Los Celtics y la exigencia del 100%

Necesitan dar el todo por el todo en cada partido

Marcus Smart, presente y futuro de los Boston Celtics (Foto: SomosBasket)
Nil Alemany (SB)

No creo que vaya a redefinir el panorama del baloncesto actual ni que las líneas que vienen a continuación descubran algo oculto a simple vista que solo conocen los nuevos gurús de las redes sociales. Este texto se basa en una obviedad como un piano. Agárrense a sus asientos: los Boston Celtics no son precisamente el mejor equipo de la NBA (nótese el uso de ese precisamente). Vaya, tres frases y ya he podido chafar las ilusiones de algún que otro despistado. Tampoco vamos a decir que la franquicia de Massachusetts sea la peor de la competición, que para eso ya está su filial en Brooklyn, pero la cantidad de banners (17 campeonatos nada menos) que pueblan el techo del feudo céltico provoca que el hecho de que haya equipos mejores duela en el alma. En efecto, la idea de luchar a capa y espada por un nuevo título tendrá que esperar, salvo un milagro digno de Lourdes o la descalificación de cuatro o cinco equipos, al menos una temporada más.

Puestos los puntos sobre las íes, hay una cosa más que dejar meridianamente clara. Que un nuevo anillo sea más improbable que un partido en el que James Harden no lance tiros libres, no significa que Boston vaya a dejarse ir a la deriva. Repito, para eso están los Brooklyn Nets y una elección en el próximo Draft que pinta muy bien. Dios te bendiga, Billy King. Cuando un jugador se enfunda la elástica verde de los Celtics tiene un compromiso irrompible con la institución y los aficionados: día sí, día también, hay que dejarse la vida sobre la cancha. Esta máxima tan tribunera se hace aún más esencial en el caso actual del cuadro dirigido por Brad Stevens. Sumidos en el inhóspito territorio del demasiado bueno para dejarse ir, y algo justo para mirar hacia lo más alto, la franquicia de Massachusetts ocupa en estos momentos la segunda plaza de la Conferencia Este para sorpresa de muchos, entre los que se encuentra un servidor y hasta el mismísimo técnico de los Celtics, que reconoció que el récord del equipo no se ajusta a lo que sus pupilos están mostrando hasta ahora.

Desde que la competición NBA regresara tras el parón del All-Star Weekend, ya hemos podido presenciar las dos caras de un conjunto que sigue dejando alguna que otra duda, pero cuya posición en la tabla es francamente envidiable. En los encuentros ante Raptors, Pistons (se acabó ganando) y Hawks, vimos a ese equipo desquiciante que no es capaz de defender como es debido, no atrapa un rebote ni aunque el balón caiga entre los brazos de sus jugadores, y cuyo único plan de ataque es pasar la pelota a Isaiah Thomas y apartarse para no molestar al base en su odisea hacia la canasta rival. Si nos ponemos completamente sinceros, es bastante difícil imaginarse a Boston en la misma situación si «The Little Guy» no hubiese rozado cotas divinas en alguna que otra ocasión.

Durante demasiados encuentros se ha vivido únicamente del increíble estado de forma de Thomas; ése que parecía insostenible hasta que te das cuenta de que ya en marzo sigue igual. Ahora bien, ¿podrán los Celtics conservar su segundo puesto sin plan B? Francamente, temo que sin dar el 100% en cada partido la cosa se puede torcer. En los enfrentamientos directos con los inmediatos perseguidores, Boston no ha demostrado ni mucho menos fiabilidad manteniendo un nivel aceptable durante la totalidad de los duelos. Ante estos rivales, si los Celtics empiezan mal acaban cayendo por paliza, y cuando dominan en los primeros instantes, ya meterán ocho puntos en el tercer cuarto para destrozar todo el trabajo. Estas desconexiones ya han provocado que Isaiah Thomas diese un toque a sus compañeros alegando que el creerse mejores les ha hecho bajar la intensidad, y hasta que Marcus Smart tuviese que comprobar la dureza de las paredes del vestuario visitante de los Wizards con su puño. Una vez más, ganó el #36. Quizás, el exponente más evidente de la exigencia del 100% sea ni más ni menos que Kelly Olynyk. Ya hablamos de su importancia las pocas veces que está bien, y aunque muchos hayamos perdido nuestra paciencia con él, no nos queda otra que rezar para que durante los Playoffs sea algo menos canadiense.

También es de justicia alabar a los Celtics cuando las cosas salen bien, y en su último compromiso fue a pedir de boca. Ante todo un campeón de la NBA, Boston completó una de sus actuaciones más completas en la presente campaña y sumó una victoria de mucho mérito. La defensa y el rebote, aprovechando la baja de Kevin Love por los Cavs, no desentonaron en demasía y el equipo supo reconducción un arranque espantoso en la parcela ofensiva. Suele pasar al contrario. Thomas fue una vez más el héroe, Smart la pared, y Bradley volvió dejando una acción defensiva en los momentos finales ante Kyrie Irving digna de estudio. Triunfo ante los Cavaliers, el TD Garden rugiendo como en las grandes citas y LeBron James dejando la cancha con la cabeza gacha. Nos podríamos acostumbrar a esto. Los Celtics lograron ese 100% necesario; todos pusieron el alma con mayor o menor acierto. Tampoco nos importaría habituarnos a esto.

En definitiva, en una semana Boston ha mostrado las dos caras que nos han hecho amar y odiar a este equipo a lo largo de la temporada. Sin un sacrificio máximo, el conjunto dirigido por Brad Stevens sería del montón, aunque Isaiah Thomas se haya encargado de aumentar las expectativas con su rendimiento MVP. Los Celtics no van a ganar la NBA (a ver si funciona el gafe inverso), pero cuando la máquina funciona son uno de esos equipos que gusta ver. Hablamos del futuro y lo seguiremos haciendo, pero qué mejor forma que prepararnos para lo que viene que disfrutar de la garra de Crowder, los dos pares de… ojos de Smart o el progreso de un Jaylen Brown que ya enamora, y todo ello compitiendo de tú a tú con los grandes.