6 cartas para Kobe Bryant

Hacemos nuestro particular "Dear Kobe"

Brad Johnson (cc)
Brad Johnson (cc)

Querido Kobe, por Adrián Rodríguez

 Kobe Bean Bryant, nunca 3 palabras fueron tan importantes en mi vida, tanto personal como profesional y deportiva. Desde el momento en que comencé a jugar al baloncesto en mi colegio con 8 años y mi padre me compró una Revista Oficial de la NBA en la que venía un reportaje tuyo, con ese pelo a lo afro, con fotos impactantes para un niño de esa edad que comienza a amar al verdadero amor de su vida, el baloncesto. Esa camiseta dorada con el número ocho, esos mates de espaldas, imposible no elegirte como su ídolo a partir de ese momento.

¡Y qué bien elegí! Pronto comenzarías a ganar campeonatos junto a Shaq y dominar la liga. 1, 2 y 3, Three Peat. No me perdía ni una sola revista, pósters, artículos. Cualquier mínimo detalle me enamoraba aún más, me acuerdo de aquella chaqueta de cuero muy del estilo L.A. que llevasteis en el tercer anillo en la celebración, cosas que te marcan (aún me pregunto si algún día podré conseguirla).

Cómo olvidar aquella carta a los Reyes Magos con 10 años, ya federado, pidiendo sólo 2 cosas: La camiseta amarilla de Kobe con el ocho, y la figura de McFarlane (por aquél entonces era la Serie 1) de Bryant. Pues deseo cumplido, y cómo no, ese número 8 a la espalda en cada entrenamiento… y en cada partido, ya que lógicamente nadie me lo quitó de tenerlo en la camiseta del club.

Pasaron los años, incluso se burlaban por tal adicción que tenía contigo y con los Lakers, mis compañeros no se quedaban con 13 y 14 años a ver partidos tuyos a las 4 de la mañana a urtadillas de sus padres para no despertarles. Yo sí.

Los momentos bajando la escalera de mi casa hacia el salón, a oscuras, de puntillas, intentando no hacer el más mínimo ruido, con una ilusión y amor por dentro deseando llegar abajo para cerrar las puertas, ponerme los cascos y encender la TV porque iba a poder verte un partido más, eso lo llevaré conmigo siempre, toda la vida. Al igual que mil momentos que me diste en la distancia, los cuales sentía tan cerca como ahora mismo te siento. Canastas en el último segundo, partidos de infarto, de ensueño, los 61 puntos en el Madison, las Finales de Conferencia contra Portland, los 81 contra Toronto, Andrés Montes y Antoni Daimiel narrando tus canastas en el Staples contra los jugadores españoles, no me perdía ninguno, sobre todo los que eran contra Memphis y Pau y… sorpresa! Pau Gasol llega a los Lakers, me entero una mañana sin tener ni idea de lo que se estaba cociendo en ese momento.

La noticia fue inversamente proporcional a la tristeza que tengo ahora mismo en mi corazón. Kobe Bryant, mi héroe, mi dios, ahora jugará con nuestro Pau Gasol. Por fin los Lakers pueden ganar todo de nuevo.

Y así fue, primer año, primer partido de la pareja contra New Jersey en el que sólo juegas para que Pau se luzca y tras la victoria sueltas el «Si si, me gusta!» en perfecto español a las cámaras haciendo un video bomb a Pau. Sí, en ese momento aún me enamoré más de ti.

Por aquel entonces ya te habías cambiado de número al 24, he de reconocer que fue de las pocas veces que te odié. No entendía ese cambio de número, yo te quise con el 8, mi número era el 8, ahora no podía cambiar todo así. Pero más adelante supe el motivo. La Mamba mutó, cambio la piel, y se convirtió en leyenda, ganando 2 anillos más. Y aquí es donde me quiero parar. Y hablar de esas finales contra Orlando Magic.

Veamos, por aquel entonces era mi primer año de Universidad (el año anterior, con las finales perdidas contra Celtics me tocó la Selectividad sin dormir y encima con el disgusto), y ya todos conocían mi amor por ti. Nunca me importó que todo el Mundo lo supiera, no es algo de lo que avergonzarse, no amarte sin embargo, sí. Pues bien, finales vistas en el portátil de mi padre, que de vez en cuando se apagaba por el recalentamiento de no soportar el streaming. Imagínate la situación de tener que abrir la ventana cada dos por tres, encender de nuevo el ordenador y el enlace y perderse un par de minutos del cuarto, 1 vez mínimo por cuarto, y rezar para que en el final de cada partido no se apagara (creo que ahí fuiste benévolo conmigo ya que me dejaste verlos). Así vi tu coronación en el Olimpo de los dioses de la NBA, 4º anillo en las mejores Finales que has jugado en tu historia, con un dominio nunca visto antes salvo por Michael Jordan. Aquella canasta contra Dwight Howard con rectificado en el aire nos recordó a todos que viniste para destronar a MJ.

Son las 7 de la mañana en el salón de mi casa, empiezan a salir los primeros rayos de sol en el horizonte en esa ventana abierta, mi familia sigue durmiendo sin saber que su hijo es feliz. Tú saltas de alegría al conseguir el campeonato, yo abro la nevera y me bebo una cerveza, en la soledad, con una felicidad plena (no me gustan las cervezas).

Lo que vino al año siguiente ya fue sin duda un orgasmo múltiple, ganar a los Celtics en la venganza de aquél año de la selectividad… en casa y en el 7º partido de las series, fue sin duda el mejor momento que he vivido frente a una pantalla. Te subes a la mesa de marcadores y abres tus brazos con el balón cogido en la mano izquierda. Eres el rey del Mundo, yo en mi habitación esta vez, a oscuras y en solitario, como siempre, hago lo mismo mientras lloro de emoción, sabía que podía ser el último anillo, no me preguntes el motivo, quizás porque sólo dos enamorados saben ciertas cosas.

Y así fue, en 2013 haces una de las mejores temporadas de tu carrera, con 35 años y me atrevo a decir, que una de las mejores actuaciones en una temporada regular en la historia de la liga. No por los números, que también, ni por la edad, que también, ni por llevar a un equipo sin alma, pero con mucho nombre, a los Playoffs tu sólo en el Oeste, que también, tampoco por lesionarte en un partido en el que haces 34 puntos y te lesionas 3 veces hasta que en la última el Aquiles te dije basta ya, que también, sino porque sé que durante toda la temporada las lesiones te lastraban, cada noche la pasabas en vela por tener que tratarte de absolutamente todo. Baños de hielo, calor, masaje, duermo mientras me lo hacen, vuelta a la bañera de hielo, vuelta al calor, vuelta a la cama para intentar descansar mientras el fisio me asesina el cuerpo. Así día a día, sobre todo en las giras fuera de Los Ángeles, todo esto, por los Lakers, por el baloncesto que tanto amas, por nosotros, por nuestro amor, y para llegar a romperte del todo, terminando con tu carrera y aspiraciones de un 6º anillo.

Aquel día cualquier jugador en la historia del baloncesto se habría retirado, con esa edad y esa lesión de tal dimensión. Pero claro, tú no. Nos quisiste demostrar a todos que se puede volver a jugar a gran nivel tras la larga recuperación. Y así lo hiciste, y nos brindaste aún partidos memorables, aunque el equipo estuviera ya desmembrado y sin rumbo alguno. No te fuiste a un equipo con aspiraciones al anillo como otros en sus últimos años de vida baloncestística, hiciste lo correcto, quedarte en la franquicia que lleva los colores de la sangre que corre por tus venas, la misma que la mía. Una pareja de 18 temporadas de infinito amor no podía tener un final triste. Y así nos brindaste tus últimas 2 temporadas, lastrado por las lesiones pero siempre con orgullo en los ojos. Esos ojos que nunca cambiaron, siempre desafiantes y llenos de poder, que pude ver en persona en el viaje que no podía dejar escapar en tu última temporada. Hace exactamente 1 mes veía por primera vez tu amor a escasos 5 metros de distancia. Por fin te tuve cerca. Y la sensación es la mejor de mi corta vida.

Eres una leyenda, el mejor jugador de todos los tiempos, si, no es una locura decirlo, muchos lo piensan, y es muy respetable, superaste a Jordan en juego, no en títulos, pero le superaste en una cosa más. Eres el jugador que más ha sufrido jugando a este deporte, sin que nadie lo notara, y además, el que más lo ha amado, al igual que nadie te ha amado más que yo.

Gracias Kobe. Siempre tuyo, hasta el fin.

 

Adrián Rodríguez

 

Querido Kobe, por Carlos Ruiz

Aún recuerdo cuando descubrí a Kobe Bryant. Era solo un niño de 8 años al que le habían dicho que se apuntara a algún deporte, me mire con buenos ojos el baloncesto, pero no me acababa de convencer…

Entonces lo vi, buscando vídeos de baloncesto, apareció un hombre de pelo afro machacando el aro, anotando desde cualquier posición, defendido o sin defender, asistiendo dirigiendo a un equipo que en ese entonces desconocía.

Enseguida le pregunté a mi padre quien eran los Lakers, y como cualquier niño, si ganaban. Su respuesta era evidente, claro que ganaban ¡Eran de los mejores! No podía evitar alegrarme al oír eso. Al día siguiente en el patio de la escuela, tenía que intentar imitar a ese jugador con camiseta amarilla, ese número 8 que destacaba por encima de los demás.

Ahora mismo podría decir que el baloncesto es mi vida o gran parte de ella, y la puerta a esta pasión me la abrió Kobe Bryant de par en par. Querido Kobe… ha pasado tiempo ya de eso, te he visto llegar a lo más alto. Los principios fueron duros, mis ojos brillaban cada vez que tenías el balón, cada tiro que lanzabas, era un placer para la vista, pero aún no conocía lo que era la verdadera victoria, eras el mejor con diferencia pero el baloncesto nunca te amó tanto como tú lo amaste a él.

Con la llegada de un compatriota al que hiciste tu hermano te vi triunfar, conseguir lo inalcanzable y entregárnoslo, ese ansiado anillo, ese ansiado trofeo que tanto esperaba llegó por fin a tus manos, y no solo una si no dos veces.

En la victoria y en la derrota siempre he seguido tus pasos. He llorado al verte caer, nunca podré olvidar tu lesión del Aquiles, esa madrugada te jugabas la clasificación para los PlayOffs y yo y mi optimismo contaba con que lo lograras, y una vez allí volvieras a regalarnos la victoria, pero los dioses del baloncesto, no han estado de tu parte, te rompiste y lloré como nunca antes pensando que ese era tu últiimo aliento en el Staples…

Pero volviste, y nada pudo hacerme más feliz. Me he emocionado al verte ganar, nunca olvidaré tus logros individuales, como los 81 puntos en un partido, ni tus logros colectivos… Pero ahora quieres despedirte, y no me veo preparado para dejarte ir. No me imagino este deporte sin un Kobe Bryant, y menos aún unos Lakers, sin una Mamba Negra.

Has hecho bien en avisarnos con tiempo, aún quedan 66 partidos para verte, 66 madrugadas en las que ni ir perdiendo de 50 conseguirán que cierre los ojos. Ahora mismo no puedo aceptar que te vas, pero poco a poco lo iré asimilando. Gracias por todo.

 

Kobe Bryant Lakers

 

 

Querido Kobe, por Pichu Ruas

 

Tantas veces te critiqué como te amé, y ahora que sé que te vas, ¿Por qué me siento vacío?

 

Recuerdo cuando me enamore de eso que los dos hemos amado desde que nacimos, ese invento diabólico que un día se le ocurrió a James Naismith,  eso que algunos llaman Basket, y que yo he redescubierto como “Gran Productor de Ojeras”. Eran los años 80’s, yo era un crío y mis ojos no solían brillar en exceso con nada, solo un tipo me hacía soñar, se llamaba Earvin Johnson, Magic le apodaban, y conseguía mantenernos a todos pegados al televisor. De sus manos solo salia Magia, éxitos, sonrisas y sangre púrpura y oro.

 

Luego llegó el desierto, ese que duraría unos años, hasta que unos cuantos buenos movimientos en los despachos, conseguirían que el culo gordo de Shaq se enfundase nuestra camiseta. El dominaba la liga pero necesitaba su alter ego en el exterior para llegar a la cima del éxito, y ese fuiste tu. Eras un crío, pero se te veía tan especial.

 

Luego, el tiempo fue pasando, tú fuiste quemando etapas, y entre etapa y etapa fuiste conquistando al respetable, me fuiste enganchando de nuevo, como aquel crío que veía a  Magic, ahora era un niño grande, y te seguía a ti, y presumía de ti. En todo este proceso, algo se fue moviendo dentro de mí, ya no era suficiente jugar al baloncesto, Magic me había metido el gusanillo unos años atrás, sino que lo que estaba pasando en mi como Laker, y lo que me hacías sentir como espectador era tal, que decidí contárselo al mundo. Tú me hiciste escribir de baloncesto, algo que jamas te podre pagar suficientemente, jamás.

Por el camino, 5 anillos, 20 años de tu vida y la mía, unidos, contándoselo al Mundo, éxitos y fracasos, sonrisas y lágrimas, y mil y un compañeros para los dos. Y si, hoy me confieso ante ti, el único que puede comprenderme, ese que como yo, tiraba tiros imaginarios de pequeño a un cubo de basura en su cuarto, ese que me hizo contarle al mundo lo que veían mis ojos, lo que hacías ante mí.

Por eso, mis letras y tus canastas han estado unidas durante mucho, mucho tiempo, en el proceso éxitos y llantos, y de nuevo tu eterna sonrisa, la misma que gastaba Magic y que me enamoro, quizás tenía razón aquel que una vez dijo aquello de …. “¿Porque todos los jugones sonríen igual?”. Los míos, mis jugones, Magic y tú, lo hacíais, y me habéis iluminado hasta mis 35 años de edad.

Es ahora, en esta edad, cuando los dos debemos separarnos, quizás los dos nos hemos equivocado a veces, en algunas cosas has estado mal por el camino, reconozco que te he criticado, pero sin dejarte de amar ni un segundo.

Objetividad le llamaba por aquel entonces, pero cómo ser objetivo cuando tú has sido tan importante para mí, me arrepiento tanto de haberlo hecho, que hoy debo decirte delante de todos ……

 

Tantas veces te critiqué como te amé, y ahora que sé que te vas, ¿Por qué me siento vació?

 

C. J. (CC)
C. J. (CC)

Querido Kobe, por Rubén Ortega

Llegaste a Los Angeles allá por 1996. Yo, supongo, aún me hacía pis en la cama, pero tu debutaste en la mejor liga del mundo.

Los Hornets te escogieron en el número 13 del Draft. Suerte que los Lakers tenían a Jerry West, el más listo de todos, y cambió a Divac por ti. Nadie confiaba en ti, pues venias del High School y, por aquel entonces, eso te bajaba posiciones en el Draft pero… Qué bien le vino eso a tu amigo LeBron unos años después, ¿eh?. Los primeros años, fueron como los últimos, pero de «tu casa» no iba a sacarte nadie. Nunca. Contigo llegó Shaq. Con el que formaste, probablemente, la mejor pareja de la historia del deporte que tanto amas.

En el año 2000 llegó el primer anillo, contra Indiana Pacers. El primero de tres seguidos. ‘Imparables’ éramos. Pero, desgraciadamente, teníamos al enemigo en casa. Shaq tenía el mismo talento, pero ya no tenía las mismas ganas de ganar. Esas ganas que son tu seña de identidad, ¿verdad?. Eso a ti te mataba. No te podías creer que alguien con tanto talento no tuviera ese instinto asesino sobre la cancha que tú tienes. La convivencia era horrible y los Lakers, por suerte, te escogieron a ti.

Otra vez, como los primeros años, el equipo era muy malo. No daban una. Pero estabas tú que, al contrario que ahora, tu cuerpo te respondía. Y de qué manera. Un 22 de Enero de 2006 dejaste al mundo boquiabierto pues anotaste ‘solo’ 81 puntos. No en vano, reclamaste el trono de la liga con aquella actuación. La liga, realmente, nunca te ha valorado en lo que a títulos individuales se refiere. Solo un MVP saben a poco para la dimensión de tu carrera. Por suerte sabías que el trofeo que querías se ganaba,no decidían si dártelo.

Tras esa época llegó Pau. Tu hombre. Un secundario que podía darte, y te dio, todo lo que querías de él. Con Pau en nuestras filas llegaron otras finales tras 4 años sin rumbo. Las perdimos, contra Boston Celtics, pero eso no se iba a quedar ahí. Trabajaste como siempre, si no más, y llegaste al año siguiente a las finales. Esta vez contra Orlando Magic al que barrimos 4-1. Tras ese anillo, tenías una cuenta pendiente, pues no iban a recordarte como «ese Laker que perdió contra Celtics DOS VECES». Y así fue.

En 2010 llegó la venganza. La dulce venganza Laker; Derrotar a Celtics en unas finales en un séptimo en el Staples. Lo más grande que puede pasarle a un Laker. Ya no te iban a recordar como al Laker que perdió contra Celtis dos veces. Ya habías escrito tu historia en mayúsculas y en púrpura y oro. Ya podías sentarte al lado de tus musas. Ya tenías cinco anillos.

Después del quinto anillo, tu obsesión fue igualar a Michael Jordan. Tu ídolo. No pudo ser. Y no será porque no lo intentaste. No paraste de intentarlo. El tendón de Aquiles y SOLO el tendón de Aquiles pudo contigo. Aquel maldito 12 de Abril… Aquel maldito 12 de Abril de 2013 lo destrozó todo. Pero ese instinto asesino pudo con el dolor. Saliste con el tendón destrozado y anostaste los dos tiros libres que tu equipo necesitaba. Bueno, que NUESTRO equipo necesitaba.

Porque siempre será nuestro equipo. Los dos sangramos púrpura y oro.

El 30 de Noviembre de 2015 a las 00:54 terminaba de leer tu texto ‘Dear Basketball’. Mis ojos no paraban de soltar lágrimas, Kobe.

Te ibas. Tu cuerpo te había dicho basta. Y aunque yo solo quisiera soltarte un par de hostias y gritarte: ERES EL MALDITO KOBE BRYANT. SAL AHÍ Y CIÉRRALES LA BOCA A TODOS, sabía que tu cuerpo no podía más.

Ese cuerpo que te lo había dado todo, te dejaba tirado. Ese cuerpo que te había permitido superar a tu ídolo de la infancia en puntos, llegó al tope. Lo acepto. Acepto que no puedas más. Mal que me pese, lo acepto.

Lo has dado todo por los Lakers. Perdón, por NUESTROS Lakers. Por muchas palabras que escriba no podré encontrar las adecuadas para agradecerte TODO lo que has hecho. No solo por los Lakers, sino también por mí. Me has hecho, muchas veces, el niño más feliz del mundo.

Esa sonrisa que me salía al ver una victoria de Lakers, era por ti. Nunca, jamás te podremos agradecer todo lo que has dado por la franquicia.

Ahora, solo queda despedirse. Despedirse del jugador con el que más he disfrutado. Despedirse de una leyenda. Despedirse del mejor jugador que yo he podido ver en directo. Despedirse del jugador que más me ha hecho disfrutar. Despedirse de tus tiros imposibles, tu garra, tu entrega tu energía, tu instinto asesino, tus noches mágicas, tus mates… Despedirse del mejor jugador de la historia de nuestra franquicia.

Despedirse de tus virtudes, de tus defectos. Despedirme de ti, Kobe Bean Bryant. Muchísimas gracias por TODO lo que has hecho en estos 20 años como Laker. Gracias de corazón.

Te quiere, Rubén Ortega

 

Keith Allison (CC)
Keith Allison (CC)

 

Querido Kobe, por Joan Capó

Desde pequeño, servidor sólo conocía a unos Ángeles Lakers y a un Kobe Bryant gracias a una playstation y un videojuego, sin siquiera saber lo que de verdad era la NBA ni mucho menos la franquicia angelina y todo lo que representa.

Poco a poco, fui asimilando la grandeza de un equipo legendario, siempre ligado a la grandeza de un jugador, Kobe Bryant. Qué voy a contar, a esa edad no tenía conocimiento de Magic Johnson, James Worthy, Kareem Abdul-Jabbar y cía (cosa que no quita que no los haya disfrutado gracias al tirar de hemeroteca), y junto a Kobe, lo único que asociaba a la grandeza de los angelinos era Shaquille O’Neal, pero pronto marcharía y yo seguía viendo a los oro y púrpura, que fueron durante un solar de equipo guiado por el mejor jugador que mis ojos han visto desde que tengo uso de conciencia.

¿Por qué amamos tanto a Kobe Bryant? No es fácil para un joven con padres estrictos ver partidos en horario de la costa oeste, pero os aseguro que Kobe Bryant hacía que cada hora de sueño perdida, cada noche en vela, cada sonido del despertador a las 4 de la mañana y cada bronca, valiera la pena. Jamás tendremos espacio suficiente para agradecer a este señor cada segundo que nos ha hecho disfrutar, vibrar, exhalar suspiros en la noche e incluso encender la locura a deshoras.

La leyenda se consagró, y tuvimos la suerte de poder vivirlo más de cerca por el contar con un español a su lado. Hemos visto perder a Kobe Bryant, pero nunca podremos decir que se ha rendido. Tras perder en 2008, levanta dos campeonatos y sigue guiando a un equipo de leyenda.

Tras los éxitos, volvieron las épocas en las que él era lo único que daba luz en la oscuridad era un Kobe Bryant, al que las lesiones no paraban (y no cesan) de tirarle oscuridad, pero como tras su rotura de Aquiles en 2013, cuando se levanta para que no le vean sus hijas derrotado, siempre ha mantenido la esperanza de volver y ayudar a que la grandeza de los Lakers siga aumentando.

Por eso y por todo lo que estas líneas no me dejan expresar, gracias Kobe. Gracias de verdad, por ser la luz en la oscuridad. Gracias por ser el mejor jugador que han visto mis ojos. Gracias por no rendirte jamás y luchar por nosotros hasta la extenuación. Gracias por todo, tu leyenda estará en nuestro corazón para siempre.

Me gustaría acabar con un fragmento versionado de un poema de William Ernest Henley, más conocido por la película «Invictus», que me recuerda lo que es Kobe Bryant:

«En las garras de las circunstancias
no he gemido ni llorado.
Ante las puñaladas del azar
si bien he sangrado, jamás me he postrado».

 

Adrián Rodríguez (CC)
Adrián Rodríguez (CC)

 

Querido Kobe, por Sandro Herves

En días como este, siento que apenas he podido disfrutar una parte de tu leyenda. Me perdí tus 3 primeros anillos formando pareja con Shaq, grandes tiempos, con el 8 en la espalda, pero siempre recordaré la segunda mitad de tu carrera: Aquellos 81 puntos frente a Toronto, con 3 triples en el último minuto las 3 finales seguidas con otros grandes como Pau, Fisher o Odom, y esos 2 anillos.

Y lo que siempre recordaremos todos los fans de Lakers fue tu entrega, compromiso, y dedicación. Podías fallar, pero eso nunca te ha faltado. Gracias por aquel maravilloso 2013, donde, desde mi punto de vista, hiciste una de tus mejores temporadas a nivel individual, a mí y a muchos nos quitaste bastantes horas de sueño, rara era la noche que no rozabas e incluso hacías un triple doble.

A todos se nos rompió un trozo del tendón de aquiles aquella noche de Viernes en Abril, frente a los Warriors, pero te marchaste como un super héroe, lo que siempre has sido. Para mí, siempre serás el mejor jugador que han visto mis ojos.

Ahora ha llegado la hora de decir adiós, pero sé que será un hasta pronto, de un modo u otro, seguirás formando parte de esta franquicia, la cual siempre va a ser tu casa. ‘Thank you for everything you have done, dear 24’.