Interpretación racional de las palabras de George Karl

Sus críticas a Lillard no han sentado bien a nadie

George Karl culpa a Lillard del mal inicio de los Blazers | Keith Allison (CC)
George Karl culpa a Lillard del mal inicio de los Blazers | Keith Allison (CC)

Todo apunta a que Papá Noel no le ha traído a George Karl el shooter que tan bien le habría venido para desahogarse.

Karl empezó su carrera como entrenador en 1976. Solo él y 8 coaches más en toda la historia de la NBA han conseguido ganar 1.000 partidos. Ahora mismo, aparentemente prejubilado, se dedica a analizar sus vivencias y transmitir al resto del mundo algunos de sus pensamientos potencialmente más polémicos.

La mejor publicidad no es la que agrada, sino la que más llama la atención… y Karl va a publicar el 10 de enero un libro titulado Furious George. Además de criticar la actitud de Lillard, ha hablado mal de jugadores como Carmelo Anthony o JR Smith. La reacción por parte de los receptores ha sido la esperada y las críticas han rebotado en la dirección del emisor original. George Karl está ahora mismo «quedando mal ante hordas de aficionados despiadados».

La reacción del pueblo

Para entender lo que está ocurriendo, debemos pararnos en el contexto, en todas aquellas circunstancias que marcan la diferencia entre Karl, el protagonista, y nosotros, los espectadores. El primero lleva 40 años viviendo en el mundo del que habla; nosotros opinamos a partir de lo que nos dejan ver y leer en pantallas. George Karl y demás figuras públicas no pueden (ni les conviene) decir lo que quieran; la prueba nos la regala toda la gente que no está de acuerdo con lo que escucha y por tanto bromea -bueno, alguna bromea y otra no tanto- usando frases como «Ya chochea el pobre jubilado». Pero nosotros, meros espectadores, siempre sabios conocedores de la causa, podemos opinar libremente y sin miedo. Y que a nadie se le ocurra llamarnos locos o decirnos que no sabemos de lo que hablamos, eso es inadmisible: ¡libertad de expresión y respeto hacia mis ideas ante todo! Pero el viejo, el que ha ganado 1.175 partidos, chochea.

El caso de estas declaraciones me recuerda demasiado al cuento de Pedro y el lobo. Pedro mintió, mintió tantas veces que nadie lo creyó cuando dijo la verdad. George Karl está hablando mucho y está tocando temas peligrosos, pues no es lo mismo criticar a un jugador por su manejo del balón que decir que no está centrado en su trabajo. Si Karl no se hubiese empeñado en soltar bombas y además soltarlas a la vez, todos habríamos tratado de entender mejor sus palabras. Pero como no ha sido así, sorpresa sorpresa, la gente se ha cansado y ha decidido -de forma comprensible, igual que en el cuento- dejar de escuchar al exentrenador. ¿Cuál es el problema? Que entre tanta declaración polémica podría haber al menos una frase cierta y trascendente al mismo tiempo, pero los espectadores no nos daríamos cuenta.

Lo que dijo George Karl sobre Lillard

El ahora exentrenador habló sobre algo que le molesta ver en los jugadores actuales: la tendencia a anteponer el éxito individual extradeportivo al bien del equipo de baloncesto. Karl, para explicarse, acusó a Carmelo Anthony de estar más preocupado por lo que pasaba fuera de la pista que dentro de ella. En ese momento de la entrevista llegó la frase que acabaría resultando en las críticas hacia la actitud de Lillard:

«Ese tipo de comportamientos (como el de Carmelo) me molestaban antes y me siguen molestando ahora. Me molestaron precisamente hace unos días» (alusión a Lillard).

George Karl recibió las preguntas oportunas y aclaró sus frases anteriores sin miedo:

«El equipo está controlado por base y entrenador. Creo que Terry Stotts es muy bueno, así que voy a decir que el problema es Lillard. El año pasado los jugadores estaban juntos, unidos, entregados a la causa. Este año no. ¿Qué ha cambiado?»

Ahí terminan las palabras del «viejo chocho» más exitoso de la NBA. Surge ahora una disyuntiva: ¿despreciar una opinión polémica y carente de apoyos o tratar de entenderla de la forma más razonable posible? Por supuesto, tomaremos el segundo camino.

Lo que quiso decir George Karl sobre Lillard

Tratemos de ponernos en el lugar del protagonista, seamos la versión furiosa de George por solo un momento. Con 40 años de experiencia, es inevitable guardar en la memoria cientos de sucesos y casos que se han repetido, se repiten y siempre se repetirán a lo largo de la historia del deporte. Estas vivencias pesan, las más dañinas marcan. George Karl puede estar terriblemente confundido -personalmente no lo niego-, pero ninguno de nosotros tiene en consideración aquellos factores que él maneja al realizar estas declaraciones. Seguramente, todos los espectadores veamos en Lillard a un gran líder que lo da todo por su equipo y que a la vez tiene éxito fuera de la pista gracias a sus diferentes aptitudes. ¿Qué ve George Karl tras 40 años entrenando a chicos de la edad de Lillard? Una posible distracción extradeportiva capaz de frenar o limitar el hasta ahora brutal crecimiento de la estrella de los Blazers.

Karl sabe que Lillard promedia 27 puntos por partido, sabe que es un jugador estratosférico y en ningún momento lo niega. Al analizar sus palabras desde este prisma la deducción llega sola: el exentrenador sospecha -y yo hasta diría que «teme»- que la actitud de Damian Lillard no sea ahora mismo la más beneficiosa para los Trail Blazers. Pero ni mucho menos pone en duda sus capacidades.

Cómo debió reaccionar el pueblo

Desde mi punto de vista, los espectadores, los aficionados, nos hemos equivocado. Es más que comprensible y respetable que no queramos estar de acuerdo con George Karl. Pero lo cierto es que sería recomendable, antes de responderle en masa, meditar y tratar de entender qué quiso decir con sus palabras. Los que lo han acusado de no saber de lo que habla, de querer llamar la atención o de crear polémicas por capricho probablemente aún no se hayan dado cuenta de que el exentrenador en ningún momento criticó a Lillard por su forma de jugar. Al contrario: si viendo que está rindiendo a un nivel excepcional aún le pide más dedicación y compromiso, es que confía en Damian. George Karl, desde mi punto de vista, no ha sabido -o no ha querido saber- darse a entender.

Por supuesto, no todo puede ser atizar al espectador. Karl, en sus entrevistas más recientes, ya fuera por buscar conflicto o por el ansia de sincerarse, ha hablado demasiado (mal) de jugadores a los que los aficionados no quieren ver cuestionados. Que contar cosas feas sobre profesionales de la talla de Carmelo y Lillard puede resultar «peligroso» lo sabemos todos, protagonista incluido. Esto me parece injusto, ya que ser una superestrella reconocida no es sinónimo de estar dando el máximo por tu equipo en todo momento. Pero el riesgo está ahí y las verdades hirientes esperan escondidas hasta que el insensible de turno decide sacarlas a la luz con la esperanza de que los alumbrados miren sin llegar a cegarse. Personalmente, creo que Karl no tiene toda la razón. Y, aun así, aquí estoy, intentando que se le escuche y no se le malinterprete, confiando en que la luz de la verdad se halle en el justo medio entre los «delirios de un viejo chocho» y las réplicas de las masas enfurecidas. Tal como lo determinaría un hombre prudente -casualmente lo contrario a este Furious George-…

Mi opinión

A pesar de que sin Lillard el equipo haya ganado la mitad de los partidos disputados -la estadística existe, más vale interpretarla-, es indudable que Damian es un líder necesario para Portland. Con él sano, el ataque de los Blazers anota 112,1 puntos por cada 100 posesiones; sin él, Portland encesta 7,4 puntos menos. Cuando Lillard está presente, los rivales consiguen 116,2 puntos por cada 100 posesiones; mientras que con Damian ausente anotan solo 107,1 puntos por cada 100 ataques, es decir, 9,1 puntos menos. Según estos datos, los Blazers tendrían más de un punto y medio de ventaja por cada 100 posesiones cuando Lillard no juega.

Por supuesto, esto no quiere decir que su presencia sea dañina para el equipo, ni mucho menos. Los Blazers tienen uno de los mejores ataques y la peor defensa de la liga cuando su líder está disponible. Sin él, la protección del aro propio mejora de forma sustancial, pero la ofensiva se aleja de las mejores de la liga. Basándonos en lo visto en temporadas pasadas, podríamos decir que el bajón defensivo que aparece con Lillard es más que remediable. Últimamente los Trail Blazers están consiguiendo que los rivales encuentren más complicado meter canastas, así que, si esta mejoría se mantiene, acabará contagiándose por el vestuario y por fin se dejarán atrás los estropicios defensivos de los primeros meses de temporada. Además, ya ha salido más de un rumor de traspaso que relaciona a la franquicia de Oregon con interiores como Nerlens Noel o Paul Millsap.

Personalmente, no creo que Lillard esté recibiendo demasiada atención. No pienso que su vida extradeportiva pueda estar dañando su rendimiento, pues hasta ahora ha demostrado total compromiso con la franquicia y se ha ganado la confianza dentro del pabellón.

Sin embargo, entiendo a George Karl y me atrevo a decir que muy posiblemente haya visto el partido contra los Dallas Mavericks en Portland. En sus declaraciones, Karl afirmó que el tipo de actitud propio de Carmelo Anthony «lo había dejado molesto hacía unos días». Es decir, que vio algo en concreto en Lillard, algo que llamó su atención para mal.

Pues bien, ¿qué ocurrió al final de este Mavs – Blazers?

Con su equipo perdiendo por 1 punto, Lillard optó por agotar los 10 segundos de partido restantes para finalmente lanzar un triple lejano, en desequilibrio y bien defendido por Wesley Matthews.  Esa noche, Damian anotó 29 puntos en más de 39 minutos en pista. Es evidente que ejerció un gran impacto sobre el resultado, la cuestión reside en si fue si positivo o negativo para su conjunto.

Pues bien, en mi opinión, ambas interpretaciones son correctas y razonables. Desde un punto de vista general, Lillard fue necesario para mantener a los Blazers en el partido. A ningún jugador se le permitiría tirar 23 veces a canasta si fuera perjudicial para su equipo. Pero ahora toca la parte dura, la parte que sinceramente creo que escoció a George Karl: si Damian hubiese tomado cualquier decisión más sensata en la última posesión, los Blazers habrían tenido muchas más posibilidades de llevarse el partido. Lillard, en cierto modo, perdió el partido al elegir el camino menos conveniente para el grupo que él mismo lidera.

Conclusión

Damian Lillard no tiene la culpa de que los Blazers no estén cumpliendo las expectativas. Demuestra continuamente su voluntad de ganar y el año pasado probó ser capaz de liderar a una plantilla que parecía aspirar a mucho menos. Pero lo cierto es que, cuando alguien realiza una crítica, por absurda que pueda parecer al principio, conviene al menos darle un par de vueltas al asunto. Que Lillard no sea el único ni el mayor culpable del mal rendimiento del equipo no quiere decir que sea un jugador sin margen de mejora. Es joven y su techo aún no se conoce; así que, si se escuchan las críticas provenientes del exterior, será posible replantearse ciertas acciones o comportamientos con el fin de no repetir lo que no ha funcionado hasta ahora.

En mi opinión, George Karl no tiene la razón, ni por formas ni por contenido. Pero tampoco viene mal que una mente capaz de ganar 1.175 batallas te dé su opinión, nunca se sabe si tirando de la reinterpretación se podría llegar a sacar alguna conclusión valiosa.