Gracias por todo, soldado Tucker

Un último adiós a un emblema

P. J. Tucker
Tucker defendiendo la camiseta de los Phoenix Suns. Mwinog2777 (CC)

Un jugador camina cabizbajo al salir de la ducha posterior al entrenamiento de los Phoenix Suns del 23 de febrero de 2017. Todavía no se lo creía, encontrándose en estado de shock. Sentía el humano impulso de querer llorar. Tras una sesión de entrenamiento completamente normal –aunque algo alterada por el hecho de que el deadline fuese ese mismo día-, se disponía a entrar en la ducha cinco minutos después de la fecha límite tras algunos chascarrillos de su “familia”, como le gustaba llamar a sus compañeros de equipo, porque eso eran. Una gran familia. Por esa misma razón recibió como un jarro de agua fría la noticia del trade. Esperable –llevaba envuelto en rumores varias semanas- y a la vez inesperado.

“For the Phoenix Suns, number seventeen, P.J… Tucker!”. Hasta ayer, era una presentación tan habitual como emotiva en Arizona, pues el alero era uno de los jugadores más queridos por la afición debido a su buen hacer en pista. Pero ya no se volverá a producir –al menos durante esta temporada-, al ser el jugador traspasado durante el día de ayer a los Toronto Raptors, uno de los aspirantes a conseguir unas Finales de Conferencia como mínimo.

Anthony Leon “P.J.” Tucker se formó en la Universidad de Texas. Durante su última temporada con los Longhorns resultó elegido como MVP de la Big 12, además de copar el segundo quinteto All-American, merced a unos guarismos de 16.1 puntos y 9.5 rebotes. No obstante, cayó hasta la posición 35 del Draft de 2006 pese a realizar unos grandes workouts con distintos equipos.

Su primera campaña transcurrió en Toronto –equipo al que ha vuelto-, tornándose esta en poco menos que una pesadilla para el jugador, pues apenas gozaría de minutos, pasando prácticamente la totalidad de Regular Season en la liga de desarrollo. Tras esta primera experiencia en la mejor liga del mundo, decidió cruzar el charco con el objetivo de jugar en la liga israelí, donde se proclamó campeón de liga. En ese preciso instante comenzó para él un baile de equipos por ligas menores, recalando para la temporada 2011-2012 en el Brose Baskets Bamberg, emigrando desde allí hacia los Phoenix Suns antes de que diera comienzo la temporada 2012-2013. Había sudado sangre para volver a conseguir una oportunidad en la NBA y no la iba a desaprovechar. Comenzaba el idilio de Tucker con Arizona, tanto en juego como emocionalmente.

La filosofía de juego de Tucker era clara. Vaciarse físicamente, en ataque y en defensa, durante los 48 minutos. Era indiferente si estabas sufriendo un mal día o si atravesabas una mala racha. Afirman los psicólogos que cabe la posibilidad de que cada persona lleve al grupo sus emociones y sentimientos, y que la suma de los mismos genere una emoción grupal. En este caso la emoción del equipo sería la suma o unión de los estados emocionales de los individuos. Esto era lo que llevaba a cabo a la perfección P.J. Tucker. Él lo daba todo, contagiando así de la misma actitud al resto de compañeros. Carácter y garra como modus operandi. Un soldado. De los de manual.

En los tiempos que corren, suele ser harto complicado que un jugador se asocie directamente con una franquicia. Su presencia en los peores años de los Suns le hacen merecedor de tal “galardón”, siempre a título honorífico, pues ¿a quién no se le viene a la cabeza cuando piensa en P.J. Tucker un jugador musculado con el pelo rapado al ras y una camiseta de los Phoenix Suns con el número 17?

A nadie.

Por eso, P.J., te quiero pedir perdón. Pero a la vez darte las gracias.

Lo diste todo por esta camiseta. Te dejaste la piel, el alma, y algo más. Todo ello atravesando la peor época de la franquicia en lo que a resultados se refiere, pero te era igual. Desde el día primero hasta el último. Eres así y lo serás hasta que el cuerpo te diga basta.

Perdón por la manera de salir de la franquicia. Perdón por salir por la puerta de atrás. Perdón por todo, y a la vez gracias. Gracias por tanto y perdón por tan poco, que se suele decir. Pero yo no quiero quedarme en un simple tópico. No te lo mereces.

Phoenix es mi casa”, dijiste visiblemente afectado. Llevas razón, P.J. Es tu casa. La casa donde te acogieron mientras dabas vueltas por Europa sin rumbo fijo. La casa donde has reído, has llorado, has disfrutado e incluso te han criticado (donde me incluyo).  La casa donde has pasado cinco años y a la que esperas volver algún día.

Ahora, los Suns tienen uno de los mejores proyectos a largo plazo de la NBA. Tú, un veterano curtido en mil batallas, no has estado presente en la guerra que supone la postemporada. Qué irónico, con lo que a ti te gusta fajarte, ¿eh? En Toronto, finalmente accederás y optarás a ganar a los todopoderosos Cavaliers de LeBron James. Si eso pasa, desearía que, mientras celebras, recuerdes Phoenix. Tu hogar.

Jamás olvides de dónde procedes. Gracias de corazón, soldado.