Manu, ¡tú eres de oro!

Se retira de Argentina y desde SB le homenajeamos

Emanuel Ginóbili entrando a canasta / Mónica Argentina (CC)
Emanuel Ginóbili entrando a canasta / Mónica Argentina (CC)

Emanuel «Manu» David Ginóbili, un muchacho de Bahía Blanca, larguirucho, flaco, con una sonrisa siempre de oreja a oreja, bien dispuesto a las entrevistas. Lleno de humildad, que le corre como sangre por todo su cuerpo. A mitad de semana anunció que fue su último encuentro con la «albiceleste» y aquí le dedico unas líneas llenas de agradecimiento.

Como persona tiene antecedentes de conducta intachable y se maneja con unos valores que a veces contrastan con sus orígenes, la propia idiosincrasia de su país natal, que en muchas ocasiones oculta valores como el de la humildad, nunca afectó la conducta suya tanto dentro como fuera de un pabellón. Y a eso hay que sumarle de manera obligatoria, el contexto con el que vive diariamente, jugando en la liga más competitiva del mundo, donde las luces brillan más que en cualquier otra liga del planeta basket. Luces que en 14 años de carrera como un «Spurs» nunca lo encandilaron, sino que más bien le dieron esa fuerza necesaria para codearse noche tras noche con jugadores de otro planeta y aún así desnivelar.

No descubro el fuego detallando el talento que tiene Manu, pero nunca está de más recordarlo. Hay jugadores muy atléticos, algunos muy físicos, otros superestrellas y también hay, mis favoritos, jugadores mágicos. Esos que parecen siempre más inteligentes que sus rivales, como si tuvieran un oráculo y ya supieran qué pase hacer, qué jugada ejecutar, cuándo lanzar a canasta pero siempre manteniendo el estilo. Como dijo su entrenador Julio Lamas, él es uno de los pocos jugadores que aún enojado siempre toma la decisión correcta. La asistencia, en su mayoría, se busca de una manera fácil y eficaz para hacerle llegar el balón a un compañero y que pueda anotar sin mayores problemas, pues Manu buscaba todo eso, pero no sin dejar su sello. En el basket actual uno puede definir a un equipo o jugador solidario acorde a cuantas asistencias reparte o cuantos pases realice para lograr anotar. Su solidaridad fácilmente se ve cuando esa zurda mágica hace pasar la naranja por lugares insospechados, y con precisión quirúrgica, dejando a sus compañeros en situaciones ideales para anotar. Y si ahondamos un poco en su carrera vemos a un jugador con un espíritu de equipo tan grande que, jamás le molestó salir de la banca tantas noches de partido, pero sabiendo que Pop siempre le tendría confianza y le daría sin titubear el balón en los minutos finales. Una confianza que fue fundamental, porque el entorno influye siempre en lo individual, pero en este caso también vemos una influencia muy importante, por parte de Ginobili en su equipo. Ofertas como las que recibió este último verano debe haber recibido a mansalva, pero él un tipo leal y abocado a la causa nunca abandonó el barco, aún cuando las cosas no salían de la mejor manera.

Y así también se puso de pie luego de aquellas dolorosas finales para San Antonio, donde Ray Allen se levantaba en una esquina empatando el Game 6, marcando la peripecia de la serie. Triple que significaría un mazazo directo a las esperanzas de anillo para los tejanos. Al año siguiente participó de una de las exhibiciones colectivas más hermosas que el basket jamás vio, donde junto a sus camaradas de siempre, derribó a los Heat de un Lebron desolado generando la ruptura de un equipo que estaba en la cima de la liga. Un tanto más arriba hablé de la humildad de Manu, pero su muestra más férrea de humildad la fue dando cada verano donde dejaba de lado su preparación para la liga más importante del mundo y se colgaba la «celeste y blanca» para derramar cada gota de sudor por poner a su amado país en lo más alto. Acompañado de un grupo de jugadores que compartían los mismos valores logró lo imposible, trascender el deporte y volverse ejemplo de unificación y de trabajo en equipo, poniendo siempre por delante el bien grupal. Porque al final del día lo que les hizo ganar no fue el temple de Oberto, ni la fuerza de Scola, ni el talento de Delfino, ni la magia de Manu, lo que los elevó sobre los demás fue eso, nunca dejaron de ser un grupo de muchachos unidos por el amor al basket.

El mismísmo entrenador del Team USA lo dijo con sus declaraciones:

«Derrotamos a un gran equipo. No sólo un equipo, sino lo que yo llamo un programa, una cultura, con uno de los grandes entrenadores del básquet global, quizá tan bueno como cualquier otro. Muchos de sus jugadores estaban jugando su último partido. Ha sido una increíble carrera para Argentina. Quiero felicitar a Argentina por la magnificencia que le han mostrado al mundo en las últimas dos décadas. Ha sido algo realmente increíble».

Y más precisamente se refirió al astro argentino como:

«No hay palabras. Un jugador y competidor del Salón de la Fama. Compite tan ferozmente como ningún otro que me haya enfrentado en mi carrera como entrenador internacional. No ha habido alguien completamente como él que no ocupa una posición, sino que puede jugar en todas y con el corazón y la entrega que ha demostrado, nadie representa mejor a su país que Manu Ginóbili. Fue un honor competir contra él. Todo nuestro grupo tiene el máximo respeto hacia él».

Si hay un momento en la carrera de Bahiense que sobresale en comparación con los demás, se podría decir que aquella «palomita» frente a Serbia en Atenas 2004 es la estrella arriba del árbol que simboliza una carrera excelsa, que ejemplifica todo lo bueno que debe tener un deportista. Que me disculpen deportistas argentinos como Vilas, Maradona, Aymar, Messi y otras tantas figuras «porteñas», pero Ginóbili está un escalón más arriba. Hace unos días anunció que no jugará más para Argentina y de forma casi intuitiva podemos deducir que este curso será el último con la numero 20 en el pecho. Él lo dijo, estos Olímpicos fueron un suplementario, no lo esperaba. Le hubiera gustado irse con una medalla en el pecho, pero no la necesita.

Emanuel, no importa cuantos anillos ganes, cuantas medallas te cuelgues, cuantos galardones te den, cuantas palabras del corazón como estas te dediquen, ni cuantos colegas se rindan a tus pies, porque…

Manu, ¡tú eres de oro!