“Go west” rezaba el estribillo pegadizo de una banda pop de los noventa con su optimista visión post-guerra fría… y hacia allí fueron los Celtics cargando en su valija un 0-23 a cuestas en dicha conferencia, con la idea de que iban por un 0-6 y volvernos con más boletos para la lotería del Draft a cuestas, con noches despilfarradas en derrotas de dos dígitos y con la apatía de un equipo que sabe que no tiene oportunidades de nada.
Y eso era lo que el sentido común indicaba, porque después del traspaso de Rondo y Green, los de Massachusetts no encontraban los caminos, ni en defensa ni en ataque, arrastraban un récord de 4-11 desde ese momento y la perspectiva de ir al Oeste a enfrentarse a tres de los equipos más duros de la NBA (Portland, Warriors y Clippers), sumado a las noches consecutivas (2 back-to-back), y a la cantidad de kilómetros (más de 5.000); hacía que no se vislumbraba nada positivo salvo seguir acumulando oportunidades en el próximo sorteo del draft.
La aventura de Boston inició un lunes por la tarde en Los Ángeles. En frente estaban los mediáticos y taquilleros Clippers, con su equipo cargado de estrellas y con su flamante nueva incorporación: Austin Rivers. Por su parte, los dirigidos por Stevens contaban con la adición a la plantilla de Tayshaun Prince (obtenido en el trade de Jeff Green) y Shavlik Randolph, precisamente implicado en traspaso del hijo del coach local.
Todo parecía indicar que sería como los papeles indicaban, una victoria fácil para los comandados por Doc Rivers, pero cuando todo indicaba que los Clippers liquidaban el partido, los visitantes empezaron a presionar en defensa y llevaron el encuentro a un final cerrado para sorpresa de todos los presentes y para aquellos que seguíamos el partido a la distancia.
Un correcto debut de Prince que entró en la rotación viniendo desde el banco para aportar su experiencia en defensa y ataque, sumado a un buen desempeño de Smart y Sullinger y lo más importante… un mensaje en la cancha: “no venimos de paseo”.
La segunda parada era Portland el jueves de esa misma semana, y el inicio de una seguidilla que metía miedo por el poco tiempo de descanso entre partido y partido y las distancias a recorrer, sumado a la importancia de los rivales.
Boston terminó el primer tiempo arriba en el marcador, mostrando algo nuevo: edificando su victoria desde la defensa y la actitud de lucha de sus jugadores. Con la modificación de la alineación inicial para tener un equipo más bajo (Bass por Zeller), pero más dinámico y comprometido con la marca.
En el segundo tiempo los Blazers parecían poner las cosas en su lugar, pero el espíritu de lucha de los visitantes llevó a un final cerrado que se decantó con una jugada que muestra en cuerpo y alma lo que estos jugadores mostraron en esta semana: pelear hasta la última jugada y no darse por vencidos nunca: Sullinger se tiró de cabeza a una pelota dividida y asistió desde el piso a Evan Turner que a falta de 1 segundo puso a los Celtics al frente con un certero triple desde la esquina. Lillard no pudo hacer nada en el tiempo restante y Boston cortaba una racha de 24 derrotas consecutivas en el Oeste.
Al día siguiente, y con la baja de Kelly Olynyk por un esquince de tobillo, los Celtics se enfrentaron a Denver y nuevamente en un final cerrado, y después de ir a remolque todo el partido, se llevaron su segundo victoria consecutiva por diferencia de un punto.
Un Avery Bradley monstruoso cerró el partido con dos certeros tiros de larga distancia gracias a sendas jugadas planificadas desde el banco por Brad Stevens.
Un día de descanso y un viaje a Oakland después de dos grandes batallas era lo que le esperaba a los Orgullos Verdes, ya merecedores de este sobrenombre. Los Warriors los aguardaban en casa con una racha de 14 partidos ganados por diferencia de dos dígitos, y un Klay Thompson que venía de batir un récord de liga al convertir 37 puntos en un cuarto, sumado al liderazgo de la conferencia y a la mejor marca de la temporada.
Los Celtics sin Marcus Smart, con permiso especial tras el fallecimiento de un familiar sumado a la baja de Olynyk, disputaron el encuentro como un partido de playoffs. Perdiendo por 10 puntos a falta de un minuto forzaron a Golden State al final más cerrado en mucho tiempo y a una victoria moral (si existe tal cosa).
Después de semejante desgaste el equipo se subió al avión y desembarco en Salt Lake City para enfrentar a un Utah que venía entonado luego de tres victorias consecutivas.
Marcus Smart se reincorporó al equipo y después de un apático primer cuarto, Boston mostró el mejor básquet en mucho tiempo, borrando de la cancha a los Jazz con una defensa asfixiante y un ataque demoledor conducido por Tayshaun Prince.
Después aguantó la reacción local y se llevó el tercer partido de la gira.
Quedaba un partido más en el haber, en Minnesota los celtics con el cansancio a cuestas de 5 partidos en 7 días , sumada a una rotación corta y enfrentarse a un equipo muy joven y dinámico, dejaron pasar la oportunidad de volverse a Massachusetts con record positivo.
La odisea por el oeste había terminado, pero lo que una semana y media atrás parecía claro ya no lo era, porque estos celtics se reinventaron a si mismos y encontraron una identidad de equipo basada en el esfuerzo colectivo y el no claudicar ante nada, ni nadie.
El mensaje enviado desde la cancha es muy claro, el cuerpo técnico y los jugadores van a luchar noche tras noche para seguir cosechando victorias, lo que no está claro todavía es que hará Danny Ainge.
Si la idea era mostrar a los veteranos para lograr alguna transferencia el objetivo está cumplido, Bass, Thornton y fundamentalmente Prince mostraron su valía para algún equipo contender, los jóvenes por su parte (Sullinger a la cabeza) demostraron estar a la altura de las circunstancias. La fecha límite de traspasos nos dará una cabal idea de hacia dónde marcha el front office… desde la cancha la cosa esta clara… este equipo tiene hambre de gloria.