Los Boston Celtics han tocado fondo en las últimas fechas

Los verdes llevan dos semanas para olvidar

CC: Yago Cousiño
CC: Yago Cousiño

Lo reconozco, no es nada fácil escribir las siguientes líneas, sobre todo tras lo acontecido en Memphis. Han tenido que pasar muchas horas para que el enfado no se apoderase de este artículo. Irte a la cama con un gran rechinar de dientes, revisar algunas fases del partido indignándote como si lo vieses en directo, mirar las estadísticas, acordarte de encuentros anteriores… definitivamente hoy no era un buen día para ser aficionado a los Boston Celtics.

Empecemos con lo más reciente, y para un servidor lo más vergonzoso de esta temporada, el partido de ayer ante los Grizzlies. Todo parecía perfecto en un principio: los jugadores sonreían, los tiros entraban, la defensa volvía a ser esa que muchos consideramos entre las mejores de la liga, Isaiah Thomas estaba en modo All-Star… En fin, que en la primera mitad los Celtics rondaban el +20 en el marcador y todo parecía bajo control ante unos Gasol y compañía maniatados. Pueden llamarme gafe o vidente, pero para uno que ya ha visto muchos partidos esta temporada, nunca hay que celebrar algo antes de tiempo, sobre todo con los Celtics.

Se llegó al descanso con la sensación de que, ésta vez sí, habían vuelto el equipo de Boston del principio de diciembre o aquel de la segunda vuelta de la temporada anterior, pero, por fortuna para los aficionados de Memphis, el inicio del encuentro fue un mero espejismo que hizo más duro si cabe lo que estaba por llegar. Los Celtics sacaron su arsenal de pifias con lanzamientos que hacían temer por la integridad de las canastas del FedExForum, pérdidas para protagonizar la sección de «Shaqtin’ a fool» para lo que queda de temporada, y una incapacidad sonrojante para atrapar rebotes. Marc Gasol, Tony Allen y Zach Randolph parecían estar jugando contra un equipo de benjamines; la imagen se asemejaba a un hipotético enfrentamiento entre Yao Ming y Mugsy Bogues.

El espectáculo ofrecido por los Celtics era desastroso, y la incapacidad de los jugadores llegaba a niveles de D-League. Brad Stevens, al que aunque nos duela también hay que criticar su nula capacidad de reacción en las últimas fechas, mantenía a un agujero negro en cancha, y aquí quiero detenerme. Sí, como muchos habréis adivinado estoy hablando de David Lee, aquel jugador que ha sido dos veces All-Star y que ahora está para ser un jugador de rotación en un equipo de media tabla en la ACB. Su defensa desde que llegara a Boston ha sido para apuntarse a un campus este verano, pero es que su ataque, que es su mejor faceta, ha dejado, cuanto menos mucho que desear. En Memphis, Lee firmó un paupérrimo 2/11 ¡¡¡debajo de la canasta!!! Están leyendo bien, el jugador al que se le presuponía que fuera uno de los líderes del equipo no puede anotar a dos metros de distancia. El que escribe, que siempre ha creído en que el 42 alzara el bueno, y hasta le dedicó algunas líneas cuando jugó 30 minutos admisibles, ha decidido tirar la toalla pese a mi reconocida admiración por tu gusto fuera de la cancha.

Pero el ridículo de ayer no es solo culpa de David Lee; faltaría más. Anoche, solo un Isaiah Thomas inspirado, o un Marcus Smart con más intención que acierto dieron muestra de ser jugadores profesionales de la NBA. Ni nuestro admirado Jae Crowder, que empezó el encuentro como un tiro, fue capaz de paliar el enfado que sentimos todos los aficionados de los Celtics. La sangre de Michael Jordan, pero con un 80% menos de acierto, corrió ayer por las sangres de un Crowder que se pasó todo el partido intentando tiros imposibles con el resultado que ustedes sospechan. Bradley, Evan Turner en su versión «empanado», unos Amir Johnson y Jared Sullinger intermitentes, etc. En definitiva, un desastre que se resume en una remontada rival de 21 puntos de diferencia.

Pero todo el pesimismo y enfado no proceden de un solo encuentro, y es que ya son dos semanas de malas actuaciones, que comenzaron como una gran pesadilla en el Clásico NBA entre Lakers y Celtics. Aquel partido, que muchos asociarán con la última aparición de Kobe Bryant en el Garden, fue un cúmulo de errores y faltas de actitud. Las pocas ganas con la que los jugadores de Boston afrontaron dicho encuentro fueron alarmantes, sobre todo ante un eterno rival que actualmente parece, y es, bastante inferior. Los Celtics creyeron que conseguirían la victoria sin bajarse de autobús, y cuando quisieron darse cuenta del desastre que estaban protagonizando ya fue demasiado tarde, y las precipitaciones hicieron todo más desastroso. Lo más sangrante para los aficionados, además del partido en sí, era ver como tras la bocina final los jugadores hacían cola  y sonreían para estrechar la mano de Kobe, como jugadores de 2ºB esperando para pedir la camiseta de Leo Messi. Cero calidad, cero sangre, cero ganas: derrota segura.

Otros capítulos muy similares fueron las derrotas en casa ante los Brooklyn Nets y los Detroit Pistons, y en Chicago ante los Bulls. Los Celtics han desaprovechado una oportunidad idónea de hacerse un hueco entre los mejores equipos de la conferencia este, pero debido a los últimos desastres tienen que conformarse con rondar la octava plaza. Se acerca en febrero y como siempre, y más tras la reciente situación, ya se habla de los posibles traspasos que pueda obrar Danny Ainge para dar el salto de calidad tan necesario para la franquicia de Boston. Estas meras conjeturas no hacen más que apartarnos la vista sobre lo verdaderamente importante, y dolorosamente real, que estamos viendo. Ojalá puedan llegar esos jugadores que nos aúpen entre los mejores, pero por el momento esto es lo que hay, y creo que es necesario, como podréis leer en algunos análisis realizados durante las últimas fechas, señalar lo que no nos gusta.

Nada me gustaría más que este artículo cayese en el olvido, y que solo saliese a la luz en el resumen de 2016 del «Podcast de El Despacho» como uno de los textos más equivocados del año. Mucho tendrá que cambiar, y de veras espero que lo haga, para que me trague mis palabras, pero como reza el titular, creo que los Boston Celtics han tocado fondo, o rozado si no quieren ser tan extremistas.