueva York, salía un autobús lleno de gente desde la parada de la calle 34 con la décima avenida, rumbo a Philadelphia. Un trayecto normal, de los que se hacen todos los días. Había muchas personas con bolsas y maletas, que iban a Philadelphia por diversas razones… Y estábamos mi familia y yo. Con mi camiseta de Joel Embiid me subí a ese autobús, dispuesto a descubrir cómo era la NBA desde un poco más cerca. En aquel momento yo recuerdo una enorme ilusión, y una ligera frustración por algo ocurrido el día anterior.
Visto que nos íbamos a ver a mis Sixers, había decidido ir a la NBA Store a comprarme una sudadera de mi equipo favorito, cuestión de ir bien equipado al encuentro. El problema surgió cuando me dijeron que no quedaban tallas XL en toda la tienda de ése modelo. Pero bueno, nada podía quitarme la ilusión.
Dos horas y media de largo viaje, en un autobús, por fortuna, con conexión Wi-Fi pasaron, y por fin llegamos a mi querida Philadelphia. La parada del autobús quedaba justo al lado de la entrada de la campana de la libertad, la cual da nombre a nuestro blog. La idea era ir a verla después del partido, pero al estar ya al lado, decidimos pasar justo al llegar. Esto me molestó, porque había leído en internet que si llegas una hora antes al pabellón, puedes pasar a ver calentar a los jugadores e incluso chocarles la mano. Pero bueno, viéndolo ahora, ver la campana de la libertad fue todo un acierto. La entrada es gratuita, y hay todo un museo a su al rededor sobre su historia bastante interesante, recomendable si vais algún día.

Después de unas fotos y una visita rápida, cogimos un taxi rumbo al pabellón. Resulta que está a las afueras de la ciudad, junto al estadio de baseball y el de fútbol americano. Nosotros no sabíamos que para ir había que salir a la autovía, y cuando nos sacó el taxista todos pensamos que nos iba a secuestrar. Creo que el pobre hombre debe de seguir ofendido porque dudásemos de su honestidad. Tampoco ayuda que echase los pestillos de las puertas cuando entramos. En todo caso, si me está leyendo, señor taxista anónimo… ¡lo siento!
Finalmente llegamos al estadio, y ya se me erizaron los pelillos. ¡Estaba allí, por fin! Había llegado el momento que tantísimo había soñado. Entramos por uno de los accesos, y lo que había dentro me pareció otro mundo. Multitud de tiendas oficiales, restaurantes de cadenas, juegos recreativos (una especie de futbolín de hockey sobre hielo me hizo mucha gracia), puestos publicitarios, promociones, concursos…
De todo, y todo muy chulo. Nada más entrar, nos regalaron unas pulseras muy curiosas: resulta que era el cumpleaños de Franklin, la mascota de los Sixers (no me preguntéis en qué consiste, yo tampoco entiendo cómo una mascota puede tener cumpleaños). Y lo que yo no me esperaba era que eso significase descuentos de al rededor del 30% en todos los artículos. Imaginad por un segundo mi cara de felicidad extrema. Me compré mi añorada sudadera conforme me enteré. Ahí fue cuando descubrí que la NBA Store es un robo. En lugar de los 60 dólares que costaba en Nueva York, me costó 25. Bendito seas, Franklin.
Acto seguido participé en un concurso donde gané unas gafas de sol de los Sixers, y luego en otro donde podía ganar una camiseta firmada por Embiid. Visto que no me ha llegado ningún correo diciendo que he ganado, no tengo demasiadas esperanzas, pero oye, la ilusión estaba ahí. De ahí fuimos a localizar nuestros sitios, y… wow. Yo soy de València, y estoy acostumbrado a ver los partidos del futuro campeón de la eurocup a pesar de lo de ayer València Basket. De sobra es sabido que la Fonteta no es el pabellón más grande del mundo. Por eso simplemente fue impresionante para mí ver un estadio tan grande.
Los sitios, contrariamente a cualquier estadio que me hubiese podido cruzar antes, parecían más sillones que asientos de un estadio. Extremadamente cómodos a pesar de estar en la parte más alta de la grada, lo cual muchas espaldas agradecen. La presentación de los jugadores me pareció simplemente espléndida. Sí, la misma que en todos los partidos que se ven en la tele, pero en directo. Ver cómo golpeaban la campana, ponían las fotos de los jugadores en el parqué… Me enamoré. Quise grabarlo todo, pero gente se cruzó delante de mí mientras lo hacía y sólo pude grabar el final.
En cuanto al partido, no os voy a contar mucho, tenéis la crónica aquí. Durante el encuentro disfruté como un enano. Estuve todo el rato hablando con dos hombres que tenía sentados al lado, que pensaron que iba únicamente a ver al Chacho por ser español, y que resultó que criticaban a Okafor tanto como yo. Me reí mucho la primera vez que escuché «Serrrrrgiooo Rrrrrodrrrrrriguesssss», o algo similar, que decían por megafonía para mencionar al citado Chacho, o eso supuse. También canté aquello de «Defense, defense!» como en las películas americanas. Fue increíble, la verdad.
SIMPLEMENTE ESPECTACULAR pic.twitter.com/mAHZlCC1rK
— Joel Embiidia (@joelembiidia) 19 de marzo de 2017
Al final del partido, pasamos nuevamente por la tienda, porque Franklin seguía dando descuentos. Me compré una camiseta de mangas de Saric, y junto con la sudadera han pasado a ser mi vestimenta permanente para ir a clase. Abandonamos después el estadio rumbo a la estatua en honor a Rocky Balboa, que es genial, así como las escaleras míticas de la película. Ya os digo que no son tan grandes como lo parecen ahí, pero sigue sintiéndose una sensación de poderío infinito al subirlas corriendo. Nos hicimos las fotos correspondientes, y nos dirigimos a la parada de autobús para volver a Nueva York. El final de un día perfecto.
«¡Ya no es legal la silla eléctrica!» exclamaba mi hermana al cruzar el río Delaware. Abandonábamos el estado de Pensilvania, y en mi caso, con una sonrisa de oreja a oreja. Había visto a los Sixers en directo, y eso ya no me lo quita nadie. Un día para el recuerdo fue, sin ningún tipo de duda. Es una experiencia que os recomiendo a toda costa, si tenéis la mínima posibilidad de vivirla. Yo ya os digo que es un día que no voy a olvidar en mi vida… Y que pienso repetir algún día. Estaos atentos a la web, quién sabe, ¡quizás algún día veáis que os estoy contando un nuevo viaje! Espero haberos podido transmitir aunque sea una fracción de todo lo que sentí aquel día y que aún hoy me maravilla, y como siempre, ¡Trust the process!