OPINIÓN | Reflexiones tras el final de «The Last Dance»

Repasamos algunos de los puntos más destacados del documental

Después de casi un mes de haber disfrutado de una pieza audiovisual magnífica, el documental “The Last Dance” llega a su fin. Hemos podido disfrutar de todo el material grabado durante esa última temporada que terminó forjando una leyenda en la ciudad de Chicago que no será olvidada nunca. Después de haber disfrutado de estas 10 horas de documental producidas por Jason Hehir vamos a repasar algunos de los detalles más importantes que hemos aprendido al revisar la carrera de Michael Jordan y esa última temporada que quedará siempre en la memoria de todos los aficionados.

LeBron James ha sido hasta el momento uno de los mayores peligros hacia el legado de la carrera de Michael Jordan, y con este documental His Airness ha querido demostrar quien es verdaderamente el mejor de todos los tiempos aunque es un debate que nunca tendrá fin o que por lo menos todavía queda mucho para saber cuál será su destino final, pues habrá que esperar hasta que James termine su carrera para poder comparar los logros de uno y otro. No obstante, con este documental, Jordan ha querido dejar claras las bases que le afianzan en el podio de la lista histórica de jugadores de todos los tiempos.

Un competidor de otra pasta

Si hemos aprendido algo por encima de todo en este documental es que Michael Jordan era una persona muy competitiva. No importaba si se trataba de un partido de baloncesto, de una tarde de jugar al golf con sus amigos o de apostar si una moneda caía en cara o cruz al lanzarla en el aire, no importaba la disciplina, modalidad o momento, él siempre quería ganar y no podía concebir otra cosa.

Podemos ver este comportamiento desde bien entrado en su carrera profesional, cuando decide poner en juego su físico y el futuro de su carrera no haciendo caso a las recomendaciones del doctor tras una lesión en el pie y liderando a su equipo hasta los Playoffs con restricción de minutos en su segunda temporada. En la serie contra Boston Celtics poco pudo hacer contra uno de los mejores equipos de la historia, mientras que él, siendo un mero lobo solitario, consiguió una de las mejores actuaciones de la historia con esos 63 puntos en el Garden.

Cuando llegó el momento de enfrentarse a uno de sus mayores rivales de siempre, los Detroit Pistons, no dudó en pedir ayuda a un entrenador personal para conseguir llegar al siguiente nivel físico y poder soportar todos los golpes que recibía en las series contra los Bad Boys. Tres derrotas consecutivas contra ellos en unos Playoffs habían sido suficientes y sabía que para la siguiente batalla estaría preparado. Junto con su compañero Scottie Pippen, consiguieron superar esa barrera a base de esfuerzo y cada año volver con las mismas ganar de ganar y superar un desafío que parecía misión imposible.

Pero no le hacía falta encontrarse en su camino con un rival impenetrable para alcanzar ese siguiente nivel mental de competitividad, sino que se inventaba sus propias historias para motivarse en cada partido, en cada enfrentamiento. Solo hay que ver la historia de LaBradford Smith, donde él le dijo “Buen partido, Mike” en una de sus peores noches como profesional. Aunque estas palabras parecen haber sido una invención total de la cabeza de Michael para motivarse y destrozarlo en el partido siguiente. Similar es el caso de George Karl cuando el entrenador decidió no saludarle al encontrarse con él en un restaurante mientras se estaban disputando las Finales del 96 contra Seattle SuperSonics. “Ahora esto es algo personal” se dijo a sí mismo, para destrozar a unos Sonics que nunca más tendrían la opción de disputar unas Finales de la NBA.

Tanto en la temporada 93’ como en el 97, el hecho de no haber sido elegido MVP y que Charles Barkley y Karl Malone respectivamente lo hubieran ganado le puso de los nervios. No podía soportar que otro jugador fuera considerado mejor que él en la liga, y volvió a demostrar cuando llegó su momento en las Finales quién era el superior. Una de las reflexiones más importantes que saco del último episodio de “The Last Dance” es ese deseo irresistible de haber seguido ganando, de haber conseguido su séptimo campeonato. Estar a la altura de los mejores ganadores de la historia es algo que, no haber podido cumplir, le sigue fastidiando hasta el día de hoy. Hay que recordar que en el 1999 hubo “lockout” y solo se jugaron 50 partidos, por lo que hubieran tenido la oportunidad de descansar mucho más y hubieran tenido opciones de ganar su séptimo título frente a los Spurs del novato Tim Duncan, que terminaron ganando ese año frente a unos Knicks que no estuvieron a la altura en el momento adecuado.

Los momentos en los que demostró ser de otro planeta

Además de su nivel competitivo, también hemos podido ver algunos de los momentos en los que casi traspasa la línea de lo humano. Reggie Miller lo relataba al ser entrevistado diciendo que, en el verano del 95, tras haber sido eliminado por los Orlando Magic en los Playoffs en ese mismo año de su retorno tras su paso por el béisbol, cómo se entrenaba en el “Jordan Dome” mientras rodaba la película Space Jam. Después de días enteros de rodaje agotador llamaba a los mejores jugadores de la competición para jugar partidillos entre ellos y poder alcanzar el nivel suficiente como para estar listo el año siguiente y volver a ganar el anillo de la NBA. “Era como Batman. Después de dos o tres horas de sueño volvía al trabajo antes de comenzar el rodaje por la mañana” decía el jugador de los Pacers recordando esos enfrentamientos con Jordan antes de aquellas Finales del Este en 1998 donde llegaron a jugar siete partidos contra los Bulls, la primera y única vez que esto sucedió en su carrera.

Otro de sus momentos más conocidos que hicieron al mundo plantearse si Jordan había venido de otro planeta es el famoso Flu Game contra los Utah Jazz. En el episodio que veíamos hoy se ha confirmado lo que muchos rumoreaban, y es que no tenía fiebre sino que había sido sujeto de una intoxicación alimentaria al haberse comido una Pizza en mal estado cuya historia parece de auténtica película. Una noche al llegar a su hotel en Utah, quiso pedir comida pero todos los lugares estaban cerrados así como el Buffet del hotel. Su equipo buscó una pizzería que aún estaba abierta que le prepararon lo que podría haber sido una cena mortal para su carrera, ya que si no fuera de otro mundo, probablemente nunca hubiera sido capaz de conseguir aquella actuación con 38 puntos en el quinto partido para terminar sellando la serie en seis enfrentamientos delante de todos los aficionados de los Bulls en Chicago. Muy pocas personas en el mundo del deporte hubieran sido capaces de rendir al nivel que lo hizo, pero demostró ser de otro planeta.

Un duro compañero

Cuando se conoció el cambio de fecha para el estreno del documental, Michael Jordan hizo unas declaraciones en las que se mostraba preocupado por la percepción que las personas podrían obtener al ver el producto final y pensarían que era un mal tipo. Después de haber consumido las 10 horas de este documental podemos entender perfectamente a qué se refería cuando dijo esas palabras.

A lo largo de “The Last Dance”, y en especial en los episodios 7 y 8 que pudimos ver la semana pasada, observamos la dureza con la que Michael Jordan trataba a sus compañeros, por no mencionar las malas maneras que tenía con Jerry Krause más allá del momento en el que confirmó que Phil Jackson no continuaría y, eventualmente, el proyecto terminaría disolviéndose ese mismo año. Ganar tiene un precio, eso es lo que ha querido dejar claro en todo momento para justificarse de sus malas acciones con sus compañeros. Pero no hay por qué engañarnos, Jordan era un bully, una persona que trataba mal a sus compañeros, pero lo hacía con la intención de transformarlos en tipos duros para que nada les afectara en su camino al título.

No podía soportar pensar que la blandea mental de sus compañeros pudiera costarle un campeonato, y por ello se encargó de prepararles durante toda la temporada, y en cada entrenamiento era su peor enemigo. Solo hay que ver la relación que tenía con Scott Burrell, que terminó convirtiéndose en un jugador muy importante para los Bulls, así como ese primer encuentro con Steve Kerr cuando le pega un puñetazo en la cara en un entrenamiento. La historia tiene final feliz, pues Kerr es el encargado de anotar el tiro ganador en las Finales de 1997, y ese rifirrafe le permitió afianzar su relación con Michael Jordan, haciendo ganar su respeto.

Michael ha sabido darse cuenta con el paso de los años de que estas maneras de tratar a los compañeros no tienen por qué ser las más efectivas, y por supuesto, no siempre son las correctas. Al recordar estas acciones, se emocionó y pidió a la cámara que parara de grabar, pues se da cuenta del daño que podía haber llegado a causar psicológicamente a algunos de sus compañeros que no estaban preparados para afrontar un reto de esa magnitud, agradar al mejor de todos los tiempos.

Máxima presión durante toda su carrera

Su carrera no fue un camino de rosas, puesto que a pesar de que el talento natural le facilitaba las cosas en la pista, fuera de ella tenía cosas muy importantes con las que lidiar y que le hacía estar sometido a una presión que muy pocas personas hubieran sido capaces de controlar. Algo evidente es la fama que tiene que soportar, sobre todo en los noventa cuando se convierte en una de las figuras más icónicas de la cultura pop en los Estados Unidos y en el mundo entero. Ya en el 92 cuando llega a Barcelona con la selección de EEUU se da cuenta de la importancia que tiene fuera de las fronteras de su país, y a partir de ese momento llevará una vida muy agotadora donde a penas puede dar un paso en la calle sin ser reconocido.

Michael Jordan es una de las personas más famosas de todo el planeta, y eso le ha llevado a estas alturas de su vida a aislarse, para encontrar un punto de calma tras haber estado bajo los focos de todas las cámaras durante toda su carrera como profesional en el mundo del baloncesto. No solo la fama fue un aspecto importante en esa presión que se acumulaba sino también sus polémicas acciones fuera de la cancha, siendo su cuestionable adicción al juego una de las más importantes.

Tuvo varios episodios a lo largo de su carrera, siendo su viaje a Atlantic City para apostar mientras jugaba una serie de Playoffs contra los New York Knicks, uno de los más destacados. Necesitó dar una entrevista para aclarar que no tenía ningún problema con el juego sino un problema de competitividad, sin embargo, esto le llevó a tener que pagar grandes cantidades de dinero a personas con una reputación cuestionable y que se han visto en problemas muy gordos de estafas que ha terminado con ellos en la cárcel. El libro “The Jordan Rules” también hizo mucho daño a su imagen y terminó buscando refugio fuera del baloncesto durante su retirada espiritual en el béisbol.

Parte de la culpa de su decisión de dejar el baloncesto en primer momento, fue el fallecimiento de su padre. Perder a una persona tan importante en su vida fue algo muy duro, pero más fue saber cómo sucedió todo, ya que fue asesinado mientras volvía de un viaje a Carolina del Norte y posteriormente encontraron su cuerpo arrojado en un río cerca de la frontera con Carolina del Sur. Michael Jordan tenía una relación muy estrecha con su padre, no era solo eso sino también su mejor amigo, por lo que su pérdida le afecto mucho y terminó empujándole fuera del baloncesto.

Trascender para poder ascender

“Lo que quiero es que Chicago se gane el respeto de la liga como otros equipos como Boston Celtics, Lakers o Philadelphia 76ers. Espero que este equipo pueda montar un proyecto de ese calibre”. Esas fueron unas de las primeras palabras de Jordan al entrar en la liga, dejando claro cuáles eran sus objetivos. Más allá de los anillos, los títulos individuales, lo que quería era trascender y convertirse en la persona que cambió la historia de esta franquicia para siempre. Lo consiguió, sin lugar a dudas, habiendo ganado los seis títulos que poseen los Bulls y convirtiéndose en uno de los equipos por excelencia de todo el mundo en cualquier disciplina.

En la actualidad, atraviesan un tramo de reconstrucción que parece interminable, siendo ese proyecto que juntaba a Derrick Rose, Joakim Noah, Luol Deng y Taj Gibson entre otros, una de las versiones que más cerca han estado de romper la sequía de títulos en Chicago desde que Michael Jordan decidiera colgar las zapatillas. Mucho antes de su llegada a la liga, tanto los Bulls como la propia competición no atravesaban el mejor momento posible. Larry Bird y Magic Johnson consiguieron sacar a la NBA de ese pozo sin fondo en el que parecía haberse precipitado. Jordan consiguió dar algo de estabilidad al proyecto, que gozaba de una reputación casi nula en toda la ciudad, siendo el último equipo de Chicago para convertirse en el número uno posteriormente.

Ya lo decía Jordan en uno de los primeros capítulos del documental. “Aquello era un circuito de cocaína” donde los jugadores parecían estar más centrados en otra cosa que en jugar a baloncesto. En los vestuarios los jugadores fumaban cigarros durante el descanso que el propio entrenador les daba y la profesionalidad parecía algo difícil de alcanzar en su máximo exponente. Pero llegó Michael para cambiar la historia y convertirse en esa figura que representa al deporte de la pelota naranja en todo el plantea.

Krause y Pippen, los perjudicados

En los primeros capítulos de “The Last Dance” se podía identificar una figura clara de villano en Jerry Krause, el GM, que decidió no continuar con el proyecto y pasar página, declarando antes del inicio de la temporada 1997-98 que sería la última de Phil Jackson como entrenador aunque ganar el título e hiciera un 82-0. No obstante, la figura de Krause ha ido suavizándose a lo largo de los episodios y se ha podido ver el bullying que sufría por parte de algunos jugadores que no le tenían mucho respeto, siendo Jordan uno de los máximos exponentes de esto.

Sin embargo, conforme han ido pasando los episodios ha surgido otro jugador que no se lleva la etiqueta de villano, pero que sale claramente perjudicado tras haber sacado a la luz algunas de las historias que estaban en la sombra con este documental, o más bien descubriéndolas para los más jóvenes. El otro perjudicado es Scottie Pippen. Ha sido el señalado reflejándose varios momentos que e hacen quedar bastante mal frente al público. La primera de ellas y que se relata en el segundo episodio es el momento en el que decide no operarse durante el verano, y hacerlo justo antes de que comenzara la temporada a causa del enfado que tenía con la dirección al no querer ofrecerle el dinero que deseaba por su nuevo contrato. Llegó a pedir el traspaso y a criticar en el autobús del equipo a Krause.

Mientras que Jordan hacía todo lo posible por ganar en la cancha, Pippen se negaba a jugar y renegaba de la gestión de la franquicia, mostrando tener muy poco sentimiento de equipo. Otro momento en el que queda retratado es cuando decide no saltar a la pista en uno de sus partidos de Playoffs contra los Knicks en la primera retirada de Jordan, cuando Phil Jackson decide elegir a Tony Kukoc para que lance el tiro ganador. Se llevó una fuerte reprimenda en el vestuario a pesar de que el croata consiguió anotar y ganar el partido. Había dejado tirados a sus compañeros en el momento más importante, y sobre todo en una situación donde no podía hacerlo porque quería ser el líder ante la ausencia de Jordan. Además encontramos otros episodios donde parece costarle a los Bulls parte de su éxito, véase aquella supuesta enfermedad frente a Detroit donde a penas podía ver y los Bulls perdieron su tercera serie consecutiva frente a los Pistons.