La debacle de los Boston Celtics, un problema de actitud
Analizamos el mal momento de forma que atraviesan los Verdes
Los Boston Celtics están dando asco y pena en estos Playoffs. Y al menos para mí, esto es una sorpresa mayúscula. De todas las personas que escribimos en este Despacho sobre la franquicia de Massachusetts, o hablamos sobre ella en el podcast hermano, a lo largo de esta temporada me he ido ganando la fama de ser el más optimista, o el que tiene la cabeza más llena de pájaros. A principio de temporada pronostiqué 52 victorias y caer en Finales de Conferencia.
Lo primero ya se ha logrado, lo segundo pintan bastos.
Porque los Playoffs son otra canción.
Como me dijo todo el mundo.
Y no escuché a nadie.
En mi defensa he de decir que no había muchos motivos que invitasen a la desconfianza, el equipo había realizado la mejor temporada regular desde los inicios del Big Three pese a las numerosísimas lesiones sufridas a lo largo de curso; parecía que se había aprendido a cerrar los partidos – una de las cuentas pendientes de año pasado, a nivel de la élite; Isaiah Thomas estaba haciendo una campaña digna del MVP; Brad Stevens había al fin conseguido establecer un sistema ofensivo Top-10 de la liga; y todo el mundo llegaba sano en el mes de Abril.
Sí, el problema del rebote seguía ahí, más grave aún que el año pasado tras las salidas de Jared Sullinger e Evan Turner. Pero tras el All-star, el esfuerzo compartido entre Jae Crowder y Avery Bradley había sacado a los Celtics del pozo de la NBA en este aparatado. Además, las voces que clamaban que este equipo estaba fallando en ciertos momentos clave de la temporada como el partido del luto contra los Wizards, el último contra Raptors o el último contra Cavs, eran fácilmente silenciadas recordando otras tantas victorias de igual o mayor mérito e importancia – contra los Rockets tras hacer en Washington, las fiestas anuales en Oakland y Ohio.
Vamos, que muchos aficionados de los Boston Celtics nos las prometíamos muy felices y, lo mejor de todo, parecía justificada la algarabía. Entonces sucedió lo impensable.
El luto de Isaiah Thomas
Poco más de 24 horas antes de comenzar la serie contra los Chicago Bulls – junto a Atlanta, el peor rival que se podían encontrar los Celtics en primera ronda, se conocía que Chynda J. Thomas, hermana de Isaiah Thomas, fallecía en un accidente de tráfico. Tras los minutos de shock y condolencias, a todo seguidor de los Celtics le asaltaba la cabeza la siguiente pregunta ¿podrá jugar el enano?
Y la verdad es que te temías lo peor. Lo más normal, lo lógico, lo entendible y lo que haríamos el 90 % de nosotros sería no jugar. Y en caso de jugar, el 99 % de los que lo hiciesen estarían emocionalmente destrozados. Hasta ese pésimo analista que trabaja en TNT, antaño gran jugador, hablaba de que él sufría solo de ver a Isaiah Thomas llorando en el banquillo mientras era consolado por su compañero Avery Bradley. Pero el enano está hecho de otra pasta y juega como si nada raro hubiese pasado fuera de la pista: 53 puntos en dos partidos y porcentajes de tiro calcados a los de su temporada regular – salvando los tiros libres.
El problema, como ya comentamos en este otro artículo, es que sus compañeros están ‘jugando’ como si todos ellos hubieran sufrido una desgracia igual o mayor que la del base. O estamos ante el equipo más empático de la liga, donde uno duerme mal y todos bostezan a las 12 de la mañana siguiente; o, como lleva augurando dos meses Andrés Villar: este equipo tiene una cabeza aún demasiado joven, demasiado débil para los Playoffs.
Quererlo más que el rival
Y es que el principal problema de los Boston Celtics en Playoffs, no están siendo tanto los números – que no hay ninguno que juegue a favor del primer equipo de la Conferencia Este como bien analiza aquí Andrés Monje – como su actitud en la pista.
Vamos a ser claros: este grupo, perpetrado por Danny Ainge y elevado a la categoría de equipo por obra y gracia de Brad Stevens, es una banda. Una auténtica banda en la que solo hay dos jugadores con un talento evidentemente por encima de la media en el costado ofensivo – Isaiah Thomas y Jaylen Brown, y otros dos en el defensivo – Avery Bradley y Marcus Smart. Entonces, ¿cómo han logrado auparse hasta el trono del Este?
Una pista, no es porque Cleveland se lo haya regalado.
Aprovechando que los Cleveland Cavaliers han bajado un par de peldaños tras conseguir el anillo el Junio pasado (4 peor defensa de la NBA pese a sacrificar a LeBron James jugando más de 40 minutos por partido), los Boston Celtics han conseguido la primera plaza gracias a una única cosa: a jugar cada partido como si fuera el último, o al menos queriendo ganarlo más que el contrario.
Esto, en temporada regular funciona, porque si presionas a un equipo durante 48 minutos en el mes de Enero, por ejemplo, en algún momento el rival va a ver bien claudicar y ahorrar piernas para el siguiente partido porque qué narices, estamos en Enero. Puede que parezca una simpleza y quizás lo sea, pero es una de las principales razones del éxito del equipo durante las dos últimas campañas.
En 2017, una Conferencia más debilitada en la parte alta – pese a los magníficos traspasos realizados en Washington y Toronto, ha permitido a los Boston Celtics ascender más de una posición por cada partido que ganaron a mayores con respecto al año pasado (5os con 48 y 1os con 53). Al final, con mucho genio desde los banquillos y sudor en la pista, los Boston Celtics conseguían lo que parecía imposible tras el ‘no’ de Kevin Durant: desbancar a los Cavaliers.
El pequeño problema es que en los Playoffs ambos equipos suelen querer la victoria por igual. Y eso hace que el rendimiento de los equipos se igualen y todo pase a depender del talento. Y ahí amigos no pasa nada por reconocer que, aunque el de Chicago huela un poco rancio, como a naftalina, el frasco del talento está más lleno.
Pero no mucho más. Es aquí donde llegamos al segundo y gran problema: que la serie ni siquiera depende del talento porque por alguna razón hasta ahora desconocida, no parece que los Boston Celtics quieren tanto la victoria como los Chicago Bulls. Sirvan como ejemplo el segundo cuarto del Game 1 o todo el maldito Game 2.
Esto no se solucionaba con un trade, esto es intensidad. Nada más y nada menos. https://t.co/YTKtztpo8s
— Javier R. Rodríguez (@CafeDeRick) 19 de abril de 2017
Sospechosos nada habituales
Si el pasado viernes tuvieses que apostarte una cena a qué jugador de los Boston Celtics iba a ser el primero en pelearse en esta serie, ahora mismo estarías cenando gratis porque la respuesta de Marcus Smart era obvia (no tanto que la pelea iba a ser con su propia afición). Pero justo antes de decir ‘Smart’, un alero de 100 kilos de peso y el 99 a la espalda te iba a hacer dudar unos segundos. Porque todos sabemos que Jae Crowder no es Gordon Hayward (sí, este ejemplo es premeditado y con toda la intención posible de hacer daño), pero es un ala más que correcto con el que siempre puedes contar y que si tose, los Celtics se constipan.
Y si en lugar de toser, lo que le pasa es que tiene el pecho más frío que la sangre de Kelly Olynyk, pues los Boston Celtics es fácil que entren en un coma que les lleve a perder los dos primeros partidos en casa en una serie de Playoffs. Porque el problema de Jae Crowder no es que esté jugando mal, que lo está haciendo; que no pueda defender a su par, que no puede; o que no le estén entrando los tiros, que no le están entrando; es que juega sin pasión. ¿Saben lo que pasa cuando a Jae Crowder le quitas la pasión? Que se le pone cara de Jeff Green, pero sin talento.
Otro que también se te pasaría por la cabeza en esa apuesta sería Avery Bradley, no porque provocase él la pelea, pero sí porque podría acabar recibiendo un puñetazo del jugador al que estuviese asfixiando en ese momento. Vamos a hacer un par de preguntas ¿saben cuál fue uno de los principales motivos por los que Ray Allen se acabó yendo de los Boston Celtics a los Miami Heat? Porque un sophomore llamado Avery Bradley le había quitado el puesto, y ¿saben cómo lo hizo? Pues secando a Dwyane Wade en su prime.
Entonces, si alguien entiende cómo es posible que un jugador que tras temporada y media en la liga es capaz de secar a todo un Hall of Fame en el mejor momento de su carrera no es capaz de molestar siquiera a este cuando es él quien está en su pico de forma y el segundo en plena decadencia, por favor, llámenme y me lo explican.
Yo ahora mismo estoy borrando todos aquellos tweets y artículos en los que defendía y celebraba el contrato máximo dado a Al Horford por el evidente salto, principalmente mental y de madurez, que nos iba a dar en post-temporada.